EL CUMPLEAÑOS DE IBAGUÉ
Por: Carlos Orlando Pardo

En el Tolima y particularmente en Ibagué, tenemos una abierta y definida vocación por el pasado y poca para con el futuro. Así como reconstruimos la historia relatando algunos de los sucesos que ocurrieron, deberíamos tomarla para imaginar lo que podría y debiera ocurrir en los días y años venideros. Tal vez no hemos entendido cabalmente que como alguien dijo, el pretérito no debe  ser una hamaca sino un trampolín. Y claro que es necesario e importante conocer lo que sucedió, pero no como una acumulación ostentosa de saberes, sino de experiencias que por dignas resultan claves de imitar o por desafortunadas no estar en el plano de calcarlas. Ahora que en la ciudad musical estamos de cumpleaños, valdría la pena regalarle a la capital, en su día, lo que soñamos para ella. No necesariamente los macro proyectos, que es un excelente comienzo, sino también la revolución de las pequeñas cosas. 
En época preelectoral, los candidatos y candidotes de diversos partidos y sectores, abren entusiasmados la baraja de los caminos que abrirían. Pocos tienen el cuidado de conservar sus planteamientos para hacerles seguimiento y ver su cumplieron o no, puesto que en un conglomerado individualista, la preocupación es si les cumplieron a ellos para hablar bien o mal de la corrida. Muchas veces pensamos que la responsabilidad del futuro está encarnada únicamente en ellos, como si viviendo aquí nos contentáramos con ver los toros desde la barrera y como si creyéramos en la existencia de hombres providenciales como en el pasado y no de ciudadanos ambiciosos en ser parte del futuro. Aquí cabe la sentencia de John F. Kennedy cuando dijo que la pregunta correcta no es que se piense qué puede hacer la patria por nosotros sino qué podemos hacer nosotros por la patria. Frente al Tolima y particularmente a Ibagué, ese sería un comienzo sano, flote la bandera del triunfo en las manos que flotare. Ya no son horas para repetir el sectarismo de declarar enemigo al oponente a nuestras creencias y partidos, sino de entender que el adversario merece el respeto que nosotros esperamos se nos brinde. Ahora lo que vale son los programas y su viabilidad económica y técnica y la conveniencia de priorizar nuestras necesidades colectivas por encima de priorizar nuestras ambiciones personales. Grandes hombres que mandaron ayer hicieron grande la ciudad, aunque la mayoría se contentó con el clientelismo y la obrita insignificante. Por eso tenemos un galopante subdesarrollo y los desastres de hoy son el resultado de la acumulación de la ineficacia de quienes pasaron por aquellas sillas de poder en los tiempos pasados. ¿Qué clase de hombres cumplieron y cuáles fallaron? La historia los absuelve o los condena, pero al ignorarla volvemos a caer en los mismos errores. Votar a conciencia es necesario. Pero por encima de las próximas elecciones, regresemos a nuestra responsabilidad ciudadana hasta en los actos cotidianos.  El día en que cada uno de nosotros reflexione bajo este criterio, estaremos despojándonos del egoísmo y cumpliendo con el mejor regalo a la ciudad donde vivimos. El simple hecho de no botar papeles en la calle, ser amables con el que se cruce en el camino, respetar las señales de tránsito y las ideas de los otros aunque no las compartamos, acudir solidarios ante quien lo requiera, denunciar todo tipo de atropellos y de violaciones a las normas de la convivencia, no ser tolerantes con los abusos e ilegalidades de cualquier orden, es un principio mínimo, sumándonos cada uno, desde nuestro oficio o profesión, a cumplir con un trabajo cívico y humanitario. Que la ciudad de nuestras querencias sea cada día mejor con nuestra ayuda, es lo que deseamos en este día que nos emociona.

HÉROES SIN PEDESTAL DE CAMILO PÉREZ SALAMANCA
Por: Carlos Orlando Pardo
La no común combinación entre un narrador, un periodista y un historiador jugando todos juntos, siendo tres personas distintas y un sólo producto verdadero, ofrece desde luego un trabajo impactante. Es lo que ocurre con Héroes sin pedestal, el tercero de los volúmenes de Camilo Pérez Salamanca dentro de su serie de crónicas tituladas El quinteto de Ibagué, donde el autor juega a pasearnos por épocas y temas diversos bajo la audacia de revelaciones por cierto muy desconocidas y como una manera de dejarnos disfrutar de sus investigaciones procelosas. La lectura entonces puede ser enfocada en varias ópticas. La del archivero juicioso lleno de curiosidad que escarba con ojo de buen cubero en lo insólito de los sucesos escogidos para contarnos detalles y secretos, la del cronista, hoy tan escaso, que con lenguaje literario va desarrollando su trama y la del investigador que va a lo profundo de seres anónimos perdidos en rutilante olvido y que él rescata con  tino para otorgarles el protagonismo merecido.
La historia de los países y de las regiones, la de los pueblos e inclusive la de los barrios, sólo es examinada si se trata de  figuras sobresalientes con aureola de protagonistas de primera clase, olvidando la participación en los procesos sociales e históricos de la gente del común. Y es aquí, donde Camilo Pérez apunta certero porque redescubre y recrea, como lo hace un escritor verdadero, la aparente insignificancia de sucesos y personajes que hicieron época para convertirlos en estrellas y darles después de tantos años justicia a sus acciones. La literatura y el cine abundan en este tipo de enfoques al rescatar de la basura de la indiferencia a gente sencilla que por su manera de ser, de actuar y de pensar, cumplieron el papel de héroes y de intérpretes en momentos coyunturales del devenir de sus comunidades, marcando con su comportamiento toda una época en el desenvolvimiento de una sociedad o de un sector de ella.
En Héroes sin pedestal, el libro de Camilo Pérez lo instaura para aquellos seres que no pocas veces ingresaron al territorio de la leyenda. Las ciudades siempre esconden secretos para todos los tiempos, pero sólo gracias a investigadores acuciosos logramos llegar a los rincones íntimos y asistir asombrados  al descubrimiento. Es en aquellos textos donde se rebela un mundo subterráneo y apasionante, provocador y lleno de lecciones sobre el comportamiento y la conducta humana. Sin lugar a la duda, es lo que sabiamente logra el escritor a lo largo de su serie de obras sobre la capital del Tolima, como si en verdad la redescubriéramos y otros fueran los rostros en el espejo de sus historias. Fue en el año 2007 cuando el autor  inició la publicación de cinco libros alrededor de la historia escondida de Ibagué, donde lo clandestino deja de serlo y como si sólo, a través de la literatura y la crónica, pudieran tomar protagonismo personajes anónimos y desconocidos hasta ahora. La inquietante serie que parte de Inquilinos del novecientos, continúa en el 2009 con Para contarle al olvido y sigue ahora en los textos con Héroes sin pedestal, los que convierten a su autor en el gran cronista contemporáneo de su ciudad natal y en el buceador experto de sus pasos a lo largo de diversas épocas.
El viaje por sus páginas nos deja muchas enseñanzas y reflexiones, permitiéndonos entender y respondernos sobre muchos de los orígenes de la conducta de los ibaguereños. La parte sumergida y hasta ahora oculta que narra Camilo Pérez, es lo que vuelve al libro un texto bien particular. Aquí no se trata de la magia de la ficción sino de la ficcionalización de la historia a través de relatos y crónicas no exentas algunas de nivel poético y producto de un largo y paciente recorrido por documentos y periódicos antiguos. Pero es ahora, de nuevo, conHéroes sin pedestal, cuando Camilo Pérez vuelve a entregarnos un libro delicioso que nos divierte y nos enseña, lo mismo que nos lleva a verificar, una vez más, como ya lo hemos dicho, el talento y la capacidad narrativa de Camilo Pérez, a quien la ceguera de sus últimos años no le ha impedido continuar caminando, sin pausa, por los senderos de la investigación y el redescubrimiento de la historia secreta de Ibagué.
Las doce crónicas históricas y literarias que integran el libro, se regocijan en personajes que marcaron época como Serapio Espinosa explotando la quimera de las trece mulas de la vuelta del chivo en aquel pequeño poblado que era Ibagué buscando crecer en medio de la abulia y una patria boba pendiente de apariciones y tesoros supuestos, al tiempo que dibuja cómo era y dónde quedaban las cosas por entonces, enmarcados los datos en un rigor histórico que muestra su pesquisa rigurosa y su indagación perseverante en lo que lleva ya no pocos lustros. El justo reconocimiento a Lucio Huertas Rengifo y al mismo gobernador Cuellar Velandia de los años donde Rojas Pinilla ejercía su dictadura que no pocas cosas justas trajo, sin que por ello se apruebe o no su política sino algunos de sus actos de progreso, reconstruyen un hecho cierto sobre la fundación de la universidad del Tolima y las insólitas gestas políticas y conceptuales que rodearon la circunstancia, así como hace justicia a un conservador recio como Eugenio Varón Pérez que murió defendiendo sus ideas como director de la cárcel de Ibagué en los sucesos encarnizados del 9 de abril de 1948. Salta a Humberto González Ruiz, el famoso “negro Pingo,” cuyas acciones devotas y fanáticas llevaron al nacimiento del Deportes Tolima, al tiempo que narra, con lujo de detalles arrancados de las crónicas de época,  las minucias de los partidos de fútbol con sus goleadores y su alineación. No falta la leyenda de la aparición del demonio en el barrio Baltazar donde se dice que el diablo bailó El ron de Minola, una canción famosa por entonces y surge el retrato doloroso de la violencia de mitad del siglo pasado donde narra los tiempos, como él mismo los llama, en que los desplazados se llamaban exiliados de la violencia.  También está un crimen aún impune contra Héctor Echeverry Cárdenas, director del periódico Tribuna, los hechos sobresalientes del lotero de la poesía que se fue a declamarle a San Pedro, o las insólitas pero imaginativas y audaces anécdotas de Luis Forero Latorre, candidato a la alcaldía en Ibagué y hasta el nacimiento del festival folclórico como una propuesta de paz en medio de la violencia partidista, cerrando el libro con la historia de Lastenia Madrigal, la cuchillera de Laureles.  Qué maravilla leer los tomos de El Quinteto de Ibagué, donde se nos cuenta la historia de la ciudad durante el siglo XX a través de los humillados y ofendidos y no desde los propietarios del poder y la gloria como siempre se ha hecho.