LA AUSENCIA DEL ENTRAÑABLE GABRIEL KING


No es fácil registrar la partida de amigos entrañables con quienes compartimos la vida y los sueños de una manera intensa y definida. Da uno vueltas alrededor del escritorio antes de sentarse mientras las lágrimas caen y nos asaltan las imágenes de la existencia acompañada.  Para muchos el registro dirá que fue Contralor del Tolima en dos ocasiones, diputado a la Asamblea, gerente de la Beneficencia del Tolima, Secretario de Despacho de la Gobernación y un batallador de la política por los tiempos en que la corrupción no había llegado a sus entrañas. Para nosotros no basta el abogado ni el consejero eficaz y sereno o el certero columnista de varios medios a lo largo de décadas, e inclusive el entusiasta miembro fundador de la Academia de Historia del Tolima puesto que sobrepasaba todo este talante. Para nosotros encarnaba a un luminoso ángel de la guarda desde cualquiera de sus trincheras para la cultura. Fue un guardaespaldas y estimulador continuo de Pijao Editores sin que faltara su respaldo a la locura o su alegría cómplice para la tarea.

El norte del Tolima fue el cuartel de sus luchas y si de su tierra natal hizo un devocionario, de Armero podríamos decir que fue su templo. Alguna tarde, en una de las tantas tertulias que gozamos, conversando concluíamos sobre sus orígenes y cómo, para un poblado como el Líbano, la aparición de los King no fue nada extraña puesto que los apellidos extranjeros venían desde el tiempo de los fundadores. Fue a finales del Siglo XIX cuando llegó el primero, precisamente Juan King, procedente de Marlboro, en Inglaterra, contratado para la construcción de los puentes del ferrocarril en Ambalema. Se estableció para entonces en Honda y allí terminó enamorado no sólo del paisaje y la arquitectura de una ciudad colonial, sino de Carmen Castellanos con quien iría a casarse en Guaduas y de cuyo matrimonio hubo dos hijos llamados Alonso y Juan, quien ya grande, entre sus descendientes, tuvo a Guillermo que partió un día para el Líbano y después de múltiples negocios y luchas se casa con Edelmira Rodríguez, oriunda de Chiquinquirá. La tierra del norte del Tolima parecía perseguirlo como un imán, y es allí donde lo nombran recaudador estanquero de Santa Teresa por los años 40 del siglo pasado, siendo trasladado a Murillo. Sin embargo, la violencia que abrió sus fauces en 1950 tras el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, lo empujó a establecerse en el Líbano, donde precisamente nacieron sus hijos Gabriel, Humberto, Fernando y Clara Inés. Fernando, ingeniero, vive en Vancouver, Canadá desde hace casi medio siglo; Clara Inés es sicóloga y directora de un colegio en Bogotá, Gabriel  fue abogado y Humberto un maravilloso e inolvidable médico y poeta clandestino. Gabriel se casó con nuestra querida amiga Rosa Eugenia Naged, periodista y pintora cuyo abuelo era de la legendaria Bagdad y quedan sin él físicamente sus dos bellas hijas, Glenda Vanessa, abogada residente en Canadá y Sheila que se desempeña triunfando como sicóloga. Todas las tertulias a lo largo de décadas disfrutando con escritores e intelectuales, con músicos de primera y analistas, con gente del común, nuestras familias y amigos cercanos, tuvieron su presencia participativa, pues se trataba de un lector enfermizo y un estudioso propositivo alrededor de los problemas del país y la región. El lanzamiento de no pocos libros tuvo su patrocinio y la continuidad en una fraternidad sin sombras nos ligó para siempre. En mi última novela publicada, El beso del francés, no podría faltar su protagonismo como lo que fue: un hombre bueno y ejemplar cuyo recuerdo cálido nos acompañará hasta el último día, ya que comulgamos el estribillo de aquella canción cuando afirma que a los amigos se les lleva es en el alma.  


CUENTOS CORTOS PARA VIDAS LARGAS
Terminé con agrado la lectura del nuevo libro de Ruth Aguilar Quijano que acaba de salir. En una hermosa edición de 155 páginas, es envidiable la atmósfera que sabe imprimir a sus historias y de qué manera va más allá de lo externo para incursionar en lo que no todo el mundo se fija respecto a un personaje, pero que conforma por su talento la gracia de sus acciones, las que al final nos dejan que se asome la nostalgia por un mundo perdido. Uno se despierta a la reflexión sobre lo aparentemente fatuo de la vida que se convierte en fundamental. Sumados los relatos vienen a conformar la historia de unas vidas entre el pueblo y la ciudad en el inefable proceso de las ilusiones y el envejecimiento, la soledad y las ausencias, el anhelo de armar el paraiso del descanso y finalmente el tedio frente a la rutina. Son testigos excepcionales de las habitantes de casas centenarias que ordenan su vida en la vejez bajo el oficio de tejer incansables, los muchachos que de pronto envejecen haciendo encargos y se defienden con un mundo imaginario, el símbolo de la ringlera donde se guardan todas las llaves de la casa para encarnar un ábrete sésamo, las casonas abandonadas, las visitas inoportunas de extraños personajes, la prostituta ya ida de la cama que mayor se dedica a los oficios domésticos como empleada y a defenderse con la locura, los asesinos incubados desde su infancia, los secretos que rebotan de una casa a otra en las vecindades pueblerinas, e inclusive las blasfemas de oficio que muestran otra cara en la vida social.  Suceden historias que parecerían arrancadas de la imaginación como La tumba vacía y esa desgarradora intimidad que descubre en el relato La muerte, donde sin advertirlo queda el patio de la casa antes lleno de amigos apenas habitado por el vacío y los recuerdos. Al fin y al cabo es el retrato del despojo que va rindiendo el tiempo con los seres y las cosas que amamos, incluidos los perros de la casa que son parte cálida y luminosa de la vida en familia. Pero el libro no se queda en la provincia que apenas se ama profundamente desde las evocaciones, sino va a las costumbres de la gran ciudad donde sus protagonistas han tejido la vida y sus ensueños. Desde la enorme biblioteca que se va tomando la casa y la nueva que por otros requerimientos van haciendo los hijos, desde el lenguaje angustioso de los sordos que se tratan o la gente inmutable encerrada en la burbuja de su soledad, el volumen avanza en un retrato íntimo y poético que implica sorpresas, evocaciones e inclusive una radiografía del aislamiento construido en los conjuntos residenciales donde todos se conocen en apariencia pero son extraños. Lo del diario vivir entre rememoraciones decembrinas, la visita de personajes despoblados en apariencia por dentro, la farsa social, las cercanías y las diferencias entre una familia grande,  van completando un gran fresco renacentista que nos deja el sabor de la melancolía, sin que estén ausentes el humor y la gracia de ciertas conductas que solo aprendemos con el ejercicio de vivir. Hermoso libro este de Ruth Aguilar, una veterana y prestigiosa psicóloga cuyo oficio en diagnósticos de este tipo le han sido demasiado útiles en su oficio como escritora. Había leído en el 2014 su primer volumen editado por Códice bajo el nombre de Todo lo mío, un bien logrado texto autobiográfico de 300 páginas que pareciera la sala de ensayos para llegar a la literatura propiamente. Pero algo mágico sin contar, es cómo además de su experiencia en clínicas o en la cátedra especializada en universidades, ha vivido con pasión de cerca el mundo de su esposo, nadie menos que el maravilloso escritor Eduardo Santa. 

Manuel Elkin Patarroyo
Por: Carlos Orlando Pardo
Las elecciones primero, el folclor luego y el campeonato mundial de fútbol, al final, todos con diversas emociones, nos permitieron olvidar al resto del pais y no ofrecerles a otros renglones la debida atención, pero el mundo sigue andando. Ahí al frente, nos encontramos con la feliz noticia cuando a tres tolimenses los declaran “Investigadores eméritos 2014” en el “Gran Premio Vida y Obra” otorgado por Colciencias y que destaca la revista Semana que acaba de aparecer. Se trata de Manuel Elkim Patarroyo, el padre de las vacunas y ganador en la categoría Ciencias básicas; de, el estudioso de la violencia, ganador en la categoría Ciencias Sociales y Humanas, pero entre los llamados 20 héroes para señalar a los científicos eméritos que han dedicado una vida a la investigación en Colombia, figura como finalista    en   categoría   Ciencias   básicas, el químico  Augusto Rivera
Augusto Rivera
el tolimense de las moléculas raras. Nosotros somos por fortuna más que política, fiestas y fútbol y ahora cuando han pasado estas maravillosas disculpas para creer en la felicidad y en un pais mejor, aterrizamos de nuevo en la realidad y la encontramos igualmente habitada de satisfacciones. Por encima de las controversias a que es sometido el atacuno Patarroyo, “nadie ha podido desconocerle el haber descubierto y patentado la primera vacuna contra la malaria, un logro que enmarcó en la historia”. No ha sido vana su terca persistencia como egresado en Medicina de la Universidad Nacional, especializado en Virología en la Universidad de Rockefeller, estudios en Yale, Estados Unidos y en el instituto Karolinskia de Estocolmo, ni mucho menos las más de cuatro décadas dedicadas a la investigación para alcanzar premios significativos al estilo del Príncipe de Asturias en 1994, cuatro veces el Premio Nacional de Ciencias Alejandro Ángel Escobar o el ser nominado en 1989 como Premio Nobel de Medicina. 29 doctorados Honoris Causa y el registro de 356 publicaciones científicas, como lo recuerda la revista Semana, ofrecen un retrato general de quien a sus 67 años sigue haciendo ciencia desde su Fundación del Instituto de Inmunología y formando a más de mil investigadores o asesorarlos en futuros doctorados. 
Gonzalo Sánchez
Por otro lado, el libanense Gonzalo Sánchez, autor del primer estudio sobre los bolcheviques en su ciudad natal, creador en 1986 del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional, ha continuado, a pesar de las amenazas, al frente de Estudios de la Violencia, proyectando trabajos sobre la memoria histórica que ahora dirige desde el 2007, desde donde ha producido 21 informes en los cuales se rconstruyen las masacres más emblemáticas de los paramilitares y las Farc, poniéndolos al conocimiento de los colombianos junto al dolor de las víctimas del conflicto armado. Estos personajes como Manuel Elkim Patarroyo y Gonzalo Sánchez, mis dilectos amigos de ya no pocos años, cuyos perfiles figuran en mi libro de 1995 Protagonistas del Tolima Siglo XX, con razón a su trabajo y no a nada diferente, siguen a la cabeza de los investigadores de la nación y ofreciéndonos orgullo a sus paisanos de la tierra Pijao. Me pareció curioso, al final del informe, la figuración como finalista del llamado Tolimense de las moléculas raras, uno de los químicos más laureados del pais, egresado de la Universidad Nacional donde es docente, profesor asociado y director del departamento y vicedecano de investigación. Novedades mundiales han salido de sus desvelos y experiencias y en los 138 artículos que ha publicado en revistas indexadas, trata sobre los animales heterocíclicos, “unas extrañas moléculas orgánicas que contienen nitrógeno y que podrían tener múltiples usos en la industria farmacéutica”. Total, vale la pena difundir estos trabajos en la región, que las universidades los inviten a conversar con profesores y estudiantes, al tiempo que reconocer que tenemos otros héroes.