JOSE ALBERTO MOJICA:
PERIODISTA TOLIMENSE QUE TRIUNFA INTERNACIONALMENTE
Por: Carlos Orlando Pardo
Mientras ocurren registros desagradables en el manejo que  algunos medios ofrecen de las noticias locales bajo el principio de la malquerencia y el odio visceral como consigna, las nuevas generaciones de periodistas tolimenses logran un destacado alcance latinoamericano. Es el caso de José Alberto Mojica, comunicador graduado en la Universidad de Los Libertadores y oriundo del Líbano, quien fuera seleccionado por la Universidad de Guadalajara como uno de los catorce mejores cronistas de América Latina.  Con poco más de treinta años, este joven profesional que trabajara primero en Tolima 7 días, es redactor de la sección Vida de Hoy en el diario El Tiempo y fue escogido en el concurso por la Escuela de Periodismo Portátil y la Universidad de Guadalajara, en México, en alianza con revistas especializadas de la tierra azteca, Perú y Chile, en busca de difundir las nuevas voces del periodismo narrativo en castellano.El informe del diario nos refiere que se presentaron 245 crónicas inéditas de veinte países, y  Mojica fue exaltado por su historia 'Las pollas, niños travestis', un trabajo periodístico de largo aliento que aborda una problemática hasta ahora desconocida en el país, un grupo de niños de la ciudad de Cali que son explotados sexualmente como travestis. Después de ocho años en el periódico, la crónica será publicada en la revista Don Juan y surge como un reto para un coterráneo que abre su camino al estilo de lo que hiciera Germán Santamaría en sus comienzos. Su cubrimiento sobre la tragedia de Haití bajo la inclemencia del terremoto, el rescate de los 33 mineros en Chile y la boda silenciosa entre dos sordomudos, por ejemplo, reflejan su ojo de reportero, su lenguaje preciso e iluminador, la investigación sesuda y el desarrollo de sus noticias con la proyección de los grandes. El libro de distribución internacional con los catorce textos se encuentra en proceso de edición y con él el testimonio de cómo el estudio permanente, el equilibrio y el talento de los nuestros abre las compuertas del mundo para sus historias. Para quienes hemos sido sus amigos desde el comienzo de una carrera que ya anunciaba luces en este comunicador que además integra un dueto musical con su hermana, quedan suficientes motivos de orgullo por su inscripción en las ligas mayores y para mostrarlo como un ejemplo a quienes estudian esta carrera en dos universidades del Tolima.   
CINE, LIBROS Y ANALFABETISMO
Tanto en las crónicas de Narnia que acaba de estrenarse como en la última película de Harry Potter, las aventuras parten no sólo de la vida misma sino de los libros. Son ellos la clave del comportamiento mágico y las conductas de la fantasía. Pareciera cumplirse la sentencia de Cervantes que dice cómo, quien sabe leer sabe ascender, así como quien sabe escribir sabe volar. Todo ese mundo de lo asombroso que raya exactamente en lo fantástico, cubre de emoción a niños, jóvenes y adultos de diversos lugares del mundo. Existe el eterno enfrentamiento entre el bien y el mal y las escenas de prodigio regresan a recrear el mundo donde ya nada parece sorprender. La clave de todo modos parte de esa extensión de la memoria que es el libro, sobre cuya existencia en el futuro corren demasiados rumores alrededor de su desaparición. Los profetas de desastres que no entienden cómo los otros medios de comunicación son alternativas y no reemplazos, anuncian su sepelio. Tales actos inocentes por más argumentos que quieran endilgarle, no le quitan jamás la trascendencia ni a la lectura ni a los libros. Mario Vargas Llosa, por ejemplo, al recibir el premio Nóbel de literatura, señala en su discurso que aprender a leer fue la cosa más importante que le ocurrió en la vida. Esta tarea constructora de la personalidad y que modifica la conducta humana, en sin más vueltas definitiva en la existencia. Los pueblos donde el libro no es un artículo de lujo sino uno de primera necesidad, van encabezando el desarrollo de la tierra, mientras que los otros, donde no se puede o no se quiere, caminan a la saga y deambulan entre las tinieblas. Por eso es muy significativo lo que acaba de ocurrir con las pruebas nacionales hechas a los estudiantes, donde se demuestra que ellos no saben leer, no entienden lo que leen y su rendimiento nacional está por debajo del 50%.  Tamaño despropósito y horroroso fracaso al que debemos ponerle todo el cuidado con este lamentable diagnóstico, mucho más, cuando a todo parecer, existen tres grados en la condición de analfabeto. El analfabetismo "por impotencia", de quien no conoce las letras; el analfabetismo "por inacción", de quien, conociéndolas, no pone en ejercicio ese conocimiento o sea que no lee y el analfabetismo "por incuria mental", que así puede ser llamado al de los individuos que no leen más de lo que de ellos exigen sus diarias ocupaciones negociosas o profesionales. En cuanto a la primera, contamos en el Tolima con la rutilante cifra de más del 11% en una población de 15 años o más y un 60% de instituciones educativas en categoría baja, inferior y muy inferior. No creo que la culpa la tengan los maestros sino ese rutilante descuido de los muchachos de ahora por leer, por cuanto se les hace aburrido, bostezan y es más para ellos un castigo que una diversión. Claro que no sería de asombro si recorremos algunos guarismos que nos indican por ejemplo cómo,  más de dos mil millones de personas -un tercio de la humanidad- no dispone de electricidad; cuatro de cada cinco habitantes del planeta no ha utilizado jamás un teléfono (existen más líneas telefónicas en el barrio de Manhattan, en Nueva York, que en toda el África sub-sahariana) y más del 90% de nuestros contemporáneos nunca navegó por Internet, otra manera del analfabetismo para los tiempos que corren. Respecto a la gente que no sabe leer ni escribir en el departamento, no se conoce aún una estrategia que salve de tamaña oscuridad a once habitantes de cada cien para romper esa fractura que debe apenar a cualquier sociedad que se precie de tal. En relación a la última,  hace unos tres años, en Ginebra, bajo los auspicios de la ONU y de la Unión Internacional de las Telecomunicaciones (IUT), se reunió  la primera Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información con un objetivo preciso: reducir la fractura digital, ese abismo que separa a los países altamente equipados en informática y electrónica de aquellos que aún están en la prehistoria de Internet. En una sociedad del conocimiento y del saber como la nuestra, estas carencias resultan fatales y contribuyen a mantener el retraso de muchos países pobres. Por eso, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ha insistido en que una de las maneras de combatir el atraso y la pobreza consiste en reducir esta fractura, la que con un progreso ideal debería desaparecer de aquí al 2013. La Cumbre de Ginebra, trató de insistir en la necesaria cooperación internacional y la indispensable solidaridad electrónica entre los pueblos. La declaración final, firmada por los 191 estados miembros de la ONU y que tiene el valor de solemne compromiso internacional, constituye una especie de Carta magna de la sociedad de la información y propone un programa de acción que deberá ser puesto en práctica en los dos años venideros. Nosotros para los dos temas conservamos esa actitud de dejar pasar la vida y la historia al frente de nuestros ojos sin que intentemos participar en la ayuda mínima para cubrir tanto vacío. Debemos empezar por dar ejemplo para volver a los tiempos en que la cartilla se llamaba La alegría de leer.
PIEL DE LA CIUDAD:
EL NUEVO LIBRO DE CAMILO PÉREZ SALAMANCA
Por: Carlos Orlando Pardo
Camilo Pérez Salamanca
Las ciudades siempre esconden secretos para todos los tiempos, pero sólo gracias a investigadores acuciosos logramos llegar a los rincones íntimos y asistir asombrados al descubrimiento. Es en aquellos textos donde se rebela un mundo subterráneo y apasionante, provocador y lleno de lecciones sobre el comportamiento y la conducta humana. Sin lugar a la duda, es lo que sabiamente ha logrado el escritor Camilo Pérez Salamanca a lo largo de una serie de obras sobre la capital del Tolima, como si en verdad la redescubriéramos y otros fueran los rostros y los protagonistas en el espejode sus historias.
Fue en el año 2007 cuando el autor  inició la publicación de cinco libros alrededor de la historia escondida de Ibagué, donde lo clandestino deja de serlo y como si únicamente, a través de la literatura, pudieran tomar protagonismo personajes anónimos y desconocidos hasta ahora.
La inquietante serie que parte de Inquilinos del novecientos, continúa en el 2009 con Para contarle al olvido y sigue en los textos con El grito del Amée, convierten a Camilo Pérez en el gran cronista contemporáneo de su ciudad natal y en el buceador experto de sus pasos a lo largo de diversas épocas.
El viaje por sus páginas nos deja muchas enseñanzas y reflexiones, permitiéndonos entender y respondernos sobre muchos de los orígenes de la conducta de los ibaguereños. La parte sumergida y hasta ahora oculta que narra Camilo Pérez, es lo que vuelve sus libros textos muy particulares. Aquí no se trata de la magia de la ficción sino de la ficcionalización de la historia a través de relatos y crónicas no exentas de nivel poético y producto de un largo y paciente recorrido por documentos y periódicos antiguos. Es el resultado de una pasion y el testimonio inequívoco de una ofrenda amorosa y vital.
Mientras aparecen publicados los otros textos de su quinteto, Camilo Pérez vuelve ahora de nuevo a entregarnos un libro titulado Piel de la ciudad, mapa mental de Ibagué. Parece un volumen en clave que sólo pudieran entenderlo viejos habitantes de la ciudad. Sin embargo allí están las pistas y la descripción contundente de los personajes de antaño y de hoy paseando por los mismos escenarios  a través de crónicas poéticas, de reiteraciones y de pistas para armar la cotidianidad de todos los tiempos en esta capital. Son como las huellas de un largo itinerario en donde el autor homenajea a la ciudad reconstruyéndola, pero donde en esencia rinde culto a sus amigos y a la gente que sin haber conocido bien lo impactó por sus pasos. Esta radiografía minuciosa construída con la dedicación y el cuidado de un relojero antiguo, se lee doblemente porque cada frase evoca un mundo desaparecido que con la magia de su palabra resucita para nuestro agrado de lectores y de habitantes de Ibagué. 
Sus 120 páginas son un mosaico de primera linea en ocasiones sobre personajes de segunda, pero que al fin y al cabo configuraron y configuran el paisaje de esta capital. Desentrañar barrios y lugares paradigmáticos, calles y avenidas, mujeres y recuerdos, músicos y poetas, politicos y funcionarios, es tarea de no poca monta y se requiere de un historiador avezado y cuidadoso, conocedor y casi sabio en este tema. El inventario feliz está dado y Camilo Pérez sigue dándonos motivos para quererlo y admirarlo más.