La
primera novela del ibaguereño Jorge Iván Parra, Contra el olvido, dividida
en tres partes, por la estrategia del narrador teniendo en vilo el crimen del
hermano por pugnas con el hijo del jefe de la oficina de abogados donde
trabaja, semeja un libro de memorias cuyo hilo parte de las evocaciones de
familia para concluir en el crimen del muchacho que el tiempo y la impunidad
dejan siempre en permanente olvido. Tiene un tono que pareciera en
ocasión una charla informal de café donde se recorren los hitos que desde los
medios marcaron por lo menos a dos generaciones. Bajo la sencillez Borgiana en
algunos de sus cuentos, la intención pareciera darse en el alejamiento de lo
estrictamente literario quitándole ese ropaje a una historia cuyo ardid de un
crimen es la disculpa estructural para ofrecer el reflejo de una Bogotá que
parte desde 1966 hasta dos décadas después. No he leído un fresco más nítido
sobre la Colombia de entonces que va deslizándose entre el asombro de los
primeros atisbos de la tecnología, los inaugurales equipos de sonido, los
nacientes televisores, las radionovelas y los comics, pero al fondo de la
ficción, el país tipificado en los crímenes paradigmáticos que marcaron a
nuestro conglomerado desde el mismo asesinado de Uribe Uribe en el recuerdo del
papá, un capitán de la policía retirado y en goce de pensión, lo acontecido con
Jorge Eliécer Gaitán y la transformación misma de barrios y edificios,
inclusive de los teatros del centro que sucumbieron al avance urbanístico. Ese
mundo que el tiempo ha devorado, se ve como una radiografía fresca de una época
ingenua en apariencia bajo los recuerdos del narrador que despierta a la vida
en el marco estrecho de dos canales de televisión, sus series y programas de
entonces saboreados al ritmo familiar e inclusive la existencia de apenas dos
equipos de fútbol, dos partidos políticos, para llegar al M-19. No exenta de
humor, la novela simula una simple memoria con sus tintes autobiográficos
resucitando momentos cruciales de la vida cotidiana