HÉROES SIN PEDESTAL DE CAMILO PÉREZ SALAMANCA
Por: Carlos Orlando Pardo
La no común combinación entre un narrador, un periodista y un historiador jugando todos juntos, siendo tres personas distintas y un sólo producto verdadero, ofrece desde luego un trabajo impactante. Es lo que ocurre con Héroes sin pedestal, el tercero de los volúmenes de Camilo Pérez Salamanca dentro de su serie de crónicas tituladas El quinteto de Ibagué, donde el autor juega a pasearnos por épocas y temas diversos bajo la audacia de revelaciones por cierto muy desconocidas y como una manera de dejarnos disfrutar de sus investigaciones procelosas. La lectura entonces puede ser enfocada en varias ópticas. La del archivero juicioso lleno de curiosidad que escarba con ojo de buen cubero en lo insólito de los sucesos escogidos para contarnos detalles y secretos, la del cronista, hoy tan escaso, que con lenguaje literario va desarrollando su trama y la del investigador que va a lo profundo de seres anónimos perdidos en rutilante olvido y que él rescata con  tino para otorgarles el protagonismo merecido.
La historia de los países y de las regiones, la de los pueblos e inclusive la de los barrios, sólo es examinada si se trata de  figuras sobresalientes con aureola de protagonistas de primera clase, olvidando la participación en los procesos sociales e históricos de la gente del común. Y es aquí, donde Camilo Pérez apunta certero porque redescubre y recrea, como lo hace un escritor verdadero, la aparente insignificancia de sucesos y personajes que hicieron época para convertirlos en estrellas y darles después de tantos años justicia a sus acciones. La literatura y el cine abundan en este tipo de enfoques al rescatar de la basura de la indiferencia a gente sencilla que por su manera de ser, de actuar y de pensar, cumplieron el papel de héroes y de intérpretes en momentos coyunturales del devenir de sus comunidades, marcando con su comportamiento toda una época en el desenvolvimiento de una sociedad o de un sector de ella.
En Héroes sin pedestal, el libro de Camilo Pérez lo instaura para aquellos seres que no pocas veces ingresaron al territorio de la leyenda. Las ciudades siempre esconden secretos para todos los tiempos, pero sólo gracias a investigadores acuciosos logramos llegar a los rincones íntimos y asistir asombrados  al descubrimiento. Es en aquellos textos donde se rebela un mundo subterráneo y apasionante, provocador y lleno de lecciones sobre el comportamiento y la conducta humana. Sin lugar a la duda, es lo que sabiamente logra el escritor a lo largo de su serie de obras sobre la capital del Tolima, como si en verdad la redescubriéramos y otros fueran los rostros en el espejo de sus historias. Fue en el año 2007 cuando el autor  inició la publicación de cinco libros alrededor de la historia escondida de Ibagué, donde lo clandestino deja de serlo y como si sólo, a través de la literatura y la crónica, pudieran tomar protagonismo personajes anónimos y desconocidos hasta ahora. La inquietante serie que parte de Inquilinos del novecientos, continúa en el 2009 con Para contarle al olvido y sigue ahora en los textos con Héroes sin pedestal, los que convierten a su autor en el gran cronista contemporáneo de su ciudad natal y en el buceador experto de sus pasos a lo largo de diversas épocas.
El viaje por sus páginas nos deja muchas enseñanzas y reflexiones, permitiéndonos entender y respondernos sobre muchos de los orígenes de la conducta de los ibaguereños. La parte sumergida y hasta ahora oculta que narra Camilo Pérez, es lo que vuelve al libro un texto bien particular. Aquí no se trata de la magia de la ficción sino de la ficcionalización de la historia a través de relatos y crónicas no exentas algunas de nivel poético y producto de un largo y paciente recorrido por documentos y periódicos antiguos. Pero es ahora, de nuevo, conHéroes sin pedestal, cuando Camilo Pérez vuelve a entregarnos un libro delicioso que nos divierte y nos enseña, lo mismo que nos lleva a verificar, una vez más, como ya lo hemos dicho, el talento y la capacidad narrativa de Camilo Pérez, a quien la ceguera de sus últimos años no le ha impedido continuar caminando, sin pausa, por los senderos de la investigación y el redescubrimiento de la historia secreta de Ibagué.
Las doce crónicas históricas y literarias que integran el libro, se regocijan en personajes que marcaron época como Serapio Espinosa explotando la quimera de las trece mulas de la vuelta del chivo en aquel pequeño poblado que era Ibagué buscando crecer en medio de la abulia y una patria boba pendiente de apariciones y tesoros supuestos, al tiempo que dibuja cómo era y dónde quedaban las cosas por entonces, enmarcados los datos en un rigor histórico que muestra su pesquisa rigurosa y su indagación perseverante en lo que lleva ya no pocos lustros. El justo reconocimiento a Lucio Huertas Rengifo y al mismo gobernador Cuellar Velandia de los años donde Rojas Pinilla ejercía su dictadura que no pocas cosas justas trajo, sin que por ello se apruebe o no su política sino algunos de sus actos de progreso, reconstruyen un hecho cierto sobre la fundación de la universidad del Tolima y las insólitas gestas políticas y conceptuales que rodearon la circunstancia, así como hace justicia a un conservador recio como Eugenio Varón Pérez que murió defendiendo sus ideas como director de la cárcel de Ibagué en los sucesos encarnizados del 9 de abril de 1948. Salta a Humberto González Ruiz, el famoso “negro Pingo,” cuyas acciones devotas y fanáticas llevaron al nacimiento del Deportes Tolima, al tiempo que narra, con lujo de detalles arrancados de las crónicas de época,  las minucias de los partidos de fútbol con sus goleadores y su alineación. No falta la leyenda de la aparición del demonio en el barrio Baltazar donde se dice que el diablo bailó El ron de Minola, una canción famosa por entonces y surge el retrato doloroso de la violencia de mitad del siglo pasado donde narra los tiempos, como él mismo los llama, en que los desplazados se llamaban exiliados de la violencia.  También está un crimen aún impune contra Héctor Echeverry Cárdenas, director del periódico Tribuna, los hechos sobresalientes del lotero de la poesía que se fue a declamarle a San Pedro, o las insólitas pero imaginativas y audaces anécdotas de Luis Forero Latorre, candidato a la alcaldía en Ibagué y hasta el nacimiento del festival folclórico como una propuesta de paz en medio de la violencia partidista, cerrando el libro con la historia de Lastenia Madrigal, la cuchillera de Laureles.  Qué maravilla leer los tomos de El Quinteto de Ibagué, donde se nos cuenta la historia de la ciudad durante el siglo XX a través de los humillados y ofendidos y no desde los propietarios del poder y la gloria como siempre se ha hecho.