¿MORIREMOS DE SED?
Por: Carlos Orlando Pardo
No es sino mirar hacia nuestros ríos y quebradas para ver que, de los antiguos torrentes y aguas cristalinas, no queda ya sino el recuerdo. Nuestro futuro hídrico empieza a dejar ver las carencias en un tiempo cercano como si se aproximara una de las siete plagas de Egipto o parte de las advertencias del Apocalipsis. Mucho más cuando se sabe que una sexta parte de la población mundial -1.000 millones de habitantes-carece de agua potable y dos quintas partes-2.400 millones-carecen de acceso a saneamiento básico. Pero es más porque al día mueren 41.000 niños por consumo de aguas no tratadas. Si bien es cierto somos privilegiados en relación al mundo, el asunto es de alarma. En Ibagué, por ejemplo, como en el resto del planeta, la agricultura consume el 86 por ciento del total del agua dulce y desperdicia el 60 por ciento. Así las cosas, la contaminación, el cambio climático y el aumento de la población, dejará sin el indispensable recurso a miles de habitantes, en particular, como siempre, a los sectores pobres. La crisis del agua entonces debe ser mirada con demasiado cuidado. Si hablamos del Tolima, el río Magdalena, por ejemplo, recepciona aguas contaminadas de la mayor parte del país, lo que genera, entre otras cosas, la reducción de sus productos (ya la subienda es bajanda), y de las 80.000 toneladas que se pescaban allí, hoy la cifra alcanza tan sólo un diez por ciento, dejando en el desempleo y la falta de proteína a miles de compatriotas. Nuestros páramos y bosques que captan y almacenan agua, sufren de una criminal deforestación y mal uso del suelo como si arrasáramos sin piedad nuestro futuro. Por eso resultó buena para Ibagué la noticia de hace un año largo del proyecto Reserva Natural Ibanasca, que tres ONGs organizadas como unión temporal constituyeron para el manejo en comodato de parte de Cortolima y el IBAL, de la reserva Forestal productora Protectora “El Palmar, donde se haría el desarrollo sostenible del Cañón del Combeima y del Tolima. El predio que mide 1.859 hectáreas y se encuentra a 22 kilómetros del centro de Ibagué cumpliría la tarea de conservar, proteger, educar, investigar y recuperar sus recursos, a más de organizar otro gran centro ecoturístico. No volvimos a saber de  resultados sobre el proceso alrededor de nuestra joya del Cañón del Combeima, una reserva que hace parte del Parque Nacional de los Nevados y una de las más importantes del país. Hicimos fiesta cuando supimos de la gran importancia para la conservación de los ecosistemas andinos y la investigación científica, a más que las ocho quebradas que tributan al río Combeima, cuatro de las cuales nacen en la Reserva, harían parte, junto a otros proyectos, para nuestro maravilloso bosque de niebla. Por ahora lo que tenemos claro es del fastidio y el sufrimiento por la falta de agua en Ibagué como no ocurría en mucho tiempo. No creo que al alcalde Botero le guste para nada una situación tan bochornosa para la vida cotidiana de esta capital, pero algo malo ocurre con la ineficiencia en la prestación de este servicio público, lo que seguramente lo llevará a tomar medidas drásticas contra la ineficiencia de quienes son responsables de esta miseria transitoria. Antes también llovía o el verano nos dejaba con sed, pero el racionamiento no era tan prolongado. Tal vez nos toque poner más de moda el estribillo de Jorge Barón cuando pide agua para su gente. 
GLORIA VALENCIA DE  CASTAÑO
LA ETERNA PRIMERA DAMA DE LA TELEVISION COLOMBIANA
Por: Carlos Orlando Pardo

Carlos Orlando Pardo y Gloria Valencia de Castaño
La muerte de Gloria Valencia de Castaño priva al país y al Tolima de una de sus más destacadas protagonistas durante toda la última mitad del siglo pasado y enluta a quienes la admiramos con profunda devoción por sus logros y múltiples virtudes. Hasta finales del año dos mil la escucharon 16 emisoras del mundo a pesar de tener un sólo pulmón y duró más de 50 años en la televisión y 60 en la radio en sus 84 años de existencia. Nunca le faltaron sus premios como el recibido junto a su esposo Álvaro, distinguiendo su vida y su obra  en el certamen del Premio Simón Bolívar de Periodismo en su versión de 1995, título que había obtenido en 1987, El Catalina de Oro, el Nemqueteba durante cinco años consecutivos como la mejor animadora o el homenaje que en enero pasado le rindieran en la Feria Colombiatex por su trayectoria y aporte  al sistema de la moda en Colombia. Hace apenas cuatro años recibió la orden Garzón y Collazos de la Fundación Musical de Colombia.
En la década de los cuarenta, aquella hermosa adolescente ibaguereña arribaría a Bogotá para adelantar estudios de Filosofía y Letras en la Universidad de los Andes. Dejaba atrás la tranquilidad y el olor a provincia donde para entonces todos se conocían y quedaba adelante el desafío de comunicar los sueños, impactar con su amplia cultura intelectual y vincularse al mundo de las comunicaciones con sus extraordinarios ojos verdes. Por aquellos meses, Bernardo Romero Lozano, director del Teatro Dominical que dirigía en la Radiodifusora Nacional y veterano descubridor de nuevos talentos, no dudó un instante en encontrarlo en Gloria y la vinculó al programa que con pasión los capitalinos esperaban cada fin de semana.  La interpretación de las mejores obras de teatro tuvo a partir de entonces la voz pausada y melodiosa de una nueva actriz que empezó a destacarse entre el elenco, sin imaginar que iría a convertirse, muchos años después, en la primera dama de la televisión colombiana.

Gloria Valencia con Alfonso López, Carlos Orlando Pardo,
Dario Ortiz y la familia Pava
En junio de 1947 contrajo matrimonio con Álvaro Castaño Castillo, que luego sería como ella, otro de los grandes del mundo de la comunicación y, tan sólo con tres años de casados, se dieron a la tarea de crear una alternativa en el mundo de la radio. Una pequeña emisora de tan sólo un Kilovatio de potencia, un diminuto estudio con paredes de cartón y  espacio justo para una sola persona, no fueron impedimento para que el quince de septiembre de 1950 se inaugurara la H.J.C.K. Convertida en refugio de intelectuales y artistas, la prestigiosa emisora vio desfilar por sus micrófonos a personajes de la talla de Álvaro Mutis, Gabriel García Márquez, Abelardo Forero Benavides, Gerardo Valencia. Hernando Téllez, Lucas Caballero Calderón (KLIM) Aurelio Arturo, Jorge Rojas e innumerables escritores que han forjado la  historia cultural de país. De todas aquellas luminosas y trascendentales locuciones que hubiesen podido quedar en el olvido o en la anécdota, se tuvo el cuidado de organizar un histórico archivo de voces, conocido hoy internacionalmente. Cuando nació la televisión colombiana en 1954, todos aquellos calificados locutores o radioactores pasarán a conformar el inolvidable equipo de comienzos de la pantalla chica. Curiosamente, un día después de celebrarse el día del locutor, debe señalarse que ella hizo parte de la fundación de la Asociación Colombiana de Locutores y presentadores de la cual fue presidenta. Debe recordarse que en forma diaria los televidentes se acostumbraron a verla transmitiendo comerciales, concursos, y noticieros nacionales, ganando el título de la mejor voz femenina y en adelante no hubo evento nacional o internacional de importancia que se transmitiera sin ella. Fue entonces cuando la bautizaron como la primera dama de la televisión colombiana y su sonrisa en blanco y negro permaneció intacta a través de los años para inundarse de color cuando se modernizó el sistema en el país. Semanalmente, a lo largo de los años, presentó su famoso programa Naturalia donde el reino animal y vegetal aparecían con toda la fuerza de la naturaleza mostrando los secretos mejor guardados a través de milenios de evolución y adelantándose a la política del medio ambiente cuando aún no estaba de moda.  Sólo hasta hace poco se vio forzada a retirarse y a que su agenda siempre llena de compromisos no le dieran tiempo adecuado para su descanso, y aún así para olvidar los ajetreos sacaba espacio para sus nietos, leer a Borges o viajar a Europa a visitar museos o enterarse de las últimas novedades en música. Nos queda un enorme vacío por su ausencia, una profunda satisfacción por su ejemplo, un recuerdo imperecedero por su acción y un orgullo de tolimenses por haberla contado entre sus hijos.
SKÁRMETA Y EL PREMIO PLANETA DE LITERATURA
Por: Carlos Orlando Pardo
Conocí a Antonio Skármeta cuando la primavera estaba instalada en París por el año de 1980. El escritor chileno que acaba de ganar el premio Ibeoramericano de novela convocado por Planeta, tenía para  entonces la mirada perdida y no le era fácil la risa por su condición de exiliado en Alemania huyendo de la sangrienta dictadura de Augusto Pinochet. Contaba cuarenta años y los jóvenes de aquel tiempo lo conocíamos por haber sido ganador del famoso Premio Casa de las Américas de Cuba con Desnudo en el tejado en 1968, un año después de haber publicado su primer libro y tras una estadía en los Estados Unidos donde su tesis de postgrado estuvo centrada en la narrativa de Julio Cortázar. No le vimos por aquellos días su cara de actor y el rostro divertido que años después le observamos en su programa de televisión Libro abierto que llegaba para nosotros como una novedad, ni teníamos idea de sus estudios de teatro en el Actor’s estudio. Conocíamos de su actitud festiva cuando por los años 70 Germán Santamaría, acompañado de Luis Ernesto Lasso lo entrevistó en Santiago y se bebieron con él varias botellas de vino, asombrándose el escritor opita de escuchar al narrador deseando gastarse el premio de la revolución cubana en un casino de las Vegas. Cuando conversamos con él en una cafetería de la Universidad de la Sorbona con una escultura de Víctor Hugo adornando el patio en las afueras, la tristeza de haber perdido su país parecía inundarlo todo. Estaba ávido de dialogar con latinoamericanos y eran muchos en el encuentro que organizó la Sorbona para cuentistas del continente. Por ahí caminaban los tolimenses Héctor Sánchez y Magil, Hugo Ruiz y César Valencia Solanilla, William Ospina aún desconocido, y al otro lado de la calle mi hermano Jorge Eliécer y yo ansiosos de cumplir un reportaje con Juan Carlos Onetti, resumido en un sorprendente silencio durante hora y media en un bar porque no dijo una palabra más allá de pedir su vino blanco. 
La conversación que tuvimos con Skármeta estuvo centrada en la política con su participación en la Unidad Popular que llevaría a Salvador Allende al poder y en una historia sobre Pablo Neruda que entonces preparaba, sin imaginar que cinco años más tarde la leeríamos con el título de Ardiente paciencia y que se llamaría luego El cartero de Neruda traducido a muchas lenguas. Doce años pasaron para verlo de nuevo por televisión en su programa show sobre los libros, luego bautizado La torre de papel y nos divertíamos con su informalidad y el humor  quitándole el tinte solemne con que algunos asumen el oficio de escribir. Nuestra mirada no cambió en el seguimiento porque nos informamos de sus documentales y películas, de sus muchos premios internacionales, incluyendo el Planeta en el 2003 con El baile de Victoria y que acaba de repetir con su novela Los días del arco iris que esperamos pronto disfrutar. Regresó a Colombia en 1996 invitado por la Feria Internacional del libro en Bogotá. Una cena en el apartamento de Germán Santamaría fue la ocasión feliz para verlo de nuevo. La velada duró hasta las tres de la mañana cuando lo llevamos al hotel Tequendama donde se hospedaba. Las ocho horas de tertulia acompañados del poeta Jorge Valencia Jaramillo, Roberto Posada García Peña, el famoso Dartagnan y mi hijo Carlos, pasaron como un soplo. Durante largo rato nos contó de su experiencia soñada en la ceremonia donde entregan los Oscares, puesto que la película basada en su obra se había ganado meses atrás el de la música.  No nos imaginábamos que ese teatro lleno está así con extras contratados que sustituyen a los astros mientras llegan para no permitir el vacío que millones de televidentes ven desde sus casas. Tampoco que en el camino mientras llegan subidos en lujosas berlinas donde con sólo apretar un botón sale una botella de champaña, a lado y lado se sitúan artistas con la esperanza de ser descubiertos por un director para volverse estrellas de cine.  Lo suponemos repasando sus historias sobre el exilio protagonizadas por futbolistas jóvenes, celebrando en un hipódromo en una carrera de caballos que tanto lo entusiasman y haciendo de la vida una fiesta fuera de la melancolía que lo cubrió en Alemania donde estuvo quince años y a cuyos linderos regresaría como embajador de Chile, repitiendo quizá el ejemplo de Pablo Neruda y Jorge Edwards, quien varias veces nos habló de ese muchacho no tan muchacho que iba abriéndose camino firmemente en la literatura. Emocionado con la noticia de su premio, salgo a repetir la película del cartero de Neruda que conservo como una maravillosa lección sobre la poesía y la amistad, a volver a leer la novela que me dedicara entusiasmándome para que siguieran adelante mis historias y a brindar en su nombre con un café humeante. 
EL REGRESO DE JORGE GARCÍA
Por: Carlos Orlando Pardo
Ahora nos aparece como traído de ultratumba un nuevo profeta que dice tener las fórmulas para arreglar lo de la pobreza en el Tolima. Refiere su experiencia con la sorna de los descarados y dice cínicamente, como si por aquí no tuviéramos memoria, que quiere ser otra vez gobernante en estas tierras.  Pretende descrestarnos nuevamente escudado en su buena estatura y suponiendo que nosotros la confundimos con grandeza cuando es enana su medida mental. Gracias a los apellidos y por llevar los de su hermano ex Senador que sí tiene la dimensión de un hombre de Estado, intenta confundir los electores. Jorge García Orjuela (2004-2005), cuyo perfil era el de un técnico y un ejecutivo, terminó antes de tiempo su administración por haber sido declarada nula su elección al encontrarse inhabilitado para ella. Buena parte de sus electores se sintieron engañados porque el tema había sido ventilado públicamente con anterioridad por el abogado Orlando Arciniegas. Hizo García populismo  en todos los municipios, descuidando temas de interés como la crisis en la Universidad del Tolima o cobijar a más de 30 mil estudiantes que se quedaron sin terminar su año por falta de maestros. Para completar el cuadro de su administración, la misma Contraloría General de la República conceptuó, tras una laboriosa investigación, como “desfavorable”  la gestión en la Fábrica de Licores y la Lotería del Tolima. Al dejarlas en entredicho instaura la auditoría que estableció 46 hallazgos negativos en la licorera, entre ellas compras indebidas,  sobre costos en algunos contratos y no acatamiento de las normas legales. Señala la entidad que “se incumplieron las políticas de austeridad y racionalidad en el gasto, se registraron diferencias entre los valores ejecutados y registrados en el presupuesto y tampoco se acataron las disposiciones legales para su ejecución”. Y la lotería, durante el mismo período de García, desarrolló su actividad mostrándola “ineficaz, ineficiente y antieconómica”*[1] A su salida, el paisaje que mostraba el departamento hacia el futuro no era halagador. En nada se modificó el índice de pobreza del 64%, equivalente a más de 600 mil coterráneos y el de miseria sobrepasando el 27%. Si a toda esta vergüenza social le sumamos el ya famoso desempleo que iba entonces al 24% como para tener 50 mil ciudadanos sin oficio tan sólo en Ibagué, pero con niveles superiores en los municipios, el drama es superior. Para ir completando el panorama nos tropezamos con que los desplazados superaban la cifra de 20 mil y que fueron, como ya está advertido, más de 30 mil los estudiantes que se quedaron sin cupo en el gobierno de García. Para colmo de males se tenían grandes esperanzas en esa administración, pero la Contraloría General de la República la conceptuó como “ineficiente, ineficaz, antieconómica e inequitativa, excediéndose en los límites máximos de los gastos, incumpliendo las políticas de racionalidad y austeridad”. Con razón califican su paso por el Palacio del Mango como un ejemplo de politiquería clientelista y corrupta de acuerdo al entonces representante Hugo Ernesto Zárrate.  De todos modos lo cubrió en otro sentido la buena suerte porque el presidente Uribe por esta época dio comienzo a las anheladas obras de modernización vial del túnel de la Línea, la construcción de la doble calzada de Bogotá a Ibagué, el recomienzo del Triángulo del Tolima y la continuación del proceso de restauración del panóptico de Ibagué, como acciones excepcionales para el progreso del Tolima y el país, ante todo gracias a la labor de Álvaro Cuartas Coymat en la dirección de cultura y a la decisión del presidente Uribe en todos los temas.  Seguro cubriéndose de aciertos ajenos quiere regresar, pero los propios ya están a la luz y no habrá ingenuos que vuelvan a creerle. Su candidatura no es más que un chiste de mal gusto.
[1] diario El Nuevo día, jueves 21 de septiembre de 2006, página 5A
LA MUJER EN EL TOLIMA
Por: Carlos Orlando Pardo
Oportuno resulta exaltar a la mujer en el departamento ahora que se cumple su día en todas partes. En medio de discursos, flores, serenatas y elogios merecidos, continúan tapándose sus problemas frente a la discriminación y equidad, su poco espacio en la participación política que sigue siendo machista, las condiciones de vida indignas en una gran parte de la población  y la supervivencia de los factores de violencia contra ellas, lo que resulta aparatoso, mucho más cuando  en el Tolima un poco más de la mitad de la población está integrada por mujeres. El desconocimiento que tapa los problemas de discriminación en plena primera década de este siglo XXI, es el mismo que se ha tenido históricamente ignorando su ejemplar actitud en búsqueda del beneficio de la sociedad toda inclusive a costa de la propia vida. Si bien es cierto en la equidad de género se ha avanzado en el mundo y en el país desde hace unas décadas, en toda la historia de la humanidad, hasta ahora, se cumplen 100 años del reconocimiento de su día. Mi amada Jackeline Pachón en el primer ensayo que nos descubrió con rigor intelectual su paso desde los tiempos lejanos de la prehistoria hasta los días que corren y publicado en el Manual de Historia del Tolima, muestra en el balance del papel de la mujer en la región cómo se les ve enfrentar las reglas establecidas y luchando contra las injusticias con una importante participación en el desarrollo social, cultural y político del territorio. Muchas de ellas, afirma, se han perdido en el olvido inmerecido, pero abrieron espacios desde décadas anteriores a la conquista hasta los días que corren. Esta mirada de conjunto muestra su quehacer como parte de la lucha colectiva, al tiempo que se destaca su participación y contribución incondicional a las gestas de libertad y a la búsqueda de la paz, la justicia y la democracia. En el recorrido las encontramos como lo han sido en el mundo, algunas veces como diosas, mitos, esclavas, seductoras, brujas, heroínas, sirvientas, amas de casa, reinas, trabajadoras, o en general como seres a los que se ignora. Sufrieron y aún sufren la incontingencia del subdesarrollo como una imagen real de sojuzgamiento del trabajo, del parto, del matrimonio o del divorcio, del abandono o la explotación. El itinerario nos permite visibilizar prácticas discriminatorias y ordenamientos socioculturales que favorecen la inequidad, al tiempo que salta a la vista no sólo la diferencia ejercida en su condición social, sino que, por encima de una práctica de poder que legitima su injusta posición de dominada, se observa también una lucha por cambiar estas situaciones y unos movimientos que indican la ruptura frente a tal diferencia. Este trashumar las sitúa detrás del hombre como si la jerarquía, en su condición de seres humanos, apenas les correspondiera de ese modo y como si reconocerlas, por lo menos en lo equivalente, estuviera en contra de la moral. De nada parece haber valido que por ejemplo la Cacica Gaitana, muy nuestra, sea un símbolo importante de la cultura colombiana y como un mito aún de los indígenas. Trae referencia el estudio de Jackie a la presencia de Talima, una pitonisa de los Pijaos que los españoles tuvieron presa en Chaparral en forma inútil porque volaba por donde quería o la misma Dulima, una diosa raizal que los conquistadores quemaron en hoguera públicamente, para que al final de tanta lucha terminaran las pocas sobrevivientes en la servidumbre y en la esclavitud. No fueron escasas las que el período de la Independencia sacrificaron sus vidas en aras de la libertad y otras que fueron desterradas y que finalmente, después de un largo viacrucis, pudieran votar gracias al plebiscito de 1957, es decir hace poco más de medio siglo, marginándose muchas veces de este deber y este derecho espantadas por la corrupción política y con cierto asco hacia el ejercicio con tan despreciables ejemplos.  Hoy en su día debe recordarse que ella encarna lo mejor que tenemos y en el fondo lo que nos representa dignamente aún dentro de los mitos, leyendas y tradiciones populares como en el caso de la Patasola, la Candileja, la Madremonte, la madre de agua, la llorona, la muelota, la comadre del charco del Briceño y el ánima sola. Y que el aporte además del respeto, del amor sincero, de convertirnos en vigilantes de la no violencia intrafamiliar, sea acompañarlas solidarios en la búsqueda de la igualdad y en la lucha también por mejores perspectivas en la vida y la política. No se trata tanto que como en la ranchera no quede otro camino que adorarlas, sino sumemos sin tacañería solidaridad amorosa y permanente
EL SESQUICENTENARIO DEL TOLIMA
La Academia de historia del Tolima se prepara para celebrar el sesquicentenario del departamento. Como no todos los días se cumplen 150 años, la nueva Junta Directiva de la entidad estará haciendo presencia en todos los rincones porque debemos cumplir la tarea de identidad que se pierde en muchas ocasiones y nos deja nadando a la deriva. Con la presidencia y la primera vicepresidencia de los prestigiosos historiadores Álvaro Cuartas Coymat y Hernán Clavijo Ocampo, las reuniones tendrán altura académica, lo que no significa aburridas sino tertulias y simposios, publicaciones y encuentros que serán como el espejo dónde mirarnos para no sólo recorrer una etapa crucial en la construcción de nuestro territorio, sino para proyectar lo que seremos y lo que deberíamos ser tras aciertos y equivocaciones del pasado. El Tolima ha sido tan descuidado en su tradición, que hace poco más de un lustro nadie sabía cuándo era su cumpleaños. Gracias a la profunda investigación que realizara la Academia de Historia de nuestro territorio, se logró establecer, tras un año de deliberaciones, que fuera precisamente el 12 de abril, la fecha clave de nuestro nacimiento. Todo porque el general Tomás Cipriano de Mosquera, en el Alto del Raizal, cerca de Guaduas, soñando con el futuro, firmó un decreto que nos permitiera ser desde el punto de vista legal. Desde luego, dos mil años atrás, nuestros indígenas se movían como venados dueños del aire y de la tierra, había mitos, leyendas, costumbres, comida, lenguajes y un aroma de libertad que se respiraba en cada rincón de nuestro territorio. Con la llegada de los españoles en 1550, para muchos pareciera que es el comienzo de nuestra creación. Como todos los hombres de la conquista, impusieron lenguaje, religión y leyes, fundaron ciudades, distribuyeron territorios y se convirtieron en amos de nuestras fronteras. Desde hace apenas cinco años, el Tolima celebra su aniversario. Y si bien es cierto necesitamos recorrer nuestra historia para aprender de ella, también lo es que, basados en este diagnóstico, tenemos la obligación de proyectar nuestro camino. Es mucha el agua que ha corrido debajo de los puentes. Muchos los muertos, muchos los sueños, muchas las esperanzas, muchas las realidades y muchas las frustraciones. Fueron 28 los presidentes del Estado Soberano y han sido 92 los gobernadores hasta hoy, quienes acompañados de la clase política han forjado nuestras virtudes y nuestros defectos. De todos modos no fuimos hechos de la noche a la mañana sino somos el resultado de los esfuerzos de varias generaciones para gozar o sufrir lo que tenemos. Lo que parece importar ahora es no dejar que nuestros forjadores ingresen en el territorio del olvido ni que quienes están empeñados en nuestro presente y en nuestro futuro queden huérfanos de apoyo. Y es bueno afirmarlo porque apenas parece que hemos heredado de nuestros indígenas la antropofagia para comernos vivos y no para protegernos como bien se debiera. En síntesis, vale recomendar que no sólo la bandera vino tinto y oro se despliegue en instituciones y casas sino que tengamos el propósito común de desarmar los espíritus, de amar mejor la tierra y preguntarnos, como diría el presidente Kennedy, no qué puede hacer la patria por nosotros sino qué podemos hacer nosotros por ella. Encarnamos un pueblo joven, así contemos con los antiguos vicios de los viejos sin su altura ni su desarrollo. La bondad de cumplir años cuando se está vivo, como ocurre con el departamento del Tolima, no ofrece otra salida diferente a la del festejo porque somos un departamento que tiene más futuro que pasado.  
GERMÁN SANTAMARÍA Y SU VIAJE A PORTUGAL
Por: Carlos Orlando Pardo 
No hubo políticos en la ceremonia de posesión de Germán Santamaría que como embajador en Portugal se cumplió en la casa de Nariño. En medio de pocos invitados por no ser el periodista tolimense amigo del bombo ni la figuración social, el breve acto daba punto final a los aplazamientos que una y otra vez hizo nuestro también novelista como no queriendo desprenderse de su tierra. Lo vimos sereno y con la misma sencillez de siempre saludando a sus íntimos en compañía de su esposa y de sus hijas. Después de las palabras elogiosas del presidente Santos subrayando su talento, su corazón y su lealtad a lo largo de no pocos años, cualquiera podría pensar que luego se daría un coctel, una cena o una fiesta, pero en su caso, porque es literalmente abstemio, hubo sólo la reunión estricta de familia adornado con chocolate santafereño y tamales de la tierra. Desfilaron por mis recuerdos muchos de los capítulos de su vida cuando lo observé con emoción levantando su mano derecha para el juramento de rigor. Me parecía verlo en sus tiempos de estudiante de bachillerato cuando dirigía obras de teatro para festivales, por sus meses como estudiante de topografía en la Universidad del Tolima o en los días largos dedicado a organizar la biblioteca de la Contraloría departamental en cuyas horas libres leía de manera endemoniada. Lo examiné cruzando con sus primeras crónicas para el diario El Cronista donde ya mostraba sus potentes garras para el oficio con un lenguaje contundente y unos temas que entonces a ninguno podría ocurrírsele y lo escuché de nuevo, acelerado, sobando una mano contra la otra mientras hablaba con pasión de  Faulkner y García Márquez en un cafetín de la 19 cuando celebramos su Premio Internacional de Cuento en Cuba, muchos años antes de su premio Iberoamericano de novela en Chile con No morirás que fue llevado al cine por Jorge Alí Triana. Luego lo vi levantarse de su escritorio grande en el Incora desempeñado su tarea en la revista mientras cada quince días, cuando yo viajaba a la Radiodifusora Nacional para grabar mis comentarios bibliográficos, íbamos a almorzar a un restaurante barato en cuyo ritual le lanzaba siempre cien preguntas sobre autores y libros, porque en virtud a un duro golpe en la cabeza, un médico le dijo que podría perder la memoria y el ejercicio era cultivarla con encono. Al cabo de un año me dijo que no eran necesarios los interrogantes porque estaba curado definitivamente y ya salió a la revista Diners, en su condición de redactor, asombrando siempre con sus crónicas maestras que hoy estudian como clásicas en las universidades colombianas. Su paso al diario El Tiempo no se hizo esperar y tras negociaciones con don Enrique Santos, padre del actual presidente, se convirtió en una estrella cuando sus trabajos aparecían en grandes titulares de primera página. Fue un corresponsal de guerra y no hubo tragedia nacional o internacional que tuviera ausente su pluma maestra testimoniando los grandes hechos o las personalidades que protagonizaran una hazaña. Desde su primer trabajo sobre el río Bogotá donde afirmaba que “se arrastra como una serpiente leprosa”, obtuvo el Premio Nacional de Periodismo que habría de repetir en seis ocasiones, aumentando sus lectores cada vez mientras transcurrían sus doce años en el diario y las encuestas especializadas lo daban como el periodista más leído de Colombia. Luego fue jefe de redacción y director de la revista Diners por doce o trece años, al tiempo que figuró elegido presidente del CPB, estuvo trabajando en su profesión en el entonces recién creado Ministerio de Comercio con Juan Manuel Santos como director de la cartera y al final arrojando ideas y estrategias para reforzar el triunfo de su amigo que fue contundente en las pasadas elecciones. El aplauso fue largo tras su juramento y la primera dama lo abrazaba con calidez y emoción antes de que pasáramos sus amigos a estrecharlo. Los periodistas del Líbano Hernando Corral, Fernando Barrero, Román Medina, junto a otros colegas como Oscar Alarcón, Silverio Gómez, Cristóbal Ospina y Germán Manga, tenían la risa satisfecha de los recién posesionados porque todos se sentían ahí en ese solio de honor con un hermano de la vida y del oficio. Este hombre jovial de cuna humilde que pasaba sus vacaciones donde la abuela Vitalina en su finca del Líbano, el que estudió en la escuela Diego Fallon del barrio Belén su primaria y el de su bachillerato en el Instituto Nacional Isidro Parra, nunca tuvo padrinos diferentes a su propio talento y estaba ahí, con sus ojos de lince y su palabra fácil, convertido en todo un señor embajador, el quinto que tiene el Tolima en Europa a lo largo de su historia.