REVISTA SEMANA - 29 abril 2013
El Pianista que llegó de Hamburgo

FILBO Es la novela del escritor tolimense Jorge Eliécer Pardo. Semana.com conversó con él sobre su trabajo literario.

Autor: La fotografía de este escritor fue tomada por Triunfo Arciniegas.
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Por estos días de Feria se encuentra en el stand de Cangrejo Editores la novela del escritor tolimense Jorge Eliécer Pardo, El Pianista que llegó de Hamburgo

Pardo es autor de novelas como El Jardín de las Weissman, adaptada ya hace muchos años para la televisión colombiana con el título de La Estrella de las Baum

Semana.com conversó con el escritor acerca de su presencia en la feria y su trabajo literario. A continuación una breve reseña de su más reciente libro, seguida de nuestro diálogo.

El Pianista que llegó de Hamburgo

“Huía de la guerra y la guerra lo persiguió siempre”. Esta frase que introduce a Hendrik, el personaje principal de El pianista que llegó de Hamburgo, nos anuncia su enfrentamiento con un conflicto permanente durante el transcurso de su vida. Para algunos una guerra parece no ser suficiente y no porque elijan estar en medio, sino porque a donde van se encuentran una.


EL BESO DEL FRANCÉS
LA NUEVA NOVELA DE CARLOS ORLANDO PARDO
Por: Hernando Galeano Navarrete.
No se trata de una novela histórica sino de una ficcionalización de la historia donde el movimiento entre la aventura, el romance, la guerra y la muerte tienen su escenario. A través de un lenguaje ágil y melódico como ha sido característico en la prosa de Pardo, de tres planos definidos que ofrecen variabilidad a la trama y de inmensa riqueza en la ambientación de la atmósfra en que se mueven sus personajes, el autor logra sin duda convertir en imán cada página que nos lleva atrapados de comienzo a fin sin que asome el cansancio sino la sorpresa por los variados acontecimientos que narra con solvencia. Sumirnos en los episodios de la segunda mitad del siglo XIX donde empezó a construirse la república y ver ahí a sus protagonistas con sus flaquezas y valores en una tarea nada fácil, es parte de la magia de un autor que personifica la madurez en un oficio al que ha dedicado más de cuarenta años de su trasegar. En El beso del francés no se encuentra ante todo el olor a pólvora y el ruido de la fusilería que arroja la miseria de la guerra o de las muchas guerras registradas, sino el calor de la esperanza en cada paso a los que se atreven los protagonistas y su gente para alcanzar sus sueños. Avanzan buscando un paraíso idealizado y lo alcanzan luchando entre los peligros de los abismos, los bosques indómitos, los animales salvajes y la ambición, el frío intenso y la envidia que carcome al ser humano muchas veces, así como al deseo de poder que en tantas ocasiones conduce al crimen y a lo rampante de la injusticia. No es una novela más sino una gran novela que en 500 páginas encierra todo un mundo pero no sólo examinado hacia fuera sino con los fantasmas y las obsesiones que viven como otra manera del combate.
El beso del francés resulta entonces una ingeniosa novela donde tres fugitivos son objeto de un sino inexorable que se empeña en amalgamar sus destinos para fundar un pueblo en medio de un conflicto y sobre una de las crestas más hermosas de la cordillera central de Colombia.
Un francés (Desiré Angeè), una monja del altiplano andino (Mercedes González) y, un colono antioqueño (Isidro Parra), son los protagonistas centrales de la obra con una  historia que se desarrolla durante la última mitad del siglo XIX. El inmigrante europeo huye de los conflictos de las postguerras napoleónicas, la monja de la persecución del Presidente Mosquera y, el colono paisa del hambre y la falta de tierras suficientemente fértiles como para permanecer con sus familias de manera digna. El francés soñaba con un paraíso lejos de los conflictos pero muy cerca del amor al lado su propia Monalisa; La monja anhelaba una vida tranquila lejos de las persecuciones religiosas y muy cerca de Dios, e Isidro Parra soñaba con un lugar para sus familias donde pródigas tierras aseguran un futuro de abundancias en medio de un paisaje paradisiaco, pero sobre todo en paz. No obstante tan válidos propósitos, los conflictos de la época por la propiedad de la tierra, la concepción del Estado y las libertades religiosas, convierten a estos tres hostigados en seres inmersos en medio de una contienda que no estaba presupuestada en ninguna de sus quimeras.
Finalmente los tres fugitivos dejan sentadas las bases para que sus descendientes hicieran del valle de Anaima un próspero pueblo cafetero cuna de soñadores, artistas y poetas que iluminarían con luz propia las historias que se escribieron muchos años después.

LIBROS EN LA FERIA INTERNACIONAL
Venga le digo de Benhur Sánchez Suárez
Sin duda ha sido noticia grata la reedición de Venga le digo, la novela breve de Benhur Sánchez Suárez que hizo Caza de libros y fue presentada en esta feria internacional con justo éxito. Ante todo porque se trata de una pequeña joya de la narrativa latinoamericana que inauguró la Biblioteca de Autores Tolimenses en 1981 y relanzó la editorial Oveja negra en 1986. Que un libro tenga varias reediciones tras 32 años de haber sido publicada, es un síntoma de cómo la literatura auténtica permanece sin importar el paso de los años. Al releerla, nos deja la impresión grata de estar frente a un novelista de verdad, en medio de tanto farsante que abunda por ahí gotereando prestigio sin merecerlo. Venga le digo ha sido merecedora de no pocos comentarios y análisis críticos desde aquellos años, porque no es fácil condensar tanto mundo y tanta angustia en tan pocas páginas. Se vuelve inolvidable Arsenio Rojas, el protagonista, quien a lo largo de un monólogo uno entiende que responde preguntas a un juez acusándolo de un crimen que no cometió. Sin miedo a descubrir y describir la historia de un pueblo como Pitalito, la tierra natal del escritor y el protagonista, va el lector examinando el panorama que desde la cárcel reconstruye conociendo minucias importantes de cómo es la vida en nuestros municipios invadidos por la injusticia y los vividores de oficio enriqueciéndose de manera fraudulenta. ¿No ha sido la historia de Colombia desde la Conquista hasta los días que corren la lucha inclemente por la tierra? ¿No es acaso el viacrucis de tantos inocentes encerrados en la prisión sin merecerlo? Dentro de la falsa democracia se condena al contestatario y al rebelde asumido como un ser peligroso al que deben callar. Son temas de la literatura porque son temas de la vida misma y los palpamos a diario. Me apasionan desde mis comienzos como lector los textos que refieren la fundación y el desarrollo de nuestras pequeñas urbes, sobre todo los encarnados frente a la colonización que inclusive es tema de mi última novela, mucho más cuando testimonian y recrean desde la ficción, desde la literatura, un mundo que no debemos olvidar porque así se ha construido la república, ¿o la respública como diría Moreno Durán?  Hace ya mucho rato hemos perdido los principios de la verdad, la ética y la justicia, los dos primeros sometidos al olvido y apenas encontrados en diccionarios antiguos y la segunda erigiéndose ciega e injusta encarnados en jueces y magistrados venales. Causa indignación con quienes interpretan la balanza de la justicia cada vez que vivimos o leemos Venga le digo de Benhur Sánchez Suárez. Qué maravilla reencontrar un libro así y sentirnos orgullosos de su autor, entrañable amigo, e indignados con los supuestos enjuiciadores que existen. Nada de respeto por tantos de esos y tantas ganas de salir a gritar verdades como si fuéramos locos  nosotros y no ellos, los otorgadores de destinos que han encerrado a tantos colombianos y a algún amigo maravilloso. Venga le digo parece un secreto a voces como no lo es saber que Benhur Sánchez es un gran escritor.  

PEDRO PABLO CONTRERAS
Y LOS SESENTA AÑOS DE VELOTAX

No muy lejanos parecen hoy los tiempos, en que un muchacho ahorrador y disciplinado, guarda en una alcancía las monedas de cinco centavos que caen a sus manos y que al final del año, al romperla, tiene los 3.200 pesos con los que compra el primer taxi Studebaker, el 0323, con el que abriría su destino. Parecía tan organizado como en los días de su adolescencia estudiando con los hermanos Maristas, cuando acompañaba a su padre, conocedor de los secretos de la ingeniería, a verlo trazar los planos de la carretera de Ibagué a Cajamarca, y al que disfrutó compartiendo como amigo personal, el general y candidato a la presidencia Vásquez Cobo, tres circunstancias que habrían de acompañarlo toda la vida hasta los tiempos de hoy: el transporte, las buenas amistades en la política y el camino marcado por las carreteras. Para los días que corren, al gran Pedro Pablo Contreras no le alcanzan las paredes de su casa para colgar todas las condecoraciones recibidas a lo largo de su admirable lucha. Pero tampoco le caben en el cuerpo y en el alma las que entregan desde lo profundo de su corazón centenares de tolimenses y de colombianos que le agradecen que él exista. Porque gente de su categoría humanitaria parece haber desaparecido de la faz de la tierra, lo que lo convierte en un hombre rico en amigos pobres, aunque lo sea en amistades de alta categoríaempezando por el mismo presidente de Colombia, el actual o los que han gobernado al país en el último medio siglo.Él sabe, como Confucio, que es mejor prender una vela que maldecir en el infierno. No son pocas las penalidades y traiciones por las que ha tenido que atravesar desde tiempos tempranos, pero su fortaleza interior le permite levantarse como un guerrero auténtico. De conductor de carros a conductor de empresas se empina sobre 60 años de lucha impenitente como aquel astronauta que fue capaz de plantar una bandera sobre la luna bajo la luz de las estrellas. Admirable su tarea de esperanza y desarrollo en el transporte. Él es no sólo uno de los más destacados protagonistas del Tolima desde el siglo XX, sino uno de sus paradigmas. De allí que no dudemos en destacar su vida ejemplar como una muestra de lo que puede un hombre obstinado para cumplir sus metas. Y no necesitó para su éxito de pergaminos universitarios ni de títulos nobiliarios distintos a una condición humana basada en el deseo de servicio, la humildad y el espíritu comunitario.  Más de medio siglo de trabajo al frente de una cooperativa como la de Velotax es un hecho notable, pero también los noventa y dos fructíferos años que cumple dando luz al Tolima y al país y nos produce alegría con su existencia.

Velotax pertenece al inventario imaginativo y popular del Tolima y parte de los habitantes del país de varias generaciones. Ellas crecieron sabiendo qué era la empresa y no pocos sabiendo quién era el empresario, el líder del sueño, el comandante de la nave que lideró la modernización del transporte en Colombia. Fácil entonces decirlo para no estacionarnos en el largo viacrucis cruzado para convertirse en lo que es. 60 años persistiendo con paciencia y sin tregua en una larga y empecinada lucha por traer el progreso a la región, brindar trabajo y construir un símbolo de progreso y cumplimiento no es tarea fácil. Sin embargo hoy, aquí, vemos que no es simplemente una reunión más de amigos de la empresa en un aniversario significativo, y del incomparable Pedro Pablo Contreras Jiménez, su gestor, sino expresa un importante y revelador acto simbólico de cariño y respeto por una cruzada admirable. Velotax, una empresa del futuro sirviendo en el presente, llevó su impronta desde los años ya perdidos de 1953 cuando la funda.

Contó primero con siete automóviles que vanidosamente cubrían una cuadra de la plaza de Bolívar en Ibagué y desde entonces, el 13 de abril de 1953, no ha dejado de crecer. Las pequeñas organizaciones que como Flota Águila, Colombia o Centenario, hacían competencia, fueron absorbidas por Velotax que pronto llegó a los 120 carros y empezó a cubrir las rutas del Tolima. Cuando la cifra se cerraba en 500 abrió sus servicios a Bogotá, los Santanderes y Neiva, y en 1964, con 620 automóviles importados, 1600 afiliados y un deseo de servicio, se consolidó definitivamente como una de las grandes del país.

No tuvo nunca la avaricia de quienes hicieron del transporte el alcance de sus ambiciones personales sino que, de manera generosa como ha sido una constante irreversible en su conducta, diligenció, a la luz de la legislación vigente, la formación de la cooperativa. Con 2.814 carros empezaba la nueva historia.

Las 120 busetas Avia que importó desde España cuando los buses en el país cargaban el atraso y pocas comodidades, ofrecieron el primer gran despe­gue para que otras compañías decidieran moderni­zarse en la carrera de la competencia. Automóviles, buses, busetas, carros de encomiendas, recorren los caminos de la patria.

La política como una pasión, la lectura como una disciplina, la música colombiana y la de carrilera como una distracción grata, la familia como un cáliz, la empresa como un sueño que a veces le saca pesadillas, su signo libra, indicador de equilibrio y sentido de justicia, los viajes por el mundo y la conversación dentro de la cual es un delicioso catador, conforman parte del panorama de este hombre valioso.

Quien desempeñó los más altos cargos de las mayores organizaciones de Colombia en el transporte como las Presidencias de Analtra, Colfecar, Asotrans, Corpotrans y Conalbuses, recuerda con especial gratitud cuando la empresa cumplió sus primeros 25 años y conserva de aquel acontecimiento una placa de oro que le ofrecieron los transportadores del Líbano, la tierra de su madre, doña Paulina Jiménez.

Velotax crece y atrás quedan como satisfacción para mirar con orgullo hacia el futuro los días del sacrificio. Hoy, los socios de la Cooperativa Velotax, empre­sa que cuenta con los más modernos buses, busetas, carros de encomiendas y Van, saben que, además de los triunfos cotidianos obtenidos por la prestación de un servicio público eficaz dentro de la empresa privada, tienen dos fechas afortunadas: el 22 de octubre de 1922, cuando nace Pedro Pablo Contreras, su mentor y gerente y el 13 de abril de 1953, cuando siete automóviles Studebaker se si­tuaron en una esquina de la Plaza de Bolívar de Ibagué para dar comienzo a un desafío que hoy perdura con mayor fuerza.

Nos queda quitarnos el sombrero, sentirnos orgullosos de su amistad, felices de saber que tanto ha hecho por el avance de nuestra tierra y profundamente respetuosos por su tarea cumplida. Su disciplina de hormiga arriera, su condición de gerente eficaz, lo han elevado a la admiración de un pueblo que ve en él a un atento y seguro servidor. Pero detrás suyo han estado no sólo una generación de socios, afiliados y amigos leales como lo fuera mi padre, Pablo Pardo, presidente de su Consejo de administración durante muchos años, sino ante todo el delicado apostolado de su esposa Anita, dispuesta a ser su ángel guardián para cuidar sus sueños, acompañar sus luchas y compartir las agonías, las tristezas y las no pocas derrotas con que ha tropezado. Por fortuna ahora, en sus sesenta años, Velotax pasa con más gloria que pena y sabemos que Pedro Pablo experimenta el abrazo cálido y sincero de la gente de su tierra que sienten que el bunde se mejora cuando se canta al lado suyo.

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El último viaje de Sarita Montiel
Fue a los hombres y mujeres de mi generación a quienes correspondió gozar la figura, las canciones y las películas melodramáticas de la seductora diva española. La noticia de su muerte en Madrid a los 85 años nos hizo detener un instante el corazón porque despertó en nosotros la alegría y la nostalgia desde los tiempos de la adolescencia. Pertenecía al inventario selecto de afectos permanentes y por lo menos en mi caso no dejaba pasar un canal donde se repitieran sus películas, una manera de refrescar la época y las viejas emociones de las mujeres inalcanzables pero que nos enamoraron. Fueron siete décadas ininterrumpidas y luminosas de trabajo y tuve la ocasión privilegiada y feliz de verla en su show en un famoso teatro en Barcelona. Las filas eran numerosas y al ingresar a su espectáculo, una monumental foto suya con García Márquez cruzándole el brazo por la espalda junto a una frase elogiosa, era la entrada.  Durante dos horas la vimos cantar con trajes diferentes cada vez sin que se hubiera alterado su voz ni su gracia, mucho menos el cuerpo espectacular que vimos en sus películas. Aquel momento inolvidable para mi fue hace treinta años y el tiempo pasó pero no mi afecto por ella, cautivado por su belleza y su talento. Era un orgullo verla actuando al lado de Gary Cooper, Burt Lancaster y Charles Bronson en Veracruz, una cinta de vaqueros hecha en Hollywood y ambientada en el México del siglo XIX; en El último Cuplé cantando Fumando espero o La violetera.  No fue ajena a actuar al lado de figuras legendarias como James Dean. Fernando Rey o Raf Vallone y se casó a menudo con hombres más jóvenes sin que para la época tuviese algún rubor, al igual que lo hiciera María Félix. Esta leyenda del cine español y mexicano cuya ciudadanía adoptó, dicen los periódicos que tuvo dos hijos adoptados y su filmografía nos remite a cuarenta películas. No es fácil permanecer tanto tiempo entre la aureola de la fama y el prestigio, pero ella lo logró por encima de centenares de figuras que llegaron y se perdieron entre el vericueto del olvido. La amo aún desde la memoria del corazón y ofrezco una flor sobre su tumba en homenaje al placer despertado durante tantos años.