CINE, LIBROS Y ANALFABETISMO
Tanto en las crónicas de Narnia que acaba de estrenarse como en la última película de Harry Potter, las aventuras parten no sólo de la vida misma sino de los libros. Son ellos la clave del comportamiento mágico y las conductas de la fantasía. Pareciera cumplirse la sentencia de Cervantes que dice cómo, quien sabe leer sabe ascender, así como quien sabe escribir sabe volar. Todo ese mundo de lo asombroso que raya exactamente en lo fantástico, cubre de emoción a niños, jóvenes y adultos de diversos lugares del mundo. Existe el eterno enfrentamiento entre el bien y el mal y las escenas de prodigio regresan a recrear el mundo donde ya nada parece sorprender. La clave de todo modos parte de esa extensión de la memoria que es el libro, sobre cuya existencia en el futuro corren demasiados rumores alrededor de su desaparición. Los profetas de desastres que no entienden cómo los otros medios de comunicación son alternativas y no reemplazos, anuncian su sepelio. Tales actos inocentes por más argumentos que quieran endilgarle, no le quitan jamás la trascendencia ni a la lectura ni a los libros. Mario Vargas Llosa, por ejemplo, al recibir el premio Nóbel de literatura, señala en su discurso que aprender a leer fue la cosa más importante que le ocurrió en la vida. Esta tarea constructora de la personalidad y que modifica la conducta humana, en sin más vueltas definitiva en la existencia. Los pueblos donde el libro no es un artículo de lujo sino uno de primera necesidad, van encabezando el desarrollo de la tierra, mientras que los otros, donde no se puede o no se quiere, caminan a la saga y deambulan entre las tinieblas. Por eso es muy significativo lo que acaba de ocurrir con las pruebas nacionales hechas a los estudiantes, donde se demuestra que ellos no saben leer, no entienden lo que leen y su rendimiento nacional está por debajo del 50%.  Tamaño despropósito y horroroso fracaso al que debemos ponerle todo el cuidado con este lamentable diagnóstico, mucho más, cuando a todo parecer, existen tres grados en la condición de analfabeto. El analfabetismo "por impotencia", de quien no conoce las letras; el analfabetismo "por inacción", de quien, conociéndolas, no pone en ejercicio ese conocimiento o sea que no lee y el analfabetismo "por incuria mental", que así puede ser llamado al de los individuos que no leen más de lo que de ellos exigen sus diarias ocupaciones negociosas o profesionales. En cuanto a la primera, contamos en el Tolima con la rutilante cifra de más del 11% en una población de 15 años o más y un 60% de instituciones educativas en categoría baja, inferior y muy inferior. No creo que la culpa la tengan los maestros sino ese rutilante descuido de los muchachos de ahora por leer, por cuanto se les hace aburrido, bostezan y es más para ellos un castigo que una diversión. Claro que no sería de asombro si recorremos algunos guarismos que nos indican por ejemplo cómo,  más de dos mil millones de personas -un tercio de la humanidad- no dispone de electricidad; cuatro de cada cinco habitantes del planeta no ha utilizado jamás un teléfono (existen más líneas telefónicas en el barrio de Manhattan, en Nueva York, que en toda el África sub-sahariana) y más del 90% de nuestros contemporáneos nunca navegó por Internet, otra manera del analfabetismo para los tiempos que corren. Respecto a la gente que no sabe leer ni escribir en el departamento, no se conoce aún una estrategia que salve de tamaña oscuridad a once habitantes de cada cien para romper esa fractura que debe apenar a cualquier sociedad que se precie de tal. En relación a la última,  hace unos tres años, en Ginebra, bajo los auspicios de la ONU y de la Unión Internacional de las Telecomunicaciones (IUT), se reunió  la primera Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información con un objetivo preciso: reducir la fractura digital, ese abismo que separa a los países altamente equipados en informática y electrónica de aquellos que aún están en la prehistoria de Internet. En una sociedad del conocimiento y del saber como la nuestra, estas carencias resultan fatales y contribuyen a mantener el retraso de muchos países pobres. Por eso, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ha insistido en que una de las maneras de combatir el atraso y la pobreza consiste en reducir esta fractura, la que con un progreso ideal debería desaparecer de aquí al 2013. La Cumbre de Ginebra, trató de insistir en la necesaria cooperación internacional y la indispensable solidaridad electrónica entre los pueblos. La declaración final, firmada por los 191 estados miembros de la ONU y que tiene el valor de solemne compromiso internacional, constituye una especie de Carta magna de la sociedad de la información y propone un programa de acción que deberá ser puesto en práctica en los dos años venideros. Nosotros para los dos temas conservamos esa actitud de dejar pasar la vida y la historia al frente de nuestros ojos sin que intentemos participar en la ayuda mínima para cubrir tanto vacío. Debemos empezar por dar ejemplo para volver a los tiempos en que la cartilla se llamaba La alegría de leer.