MÓNICA ESPINOSA 
Y SU NUEVO LIBRO SOBRE QUINTÍN LAME
Por: Carlos Orlando Pardo
Los libros de la ibaguereña Mónica Espinosa salen siempre precedidos de premios y altas distinciones. La civilización montés, por ejemplo, editado por la Universidad de los Andes y su departamento de antropología, obtuvo mención de honor en Ciencias Sociales y Humanas en la edición 2010 de los premios de la Fundación Alejandro Ángel Escobar, considerado como el galardón científico más importante de Colombia. Según el jurado, “este es un excelente trabajo sobre Quintín Lame. La autora sabe integrar magistralmente múltiples recursos provenientes de las distintas ciencias sociales. Su narrativa es excelente y realiza una interesante aproximación a otros mundos. A partir del relato biográfico da cuenta de las luchas indígenas, del sincretismo religioso, de las tensiones sociales y de las concepciones del mundo que atraviesan las luchas por la tierra, así como por la tradición. Da cuenta de la relación entre trayectoria vital y procesos sociales”. Pero aquí no para todo. La civilización montés también obtuvo el tercer puesto en el Premio Monserrat Ordóñez que otorga anualmente la Asociación de Estudios Latinoamericanos. Ahora, para el próximo jueves 28 de octubre, se presentará en la Universidad del Tolima esa visión india y el trasegar de Manuel Quintín Lame en Colombia, un líder que luchó buena parte de sus años en el Tolima y cuyos restos mortales descansan en Ortega. Qué buena noticia. Debe recordarse que la hija de nuestro exgobernador Fernando Espinosa Tovar, es Antropóloga de la Universidad Nacional y su tesis Convivencia y poder político entre los Andoques del Amazonas fue editada por la Universidad Nacional. En 1994 obtuvo la beca de Colcultura en antropología y cursó una maestría en los Estados Unidos. Participó en congresos mundiales de su especialidad y trabajó en la consolidación del Instituto Amazónico de Investigaciones de la Universidad Nacional, creado en febrero de 1995. En el libro Las mujeres en Colombia, el tomo tres que refiere Mujeres y sociedad, junto a Nina de Friedeman, publica un extenso e interesante ensayo que titula Las mujeres negras en la historia de Colombia. En el libro Colombia pacífico en coautoría con Friedeman, La familia Minera en el litoral pacífico, dos tomos, fondo FEN. Entre el Instituto Colombiano de Antropología y el proyecto biopacífico, publicaron el libro La contribución africana a la cultura de las Américas, donde aparece un trabajo suyo titulado Colombia, la mujer negra en la familia y en su conceptualización  y El ritual, una estética del manejo del conflicto, dentro de la colección de estudios del análisis de la violencia en Colombia de la Universidad de los Andes. Prepara un libro con estructura de sinfoníaEl poder de poner el poder, pensar el poder desde los otros, la estética del conflicto, y en la tercera parte La antropología como una estética de la vida  y al final La sinfonía ritual. Esperamos ansiosos ese día de la presentación de su libro laureado, puesto que se trata de una de las profesionales más destacadas en el mundo académico del país. Es ella un ejemplo de consagración desde cuando estudiara en el Liceo Nacional donde se graduó y un verdadero paradigma en el campo de las ciencias sociales. 
PEDRO PABLO CONTRERAS
CON ALAS EN EL ALMA
Por: Carlos Orlando Pardo
Pedro Pablo Contreras
Al gran Pedro Pablo Contreras no le alcanzan las paredes de su casa para colgar todas las condecoraciones recibidas a lo largo de su admirable lucha. Pero tampoco le caben en el cuerpo y en el alma las que entregan desde  lo profundo de su corazón centenares de tolimenses y de colombianos que le agradecen que él exista. Porque gente de su categoría humanitaria parece haber desaparecido de la faz de la tierra, lo que lo convierte en un hombre rico en amigos pobres, aunque lo sea en amistades de alto coturnio arrancando por el mismo presidente de Colombia. Pedro Pablo no sólo es un amigo extraordinario sino un conversador tan agradable que se pueden pasar las mil y una noche escuchándolo sin que llegue a asomarse el más mínimo deje de bostezo. Tiene mucho por contar porque mucho ha vivido como un hombre de acción en jornada continua. El sabe, como Confucio, que es mejor prender una vela que maldecir en el infierno. Parece que fuera ingeniero porque no ha hecho sino abrir caminos o de pronto arquitecto porque construye siempre pensando en el progreso. No son pocas las penalidades por las que ha tenido que atravesar desde tiempos tempranos, pero su fortaleza interior le permite levantarse como un guerrero auténtico. De conductor de carros a conductor de empresas se empina sobre 50 años de lucha impenitente como aquel astronauta que fue capaz de plantar una bandera sobre la luna bajo la luz de las estrellas. Admirable su tarea en el transporte de esperanza y  desarrollo. El es no sólo uno de los más destacados protagonistas del Tolima desde el siglo XX, sino uno de sus paradigmas. De allí que no dudemos en colocar su vida ejemplar como una muestra de lo que puede un hombre obstinado para cumplir sus metas. Y no necesitó para su éxito de pergaminos universitarios ni de títulos nobiliarios distintos a una condición humana basada en el deseo de servicio, la humildad y el espíritu comunitario.  Más de medio siglo de trabajo al frente de una cooperativa como la de Velotax es un hecho notable, pero también los noventa fructíferos años que cumple dando luz al Tolima y al país. Como Álvaro Mutis o Alfonso Jaramillo Salazar, como Simón de la Pava, Mario Laserna o Luis Eduardo Vargas Rocha, Pedro Pablo Contreras nos produce alegría con su existencia. Nos queda quitarnos el sombrero, sentirnos orgullosos de su amistad, felices de saber que tanto ha hecho por el avance de nuestra tierra y profundamente respetuosos por su tarea cumplida. Su disciplina de hormiga arriera, su condición de gerente eficaz, lo han elevado a la admiración de un pueblo que ve en él a un atento y seguro servidor. Pero detrás suyo han estado no sólo una generación de socios, afiliados y amigos leales como lo fuera mi padre, presidente de su Consejo de administración durante muchos años, sino ante todo el delicado apostolado de su esposa Anita, dispuesta a ser su ángel guardián para cuidar sus sueños, acompañar sus luchas y compartir las agonías, las tristezas y las no pocas derrotas con que ha tropezado. Por fortuna ahora, en sus noventa años, pasa con más gloria que pena y sabemos que experimenta el abrazo cálido y sincero de la gente de su tierra que sienten que el bunde se mejora cuando se canta al lado suyo.
LIBROS Y SUEÑOS: 
EL NUEVO LIBRO DE ALBERTO SANTOFIMIO
Por: Carlos Orlando Pardo
Con alguna regularidad, desde hace ya no pocos años, conocemos la noticia de un nuevo libro de Alberto Santofimio Botero. Por encima de todos los calificativos que le endilguen amigos o enemigos, él es, en esencia, un académico y un humanista, un comunicador y un escritor. Santofimio, con acendrada disciplina y talento intelectual, se dedica a la tarea de escribir sobre los más diversos temas, siempre con un estilo literario. Su lenguaje exquisito y buen tino en la selección de los temas, al igual que su tarea reflexiva, nos dejan la grata impresión de estar asomados a un paisaje de buen gusto. Y no se trata de un oficio improvisado como en muchos para completar la máxima de tener un hijo, sembrar un árbol y escribir un libro. No. Es amplia su bibliografía y su experiencia en las lides periodísticas y académicas desde tiempos tempranos, con la ventaja de no haber abandonado jamás su incontrolable pasión por la lectura y la escritura de textos. Sus contenidos van desde los intricados problemas económicos a nivel nacional o internacional, sobre autores europeos o latinoamericanos y sus devociones por la narrativa y la poesía del continente o del país en sus variadas épocas. De allí la variopinta realidad que nos ofrece, sin que abandone jamás una prosa poética y una fina construcción del material verbal. Con la sabiduría que ofrece la síntesis y la obligada sinopsis que prima en los periódicos, salvo que se trate del ensayo, Santofimio logra, sin que se note un esfuerzo de mutilación, una claridad contundente en el apretado margen de las 451 palabras por artículo. Y es con ellos que elabora buena parte de este volumen en una rigurosa selección de las columnas que mantiene con regularidad en varios medios. Pero no es una antología de antiguas colaboraciones sobre las que han salido algunos de sus libros, sino las de su último período donde es fácil advertir cuáles son sus preocupaciones intelectuales. No es sorpresa que se encuentren aquí desde lo que pudieran ser las novedades bibliográficas, puesto que también se remonta a aniversarios de grandes escritores de todos los tiempos, sino alcanza la resurrección de autores que bien vale la pena releer. La lección que nos señala Alberto Santofimio es que con él pareciera extinguirse una estirpe de políticos que a partir del nacimiento mismo de la independencia o la república, ejercieron la acción representativa o estatal bajo el conducto virtuoso de la cultura. Para quienes ejercen en estos tiempos la política no es usual que dediquen tiempo a la lectura y mucho menos siquiera al intento de escribir. Lejos estamos de aquellas generaciones de políticos que cultivaban paralelamente el humanismo como una integralidad necesaria para la mejor comprensión del mundo. Hoy por hoy, casi en su totalidad, encarnan seguramente la audacia en su mecánica, pero incorporan el divorcio y con ello el desprecio a la lectura. De allí que, si bien es cierto gozamos de un mejor país en cuanto nos ha llegado la tecnología y el modernismo, también lo es que sufrimos de un profundo atraso por lo que significa la ausencia de cultura y con ello el abandono para estos temas vitales de la gente. Como bien lo recuerda Malcolm Deas en su libro Del poder y la gramática, el buen ejemplo lo proyectan desde inquietos y ambiciosos guerreros y políticos colombianos como el general Rafael Uribe Uribe, quien escribió cuentos para niños, dictó conferencias y publicó periódicos en los intervalos de las tres guerras civiles en las que participó y hasta escribió un diccionario abreviado de galicismos, provincialismos y correcciones de lenguaje con 300 notas explicativas en un denso trabajo de 376 páginas, hasta personalidades como Caro y Cuervo, Marroquín o Suárez, para sólo nombrar pocos modelos. Entonces eran figuras eruditas e inteligencias destacadas con interés por el idioma, la pureza de la lengua y el gusto por la literatura, así como con la concepción de que lenguaje y poder deberían permanecer inseparables. Por encima de las equivocaciones que tuvieron en el ejercicio de la política, incluido Bolívar o Santander, quedó de ellos una obra destacada y su devoción por la cultura. Ya que fueran presidentes o ministros, jefes políticos o guerreros, jamás descuidaron por un solo momento lo que tuviera que ver con su formación. Para los tiempos de hoy, buena parte de los políticos hacen gala de profusa ignorancia y de algunos niveles de analfabetismo, tanto en lo que hablan, (cometen errores de ortografía haciéndolo), como lo que escriben, (si es que alguna vez lo hacen), generándose en su imagen, por encima de la sonrisa estándar de las fotografías en sus propagandas, un desolador espectáculo de mediocridad. De allí que a partir de la misma raíz muestren desprecio por todo lo que tiene que ver con la cultura, cada vez más huérfana de apoyo porque la conciben sin utilidad, salvo que sus rubros se gasten en quemas de pólvora o reinados. Por eso nos entusiasma que la figura controvertida de Alberto Santofimio Botero continúe con la disciplina de la escritura y nos regale el invaluable placer de leerlo, puesto que es siempre una delectación el estacionarnos en sus páginas y dejarnos llevar de su mano sabia por los maravillosos laberintos del conocimiento. Sin embargo, no se trata solo de la información y puntos de vista novedosos, como del particular enfoque que lo distingue como un ser sensible desprovisto de sectarismos y una personalidad que siempre brilla con luz propia. De otra parte, es bueno destacar de qué manera todo está cubierto por el traje de la sinceridad, ese destino del cual escapan tantos que no quieren ningún enfrentamiento. Desde luego sus columnas educan, una forma de redimir, reflejando como un espejo sin empañarse lecciones de saber. El cultivo que ha hecho Santofimio de su inteligencia es demostrarnos que siempre se está aprendiendo, señalarnos qué vale la pena leerse y darnos a entender, con Brougham, que la gente culta es posible que sea fácil de gobernar pero difícil de esclavizar. Comparte entonces el escritor sus entusiasmos sin la fuerza del egoísmo, sin mezquindades sobre lo que conoce del mundo y de la vida y ante todo demuestra su vigencia, su capacidad para mantenerse sobre el lomo del conflicto y el alma de los libros, entendiendo con Franklin que uno permanece si escribe algo que vale la pena leerse o valga la pena escribirse. A pesar de que varios se confederen aún para atacarlo, lo que queda claro es que quien ha merecido honores y soportado injurias, todos saben que honra la palabra, la imaginación como el ojo del alma y la independencia como una fortaleza, no quejándose nadie de su memoria ni de su juicio ni de su capacidad vigilante, laboriosa y atípica, cargada de meditaciones, lecturas, pensamientos, críticas, sosiegos y desesperanzas, lo que comprobarán al leer este libro que está habitado de artículos de lujo.

UNA TERTULIA CON WILLIAM OSPINA


Como siempre, las tertulias con William Ospina tienen la magia envolvente de la seducción que produce el conocimiento y la sencillez para expresarlo. Durante años, cuando el merecido prestigio todavía no lo envolvía plenamente, tuvimos la ocasión de ver amanecer bajo la magia de la conversación sobre literatura y nos íbamos con él a los túneles hermosos de la historia. Siempre ha sido un recorrido apasionante y aleccionador, no sólo por lo portentoso de su memoria sino por la manera en que va engarzando los tiempos y los temas. Regresa cada cierto tiempo al terminar alguno de sus libros y la cita placentera es inaplazable. El viernes, por ejemplo, de nuevo en Ibagué, nuestro autor recibió homenajes de la Asamblea del Tolima, la alcaldía del Fresno y el Senado de la República en acto presidido por el gobernador Oscar Barreto y los rectores de la Universidad del Tolima y la Cooperativa. Con un Centro de Convenciones atestado y la expectativa de los asistentes, el poeta expresó sus vínculos afectivos con la tierra, mientras en primera fila sus ancianos padres y dos de sus hermanos aplaudían como todos pero con un  orgullo prendedizo. Es la emoción de la tierra frente al triunfo de uno de los suyos bajo la pasión solitaria de la investigación y la escritura y el testimonio triunfante de sus libros. Largas filas de gente del Fresno, sus danzas y sus admiradores aguardaron con paciencia para tomarse una foto o recibir el autógrafo en la primera página de su último libro sobre Simón Bolívar. Después de que él escribiera su columna dominical para el Espectador, la reunión se hizo en casa del prestigioso abogado Jaime Salazar, su condiscípulo, con no menos de doce personas cálidas, como el dueño de casa, donde la música y el vino, la comida y el afecto de otros tiempos envolvió la tertulia. Siete horas transcurrieron sin advertirlo entre las evocaciones de la tierra de su padre con aquellas reminiscencias deliciosas de los pueblos de montaña, los detalles y la crónica de provincia con sus ingenuidades y su gracia, el protagonismo de Julián Santamaría, un personaje inolvidable y culto dedicado a la pintura y la escultura en Barcelona, además de encarnar a un sólido compositor e intérprete, sin contar aquí su tarea como sacerdote en el Fresno y las travesuras comunes de la adolescencia. La fraternidad era la reina, la conversación interactuada parte del jubileo y la música entre actos ofrecían un variado y ameno clima de alegría. Ahí William Ospina saboreando un whisky y entonando canciones que todos nos sabíamos, polemizando sobre la telenovela que se hace sobre la Pola y hablando de Nariño, lo veíamos gozar de la amistad de sus viejos amigos, como si el cansancio no se le arrimara y le diera lo mismo partir horas más tarde para Mariquita, de allí a Cali y Medellín y luego ir a Londres y a Paris para cumplir sus compromisos. Grato es ver cómo la pintura, la música y la literatura generan hombres insignia que sacan la cara por el país y el departamento y que terminan  ofreciendo un bello ejemplo. Esperaremos su regreso en diciembre donde seguramente nos contará de sus avances en La serpiente sin ojos, la última novela de su trilogía donde la historia se vuelve actual por más remota que se encuentre.  Un escritor es un investigador y el poder de la literatura continúa dándose en la resurrección de la novela histórica para hacernos volver los ojos hacia hechos y protagonistas olvidados e inclusive ignorados. Lo claro es cómo William Ospina continúa consolidando su carrera internacional que cada día es mayor para nuestra fortuna.
OTRAS CURIOSIDADES DE IBAGUÉ
Antigua Plaza de Bolívar de Ibagué
Mucho antes de alcanzar su gloria y de escribir su obra cumbre, para 1904 José Eustasio Rivera pasea por los establecimientos educativos como inspector de educación, un año después de haber sido fundado el primer banco comercial del Tolima por Marcelo Barrios, expresidente del Estado Soberano y con la ayuda de capital francés. Todo parecía tranquilo aunque con los ecos dolorosos de la Guerra de los Mil días que se terminó en 1901, cuando en 1905 el gobierno del general Rafael Reyes divide al Tolima Grande por medio de la ley 46 que crea el departamento del Huila. Es por esa época, hace ya 106 años, en que durante la alcaldía de Jesús Arbeláez Echeverry se sembraron los hoy más que centenarios samanes, ceibas y cámbulos, constituyéndose un hecho glorioso, como lo cuenta Camilo Pérez, el arribo de la luz a Ibagué, 1908, evocando de qué manera numerosas personas durmieron en las calles para no perderse el espectáculo del montaje de la planta eléctrica, la que pasó en 1916 a Laserna y Cía. Muchos hechos quedarían registrados a partir de 1911 cuando un hijo de El Líbano, del norte del Tolima, precisamente Aníbal Quijano Gómez, funda el semanario El Cronista, cuya trayectoria ennobleció el periodismo de la región y tres años más tarde rodaba por la ciudad el primer automóvil que pocos días después arrolló a un joven que murió instantáneamente. Todo parecía avanzar y no faltó la inauguración de hoteles como el Europa, 1917 y el Lusitania, 1918, la llegada del primer carro Ford tres patadas, generándose una fiesta al aterrizar en Belén el primer avión que venía de Girardot. Son los tiempos en que el departamento cuenta con 328 mil habitantes y su capital con 30.255, convirtiéndose en polo de atractivo para que por ejemplo Marco Fidel Suárez en su calidad de presidente visite la ciudad acompañado de sus ministros Esteban Jaramillo y Jesús del Corral, junto al poeta Carlos Villafañe. Tantas emociones juntas despiertan la solidaridad  de la colonia libanesa encabezada por José Chalita para donar la estatua de Bolívar que hoy se encuentra en el barrio Libertador.  Por el año 1924 las tienduchas del centro ven cotidianamente a Porfirio Barba Jacob quien reside por tres meses mientras visita a su hermana y sus sobrinos y bebe y fuma marihuana, precisamente por los días en que un titular anuncia el crecimiento de una urbe porque alcanza diez barrios, al tiempo que registra la llegada de María Cano quien prepara un congreso obrero nacional. Igual que la alegría por la llegada de la luz, llega el teléfono a Ibagué en 1927 y las señales de avance obligan a que un año después se contrate la construcción del parque Murillo Toro en homenaje al tolimense que gobernó a Colombia en 1864 y 1872. Ya se calculan sesenta mil habitantes en 1929 cuando se construye el edificio Urrutia, hoy Universidad Cooperativa y en 1934 se inicia la construcción de la planta Hidroeléctrica de Mirolindo,  Juan María Arbeláez, Eugenio Varón y Floro Saavedra fundan el periódico conservador El Derecho y en el mismo año muere a los 59 de edad el maestro Alberto Castilla en un acto que conmueve a la ciudadanía. La inauguración del Conservatorio, la fundación del colegio Tolimense y la salida al aire de Ecos del Combeima en 1935, comienzan a agregarle valores a Ibagué como para que se funde en 1941 el cuerpo de bomberos, en 1942 la casa del niño a la que asisten Eduardo Santos como presidente de Colombia y el chaparraluno Caicedo Castilla su ministro y que hasta se den actos que pretendan universalizarla como el del 12 de mayo de 1945 donde el departamento decreta dos días de asueto, lunes y martes, por la rendición de ejército Alemán que conmemoran con desfiles por sus calles principales. 24 meses después, 1947, ya empezamos a sentirnos grandes al inaugurarse no sólo el aeródromo Perales para los aviones de Saeta, Sociedad Aérea del Tolima, sino la clínica Minerva auspiciada por los doctores Daniel de la Pava, Eduardo de León, Eduardo Kairuz y Jaime Varela, sin que las previsiones falten porque un nuevo cementerio en el barrio las Brisas también se inaugura, aunque hasta la fecha no se sepa el nombre de los primeros muertos. Y el ingrediente que faltaba para estar grandes, como lo fue la Feria del Libro y el salón de Artistas Tolimenses encabezado por los hoy pintores clásicos Julio Fajardo, Jorge Elías Triana, Darío Jiménez y Carlos Granada. Pero tantas emociones juntas no duran para siempre porque la violencia muerde en forma brutal y aquel 9 de abril de 1948  los incendios destruyen parte de la fachada de la ciudad. Es en 1951 cuando el censo arroja 98.695 habitantes, quintuplicados sesenta  años después y el tope académico se agranda al ser inaugurada en 1955 la Universidad del Tolima, así como se empieza el cinemascope en la Teatro Tolima con la película El manto sagrado que aún transmiten por los canales en época de Semana Santa. Al arrancar el Primer Festival Folclórico en 1959 la ciudad parece tomar un nuevo aire, mucho más cuando empieza el Museo de Arte Moderno con cuadros de Obregón, Gómez Jaramillo, Jorge Elías Triana y Ramírez Villamizar, para ser testigos de un cuento de hadas en 1962 con el matrimonio de un torero y una reina al casarse Pepe Cáceres con Olga Lucía Botero y la modernización de entonces para ingresar al progreso cuando Pacho Peñaloza inaugura la primera planta de gas con doce mil galones. Faltaba el circo y aparece el Egred hermanos con las águilas humanas, los hermanos Gaona y Ricardo, uno de ellos que es figura mundial, lo que quieren alcanzar los coros del Tolima al emprender su gira por Europa en 1964. Ya el censo de población nos sube a 160.400 habitantes, se empieza el primer Festival de Cine Colombiano, Pedro J Sánchez, el león del Tolima gana la XVIII vuelta a Colombia en bicicleta en 1968 y un año después el novelista Héctor Sánchez obtiene el Premio Nacional de Novela Esso, Luis Alberto Gamboa termina la Casa del maestro y en Ibagué se tiene la oportunidad de ver luchar a Santo, el enmascarado de plata. Queremos despegar y los IX Juegos Nacionales se inauguran en 1970 tras haberlos aplazado seis veces, escenarios que visita en 1973 Mario Moreno, Cantinflas, a quien el Instituto Ibagué fundado por el padre Idrobo le otorga el título de Maestro Honoris Causa.  Ya somos para entonces 204.810 habitantes según el censo y la alegría es grande cuando en 1974 el Deportes Tolima es campeón de chicos,  Jorge Elías Triana inaugura el mural sobre los Pijaos en la gobernación que está tan descuidado, se clausura el diario El Cronista en 1977, empieza el Primer Concurso Polifónico Internacional, muere el 24 de noviembre Eduardo Collazos y en 1979 la campaña de alfabetización que hace el Tolima rompe la cifra del 11% que no sabía leer ni escribir
CURIOSIDADES DE IBAGUÉ EN SUS 460 AÑOS
Ibagué tiene, para el 14 de octubre, 167.900 días de fundada. Durante todos esos días y todas esas noches muchos la han cantado y contado porque lo que hoy disfrutamos no se hizo de un momento a otro, ni ha sido producto de un milagro. Es el esfuerzo de varias generaciones. Los primeros en describirla fueron los cronistas coloniales. Fray Pedro Simón dijo que Ibagué era “una región apacible y serena en un valle ameno y deleitoso, toda la vida una primavera”. Juan Lozano y Lozano señaló que en esta ciudad se siente “un aire de música en la noche, un rosal que se desborda sobre la cara de bambúes, una ventana que se entrecierra suavemente”. Tierra buena, solar abierto al mundo, según Manuel Antonio Bonilla. Camilo Pérez la ennoblece al expresar que en Ibagué fue la ciudad donde Dios cantó un bambuco. Víctor Hugo Triana sostiene que el único acto noble e importante de López de Galarza fue haber fundado esta ciudad. El conde de Gabriac, que en efecto sí existió y dejó varios libros, la llamó ciudad musical. Otros la han bautizado como Ciudad de paso. Lo claro es que Ibagué ha tenido muchos nombres en 460 años y cada uno de ellos, salvo el de musical, tuvo su momento de esplendor y finalmente de olvido. Ciudad cuartel, la llamaron los españoles porque fue fundada más como puesto militar de avanzada para construir un nuevo camino hacia el occidente del país, más conocido como el camino del Quindío. Para los Pijaos fue Ciudad asalto, porque hace 404 años, el 19 de julio de 1606, tras anteriores acometimientos de importancia, los Pijaos asaltaron la población, quemaron las tres iglesias que había y sesenta casas. Debió haberse llamado ciudad milagro, como Armenia. Ciudad nostalgia, según Policarpo Varón. Pueblo con maquillaje de ciudad, según Gregorio Rudas. Vieja mi querida vieja, Ciudad madre, declara Emilio Rico..yo que madre no tenía. Ciudad de forasteros, dijo alguien en los años veinte por tanto inmigrante. Ciudad de Aires, la bautizó un publicista cuando nació la aerolínea. La ciudad del arroz, la llamó Fidel Castro. La capital de la envidia, de acuerdo a un titular de 7 días. La ciudad donde está el coro más grande del mundo, dijo Germán Santamaría. Ciudad goterera, porque con el desastre de Armero la beneficiada fue Ibagué con la ley de excepciones. Otros burlándose la llaman Ciudad de clubes: casa club, club de caza y pesca, club de suscriptores del Tiempo, club deportes Tolima, club de empleados, club de la cooperativa de maestros, club de San Simón, hubo hasta club del clan, club urbano, club de leones, club kiwanis, club rotario y   club de admiradores de Pedro Infante. Sin embargo, por encima de estas circunstancias, Ibagué ha sido muchas veces cantada. Ibagué tuvo 350 años de soledad antes de que surgiera un escritor de la tierra. Todos los que la refirieron primero son autores de otra parte. Al fin y al cabo hace sólo 277 años se fundó la primera escuela pública cuyo profesor fue José Henríquez de Orduña, luego alcalde de segunda vara. Y han transcurrido 445 años desde que se fundó el convento de Santo Domingo donde se enseñaba religión y luego fue abandonado por 160 años. Hace 209, si partimos de 1801, Ibagué fue diezmada por la viruela que dejó sin vida a las dos terceras partes de la población, un año después de que pasara por aquí el sabio Humboldt y se alojara en una casa ubicada en el hoy parque Murillo Toro donde una hermana del sabio Caldas. Tres años después de la hecatombe por la viruela se aplicaría la primera vacuna en el país, como para que en 1824, cuando cruza Simón Bolívar por Ibagué, todo lo demás fuera un mal recuerdo. Pero no quedaron atrás porque en 1827, hace 183 años, la localidad sufrió un devastador terremoto que igualmente redujo a escombros  gran parte de lo construido hasta ese momento, frenando el  desarrollo urbanístico de la incipiente población. Desde cuando en 1822 decretara el vicepresidente Santander la fundación del colegio San Simón, han transcurrido 188 años, transformando su antigua gloria y orgullo en posición de poca  monta por su puesto a nivel nacional y por el desalojo de sus múltiples y grandes propiedades que fueron vendidas sin pena ni gloria. Aquella Ibagué fue censada en 1870, hace 140 años, y la ciudad contaba con más de diez mil habitantes. Ya casi al finalizar el siglo, en 1895, muere en medio de la pobreza el más grande escritor romántico de América Latina, Jorge Isaacs, y durante los 115 años de su muerte aún se levanta como un monumento a la desidia la reconstrucción de su casa que podría ser un gran museo. Lo que permanece intacto son sus 1285 metros sobre el nivel del mar, sus 1498 kilómetros cuadrados y los 450 de zona plana. La plaza de Bolívar, el corazón de la ciudad que tuvo los más diversos empleos, es hoy un bello símbolo y pocos recuerdan que allí estuvo el mercado semanal, que fue abastecedora de agua de los tinajeros y las empleadas domésticas que iban a la pila y donde se celebraron ferias pecuarias, retretas musicales, carnavales populares y manifestaciones públicas de gran envergadura. Allí con una hermosa catedral, evocamos cómo en 1900 con Ismael Perdomo como primer obispo de apenas 31 años, nuestra ciudad accede a la jerarquía de diócesis. Tenemos muchos problemas pero en  fin, somos felices de tener ciudad y no como los habitantes de Armero que hace ya 25 años la perdieron para siempre.
EL DOCUMENTAL DE FLORIBERTO CARDONA
Ese mundo desconocido de la cotidianidad del indígena de hoy en el Tolima, tiene ahora un vigoroso documental. Ahí están palpitantes las costumbres milenarias que han sabido preservar por encima de leyes y persecuciones. La columna vertebral gira alrededor del proceso detallado para preparar la chicha, esa bebida espirituosa producto del maíz enarbolada como tradición. El caso se presenta mediante la familia Tique en el municipio de Coyaima y pudo ser gozado en el quinto Festival de Cine de Provincia que entre el 7 y el 9 de octubre se proyectó en el teatro Tolima. Un lleno total que aplaudió la realización, expresaba el júbilo de un aprendizaje y un divertimento, al tiempo que ofrecía su beneplácito por el ibaguereño Floriberto Cardona, un ya veterano constructor de parte de la memoria de la tierra. Si bien es cierto fue la fotografía el inicio de su carrera, también lo es que desde hace dos décadas empezó su pasión por los documentales y que ahora, bajo su entera responsabilidad, deja una impronta y un valioso testimonio de su tarea creadora. Esta prueba excepcional tiene olor a campo y a humo, a paisajes  logrados impecablemente y a la evidencia tipificadora de la piel cobriza y su manera de sobrevivir en el campo bajo el ambiente del subdesarrollo. La agilidad profesional con que maneja los planos siempre cambiantes en un mundo que parece estático en la repetición, ofrece en contraste con otros trabajos similares en Colombia una acción que dinamiza y provoca la atención desde el principio al fin. Pero no se trata de un milagro porque está detrás de todo una investigación rigurosa de no poco tiempo, una profundidad que nos remonta a la historia y una audaz pericia para volverla presente. Centenares de horas invertidasen viajes, lecturas, preparación, reflexiones y consultas, lo mismo que en dinero de su propio esfuerzo sin apoyo oficial, dejan por fortuna un resultado feliz sobre un universo inexplorado del que no teníamos sino información superficial. Floriberto Cardona, autor de ensayos y crónicas, cuentos y fotografías, puede estar seguro de haber cumplido con sí mismo y con el departamento porque su documental titulado Chicha Kopah, empezará a ser indispensable cuando se realice el inventario nacional con profesionalismo en este campo. Debe destacarse igualmente la nitidez del sonido de la producción, siempre tan defectuoso en América Latina, sin olvidar que la oportunidad feliz que ofrece este quinto Festival de Cine de Provincia  dinamiza a Ibagué y le ofrece una alternativa cultural necesaria que debe continuar con el apoyo de todos los sectores, mucho más cuando presenta una selección de las mejores realizaciones audiovisuales en el país en los géneros de ficción y documental. Nos resta el aplauso desde el centro del corazón para FloribertoCardona, entrañable amigo de sueños y proyectos y para los plausibles organizadores de esta valiosa muestra. 

PREMIO NOBEL DE LITERATURA

Vargas Llosa quiso conocer Ibagué.
Carlos Orlando Pardo, Mario Vargas Llosa y Jorge Eliecer Pardo
Las tardes de aquel marzo en el Cali de 1972 son calorosas y el sol parece brillar más con la presencia de famosos escritores latinoamericanos. Ahí entre ellos está Mario Vargas Llosa de apenas 36 años y mi hermano Jorge Eliécer y yo cruzamos la línea de los 23. Una grabadora que pesa varios kilos y es enorme nos sirve para conversar con él en nuestra habitación del hotel Intercontinental adonde estamos invitados al Congreso de Literatura que organiza Gustavo Álvarez Gardeazábal. Nos acompaña Germán Santamaría y con él el descomunal peruano que está por publicar La tía Julia y el escribidor. Nos habla durante tres horas de la subcultura y su carrera literaria mientras prueba un té helado, mueve las manos para darse fuerza y no tiene timidez para contarnos secretos del oficio. Toda su obra la habíamos leído con la devoción de acólitos por el Papa y se agrada de cómo gente joven, aprendices de escritores entonces, nos sepamos casi de memoria sus personajes y sus libros. Eso no es nada, le digo. En Ibagué, en el barrio El Salado, existe la Casa Verde, un prostíbulo en homenaje a su novela que tiene el mismo nombre. Le decimos cómo las mujeres lo han leído y existe en una pared un afiche con su imagen. Quiero conocerlo, no duda en decir y luego pregunta cuánto se gasta de Cali a esta ciudad sobre la que le hablamos. Mi hermano Pablo a quien contactamos no duda en organizar el sitio y cuando estamos a doce horas del viaje, una llamada que le anuncia la muerte de un pariente lo hace desistir. Un día iré a Ibagué, concluye y elogia a Eduardo Santa cuya biografía sobre Uribe Uribe le ha servido tanto para escribir su tesis sobre García Márquez. Años después nos tropezamos con él en Barcelona y hace poco menos de cinco en Bogotá donde lo entrevistamos para dedicarle dos programas televisivos en Hablemos de…que hacíamos con Alberto Duque López y Germán Santamaría. Ahorael júbilo nos inunda con la noticia de su premio Nóbel, el sexto para América Latina luego de Gabriela Mistral, Miguel Ángel Asturias, Pablo Neruda, Gabriel García Márquez y Octavio Paz. No en vano ha publicado cincuenta libros, 19 entre cuentos y novelas, 21 de ensayos, 9 obras de teatro y una película. Nos resta invitar a la lectura de un intelectual en mayúsculas que desde los 21 años publicó su primer libro y a los 27 era ya una figura continental cuando ganara con La ciudad y los perros el premio Biblioteca Breve de Seix Barral, la casa que catapultara a todo el boom de la literatura latinoamericana donde estaban Carlos Fuentes, Juan Rulfo, García Márquez y él mismo entre otros. Con este premio, independiente de los muchos doctorados que ha recibido de las más prestigiosas universidades del mundo, la mirada del continental hacia nosotros será de nuevo vigorosa. Goza nuestra narrativa de excelente salud y es ella la que ofrece una visión positiva frente a toda la tierra.