LA MUERTE DEL POETA TOLIMENSE VÍCTOR HUGO TRIANA

Durante sus últimos años, el poeta Víctor Hugo Triana se dedicó a robarle vida a la muerte y a entender de nuevo cómo es la condición humana. Su poesía significó la del mundo encerrado en el hombre y fue siempre la de quien nunca le huyó ni a la ironía ni al humor, reflejando la insatisfacción con la injusticia que nos rodeaba. Nos enseñó igualmente cómo se puede llevar un jardín en el bolsillo y a ver y a vivir la locura y la sabiduría. Tanto en sus poemas, sus ensayos, sus guiones para teatro o cine, Víctor Hugo proyectó los sueños como un ingeniero del alma estacionándose con profunda lucidez en sus conflictos. En su Obra literaria publicada por Pijao con motivo de sus primeros 30 años en estos avatares, puede verse el desfile de la cotidianidad del amor, la distancia, la política, la violencia y la muerte, pero también el encuentro y el olvido. Sus palabras justas logran conmovernos la entraña, sonsacarnos sonrisas, esculcar sueños y brindarnos sus pesadillas, Todos los colores del arco iris pueden advertirse en sus páginas y en esencia, la muestra de una lucidez, de una madurez y de una obra que está destinada a no ingresar al territorio del olvido.

Lo conocimos a los pocos días de haber llegado a Ibagué hace más o menos medio siglo, fundando una amistad maravillosa que duró hasta su muerte. Junto a su esposa entonces, María Victoria Doza, actriz, periodista y teatrera como él, quien partió hace poco, gozamos la tertulia permanente, la fundación del grupo Pijao, la organización de concursos y recitales, conferencias y mesas redondas, noches interminables de bohemia, complicidad en la lectura de textos, escondrijos con las novias, cátedras en los colegios, congresos de escritores e intercambio de libros. No fue poco constituyendo una hermandad que se interrumpió con su enfermedad irreversible y era difícil verlo sin salir traumatizados por la forma en que se fue quedando. No es poco el dolor por su partida puesto que sus huellas en la cotidianidad de las nuestras se confunden e iluminan el camino transitado desde cuando estábamos jóvenes hasta que llegó la madurez. Una voz maravillosa en la locución y en el teatro, seductora de niñas que cumplían fila para escucharlo y oír sus poemas, encantarse con sus requiebros y quedar seducidas por su pinta de actor de cine a lo Alain Delon.  Era el único pinta entre los escritores pero en el fondo inocente y bueno al que solo le maravillaba hacer pilatunas menores para divertirse.

Una noticia suya le dio la vuelta al mundo cuando por emisoras locales que no la difundieron bien sino al final como cierre de farándula, le sirvió a Gabriel García Márquez para evitar ser aprisionado en Bogotá en 1979. Allí decía cómo, en medio  de la cacería de brujas desatada con motivo del Estatuto de Seguridad del gobierno, un oficial de la fuerza aérea le había secreteado a su padre por teléfono, en Ibagué, cómo le iban a echar mano. Para entonces el también periodista Mauro Huertas Rengifo, diputado a la asamblea del Tolima se lo comentó, y Víctor Hugo Triana no dio espera. El escritor del Nobel se refugió esa misma noche en la embajada de México llevando en su brazo un cuadro abaleado de Botero y jamás regresó hasta pocos años antes de su muerte.  Su chiva de valor monumental salvó a García Márquez de ir a las caballerizas de Usaquén.

Mucho es lo que pudiera decirse del gran Víctor Hugo nuestro de cada día, pero será para otro momento, Por fortuna quedaron sus libros y más el último con una entrega selecta y exquisita, muestra de su larga paciencia, de vigilias y caminos, de talento y disciplina, de coraje y entrega.  

Acaba de morir a los 67 años el poeta tolimense Víctor Hugo Triana, entrañable amigo desde la juventud y quien había nacido en Ibagué el 7 de noviembre de 1948. Realizó sus estudios secundarios en San Simón y la Normal Nacional, desempeñándose casi toda su vida como periodista, locutor, director de teatro, guionista de cine y columnista, habiendo obtenido galardones en concursos literarios a nivel departamental y nacional. Publicaciones suyas aparecen en varias revistas y suplementos culturales y literarios. Fundó la programadora cultural Mundo Visión, ejerció la docencia como profesor de español y literatura en varios colegios de Ibagué y fue corresponsal del diario El Pueblo, la revista Antena, así como miembro fundador del Grupo Cultural Pijao. El director ejecutivo de la fundación Comunicando a partir de 1991, fue igualmente  socio de la Unión Nacional de Escritores, UNE,  y publicó  cinco libros: Casi poemas  en 1982; Epidermis de mar  en 1986, con reimpresión en 1991 y Espacio reservado para la bruma  en 1997. Pijao Editores en el 2001 con motivo de sus 30 años de vida literaria, dio a conocer una antología de su poemario Bellos muslos y otros poemas, de su ensayo La poesía del nuevo milenio y una minifalda bien llevada, de su obra teatral Hasta el ser supremo se equivoca pero él corrige con milagros, Jesús 2.000 años después y del guión cinematográfico Los retornos de Oscar Ramiro. Textos suyos aparecen en varias antologías como Trece Nuevos Narradores Colombianos, de Pijao Editores y Poetas del Tolima, de Alberto Santofimio Botero. Compiló el libro Taller de poesía, Universidad Externado, 1995, el cual orientó desde 1991 hasta 1999. Dejó inédito el guión para cine Alguien busca a Bayron Fonseca y un libro de poemas.


EL CINISMO IZA LA BANDERA

El cinismo se ha convertido en uno de los mayores males de la sociedad, como bien lo señala la periodista y escritora mexicana Alma Guillermo Prieto. Lo vemos en las declaraciones cotidianas que a los medios ofrecen columnistas, funcionarios, asalariados, asesores y políticos, donde con pasmoso impudor señalan la paja en el ojo ajeno y declarándose dueños de la moral acusan a otros de las enfermedades que padecen. Son la encarnación exacta de lobos vestidos de ovejas  y distraen folclóricamente a los escuchas y lectores con temas de menor cuantía frente a las reglas de juego en el caso de las próximas elecciones. Nada mejor que el escándalo mediático para pretender tapar la luz del sol cubriéndose la cara y rasgarse las vestiduras como falsos profetas en búsqueda de adeptos, usualmente ingenuos y manipulados de lado y lado. La falta de formación e información que sufren las víctimas, los intereses inmediatos, los cálculos a largo plazo, el sometimiento público con altos niveles de abyección y su muestra de lealtad incondicional a sus futuros amos, conforman un agrio salpicón que se convierte en su bebida diaria preferida. Se comportan como un rebaño de corderos obedientes y una manada de vacunos que marchan en silencio al matadero. Pobre espectáculo este de los tiempos preelectorales que no nos dejan entrever nada bueno al futuro de la ciudad donde el abono es el sentimiento de venganza, la atmósfera de vendetta en película de pistoleros y el triunfalismo anticipado de una vanidad vergonzante. Los grandes temas de fondo con una problemática que ha hecho crisis por el cinismo mismo de algunos gobernantes, su actitud cantinflesca, su ridículo izado y su actitud de rapiña con el presupuesto, ofrecen igualmente un espectáculo que deprime bajo la bandera de la justicia a media asta y la complicidad galopante sin remedio. Que cada quien seleccione al que quiera pero que en medio de este desolador basurero se elija a quien por encima de las generalidades-, porque son especialistas en ideas generales, ahonde más en las soluciones que en el inventario de males que conocemos porque los sufrimos a diario. Pero ojo a quienes prometen ríos de leche y miel y cargan a sus espaldas una tropa de halagadores profesionales diciéndoles en coro que encarnan la historia y terminen siendo parte de la historia universal de la infamia de la que hablaba Borges. Ya veremos qué quiere la gente el día de la quema cuando se verá el humo y las incógnitas quedarán despejadas. Ya lo veremos y ojalá no sea lo peor, puesto que vamos a ser asistentes a una tierra de no futuro como si presenciáramos una de las escenas del Apocalipsis.   
UNA HISTORIA DE LA EDUCACIÓN DESDE LA VISIÓN DE LOS MAESTROS COLOMBIANOS.
Dos reconocidos investigadores sociales que individualmente o en equipo han dejado huella perdurable de su obra, se unieron en una tarea de no pocos años para testimoniar en cuatro volúmenes cómo en la situación de los maestros del país. Se trata de Elsa Castañeda Bernal y Rodrigo Parra Sandoval, quienes muestran aquí una asombrosa radiografía del oficio docente a partir de testimonios recogidos por ellos a lo largo y ancho de la república. No es por lo tanto una visión acomodaticia de burócratas que pontifican desde sus escritorios, sino el de las voces directas de quienes ejercen el oficio entre nuestras selvas o en los pueblos de las negritudes o las comunidades indígenas, en poblaciones remotas y olvidadas de la mano de Dios y del gobierno, además de padecer las incontingencias del rampante y luminoso atraso, casi como arrancados de una novela del realismo mágico. Bogotá con sus sectores marginados, el caribe o el pacífico, entre otros, se sintetizan en cuatro tomos. No dejan de conmover estas declaraciones despertando muchas veces la brillantez en los ojos y el deseo de maldecir frente a la desmesura de sus problemas sin solución alguna, sino la de elevar a categoría de héroes a tanto profesor recursivo y dedicado al estilo de auténticos patriotas. La difícil tarea del maestro ha venido perdiendo importancia ante los ojos de la sociedad y se le mira si no con desdén con algo de desprecio, puesto que echan sobre sus hombros el peso de una responsabilidad que pertenece a todos y no a uno solo. No faltan quienes les disparan en la cara que gracias a ellos comen y tienen trabajo o que sus hijos ni rinden ni estudian por su cuenta, al tiempo que los acusan de comunistas si organizan a las comunidades para reclamar sus derechos.
Los países más desarrollados del mundo se miden por el nivel de su educación y allí no han dudado en mantener a sus maestros dignamente remunerados, en custodiar que las escuelas o instituciones tengan física y materialmente comodidades, en la existencia de tecnología a la altura de este siglo y en la protección del entorno con métodos donde todos los actores del proceso se involucren. Los testimonios encontrados en los libros de Parra y Castañeda reflejan lo contrario y cada quien parece una isla en abandono. No puede entonces esperarse mucho de una situación como esta, puesto que las soluciones de fondo vienen apenas empaquetadas en los discursos oficiales. Si bien es cierto el esfuerzo económico ha sido más que positivo, las soluciones de fondo no se ven con salida. El panorama es entonces de tragedia. No es sino recorrer los testimonios y las circunstancias para sentir qué han vivido, cómo viven y cómo trabajan estos educadores y percibir la minucia de un drama que no conmueve a nadie, puesto que ni las cámaras de televisión ni lo micrófonos de la radio ni el flash de las fotografías ni las noticias ni las crónicas dejan un resquicio de detenerse en estos desplazamientos o estas miserias. Lo logra por fortuna el estudio reseñado y que no ojearán los políticos ni los funcionarios responsables de la educación porque están sumidos en sus rutinas para conseguir o preservar el gobierno, alcanzar a definir contratos como el de la compra de pupitres, de laboratorios, de lotes y de alimentos, entre otros, contentándose con vivir en la mesa opulenta mientras a los demás les quedan las migajas. Bien vale la pena que en las facultades de educación y carreras como sociología o política, en los sindicatos mismos, se estudiaran estos testimonios y de allí salieran propuestas para contribuir al mejoramiento de la educación y los maestros. El tema no únicamente debe circunscribirse a lo salarial.  Y no existe la disculpa de cómo llegar a estos libros por el precio, puesto que se consiguen gratuitos para descargar por internet y la dirección la encuentran en la Universidad de Ibagué que hizo la lujosa y merecida publicación también en físico.