APUNTES SOBRE BUEN VIAJE, GENERAL, NOVELA DE BENHUR SÁNCHEZ

La narrativa sobre las guerras civiles colombianas en el siglo XIX y a comienzos del siglo XX, cuenta bibliográficamente con un no despreciable número de novelas. El inventario nos arroja por lo menos dos docenas pero al día hoy parecen inexistentes. Inclusive llevan la firma de autores consagrados en épocas lejanas, digamos Ismael Enrique Arciniegas o Clìmaco Soto Borda con Diana Cazadora, aunque ninguna logró trascender sino apenas convertirse en punto de referencia.  Algunos estudiosos como Gonzalo España y su excelente equipo de investigadores lograron rescatarlas, seleccionar y ofrecer una interesante antología de ellas en tres amplios volúmenes. Creo que llegaron a cuatro tomos pero no conozco el último y fueron publicados por la Universidad Industrial de Santander en el año 2005.Los volumenes de esa narrativanos dejan la grata impresión de un testimonio valioso y de un reflejo pálido de lo que sería en términos académicos la novela histórica, puesto que en el fondo son memorias, presencias con diferentes voces sobre un gran conflicto nacional, sobre un espectro que no muere, un eco testimonial de nuestra identidad, aunque siempre retórico que era lo estilado en la época y tiene muchas limitantes al no lograr convertirse sino en una constancia histórica sobre aquellos hechos lamentables, muchas veces sesgados por la militancia del autor y no pocas como actos contestatarios, lejanos por supuesto a la verdadera categoría literaria. Son versiones que ellos clasifican como heroico románticas a partir de un relator testigo y que pretenden una verdad histórica, pero nada más.
Durante el siglo XX, escritores como Osorio Lizarazo con El camino de la sombra, García Márquez en Cien años, Rojas Erazo con su arzobispo inolvidable y Elisa Mújica en sus relatos, por ejemplo, hicieron su abordaje pero no de fondo, puesto que los sucesos no son protagonistas sino escenas, parte del decorado, puntos de partida, referencias apenas como en Los días en Blanco de Hugo Ruiz. Frente a eso surge entonces para hoy un gran vacío en relación al tema de las guerras que se presentaban cada ocho años en promedio según especialistas. Los hechos están referidos en la historia, pero no podía ser posible que las dejáramos en el olvido rutilante como si jamás hubiesen sucedido. En Europa, por ejemplo, las novelas sobre la guerra y la postguerra dieron como fruto grandes obras y grandes autores que no quiero señalar ahora porque son casos ampliamente conocidos. Qué no decir de la novela de la Revolución Mexicana. Allí pasaron de la historia a la ficción con estas obras que perduran como Los de abajo de Mariano Azuela o El Águila y la serpiente de Martín Luis Guzmán, protagonistas o testigos de los hechos. Todo lo dicho conduce a concluir cómo ese gran paréntesis aún no había sido llenado y requerían de libros como la novela Buen viaje, general de Benhur Sánchez Suárez. No nos sorprende, porque el escritor ya venía elaborando su camino en hechos y personajes de la historia como lo hace con el famoso Reynaldo Matíz en Así es la vida amor mío, su frase final en el conflicto con Arcadio Perdomo y su tropa azul, ubicándose en la Colombia de la Regeneración y la Hegemenonía conservadora. O el caso de la guerra de Colombia con el Perú que revisita en El frente inmóvil, una ficcionalización sobre el conflicto de Colombia con el Perú, hace ya más de setenta años. Sería como una trilogía suya con el tema histórico. Lejos de la tentación para caer en la truculencia de lo que se ha dado en llamar la literatura sicaresca, Benhur  hace una novela que desde el punto de vista de la técnica y del lenguaje, de la estructura y del manejo de la historia, encuentra un modo de narrar no únicamente ágil y complejo en apariencia por los cuatro planos narrativos en que descansa su edificio, sino logra una seductora historia donde se revisan y se reactualizan algunos aspectos de la guerra de los Mil Días, en este caso ubicada en el escenario del Tolima y con un protagonista que ingresó por sus acciones un poco a la leyenda regional. Objeto de odios y de amores, de canciones y de himnos, de monumentos y de homenajes, de diatribas y de varios libros monográficos, Tulio Varón y la odisea de su periplo hasta lo trágico de su muerte, están aquí de cuerpo entero sin que se glorifique o se señale sino se narre, esencialmente, para dejar al lector el juicio de sus actos. Tanto la historia como la estructura y el lenguaje lo hacen a uno rodar como en un tobogán bajo la delicia de un texto impecable. Desde luego, para nuestra desventura, arropados por el manto de la violencia en que hemos vivido y en que han vivido otras generaciones anteriores a la nuestra.
No tenía Colombia en la historia de su novelística una obra de ficción sobre el general Tulio Varón, destacado y legendario personaje del Tolima tanto en las guerras civiles desde finales delsiglo XIX hasta los comienzos del siglo XX. De tan contradictorio protagonista, hasta ahora, con Buenviaje, general, apenas se tenían referencias episódicas en Los días en Blanco de Hugo Ruiz y Los incendios de Jorge Eliécer Pardo, ambas inéditas. De allí que, para empezar, sea positivo subrayar la originalidad temática en un mundo donde a veces todo parece dicho. Curioso resulta que nadie en el Tolima se hubiese ocupado de un personaje que a lo largo de años, hasta cuando yo recuerde, fuera tan legendario y ocupara hasta hace no mucho tiempo parte de las arengas manejadas por nuestros políticos. En la poesía y en sus estudios biográficos fue más afortunado. Darío Samper y Emilio Rico, en particular, le ofrecen varios de sus versos, al igual que ocurre con diversas canciones de nuestro folclor, particularmente la más escuchada escrita por Pedro J Ramos. (Soy del Tolima guerrero, tierra de Tulio Varón, de valientes guerrilleros y de las mujeres bellas…). La crónica no le ha sido esquiva en varias épocas y es Camilo Pérez en Inquilinos del novecientos, como se cita entre el texto, quien de manera reciente se ha ocupado del malogrado combatiente.
Es esta la obra más extensa de Benhur Sánchez, a cuya investigación y escritura entregó devoto no menos de tres años para ir hasta las profundidades. De otra parte, la arquitectura de la novela se me hace inteligente y cuidadosa y por la misma brevedad manejada en sus cuatro y cinco planos de los expuestos en cada uno de los once capítulos, porta el irresistible sello de escenas, como en las películas o las telenovelas, que quedan en punta para seducir al lector, interesado siempre, como en este caso, en seguir la huellas de los acontecimientos. El paseo, la voz de Tulio Varón, las noticias actuales sobre la guerrilla con su nombre, la voz del investigador,  la voz del escritor en segunda persona, encarnan varias caras de la misma moneda. Es la multiplicidad de versiones, de posibilidades para agotar al personaje, por fortuna no al lector. El cambio de tono y de lenguaje en esos planos nos conduce a vivir igualmente experiencias que van desde lo épico y maravillosamente logrado, desde los lírico inclusive, hasta lo chatomismo de la cotidianidad y un punto importante, la muestra de la preocupación del escritor en el proceso de su obra, sus dudas, sus consultas, sus conflictos y su manera de llegar al tema hasta vencerlo. Tanta pluralidad amena aparentemente compleja, me deja la impresión de cómo no se queda quieto en la búsqueda y en la experimentación de maneras de narrar, ofreciendo el ejemplo palpable de un autor siempre evolucionando. Me siento halagado de haber sido primer lector de esta obra que me ofreció no pocas enseñanzas y las muchas revelaciones en relación a Tulio Varón que realmente desconocía a pesar de ser un estudioso de los libros biográficos, inclusive editor como en el caso de Carlos Eduardo Jaramillo con su obra El guerrillero de el paraíso. No sé si sea la emoción que tengo sobre Buen viaje general la que me hace pensar, sinceramente, que esta sea su mejor novela. No por ello dejo de querer sus otros libros que he seguido fielmente a lo largo de no pocos años. De todos modos no déjà uno de conmoverse ante tanta guerra y tanto sacrificio que pareciera no terminar nunca para nuestra desgracia