EL FINAL DE EL TIEMPO PARA EL TOLIMA
Produce pesadumbre la determinación que han tomado las directivas del diario El Tiempo para dar por finalizadas sus labores en el departamento. Se venía venir su final como la crónica de una muerte anunciada cuando en la región dejó de ser diario que era exitoso periodísticamente y devino en una separata hace unos doce meses. Este sentimiento de frustración se aviva porque quedamos sin un medio alternativo impreso ni otro punto de vista en el enfoque noticioso y de los encargados de las columnas de opinión. Seguro que esta medida es parte de la asumida en varios lugares del mundo donde desaparecen medios prestigiosos y de una larga tradición, tomando quizá el rasero de pocos anunciadores, escasos lectores y por qué no una gerencia sin alcance ni eficacia, sumado al  factor de un público creciente a través de Internet. Contrario al funeral que vivirá el Tolima por esta llama que se apaga a pesar de continuar con un corresponsal, reaparece el júbilo desde cuando los Santos decidieron hacer el semanario que se llamó Tolima 7 días. Con la dirección inicial de Augusto Trujillo Muñoz y la vigorosa gerencia que cumpliera Laura Inés Castro durante largo tiempo, no sólo se hicieron separatas y libros, suplemento literario y entregas especiales, sino se logró un gran cubrimiento en todos los rincones del Tolima. Hoy lamentamos su desaparición a partir de este viernes porque venía cumpliendo una tarea sobresaliente y digna de no ser acabada de un brochazo. Lo lloro en particular porque desde el momento mismo de su fundación, más de 300 columnas publiqué a lo largo de  quince años en un  grato y permanente ejercicio que nos permitieron reflexiones en torno a un vacío cada día mayor en los medios respecto al examen de la tarea espiritual e intelectual de los nuestros. Fue Silverio Gómez, el tolimense varias veces ganador del premio Simón Bolívar de periodismo el encargado de organizar este y otros semanarios que aparecieron en el país y que ahora, por lo menos en la región nos despierta tristeza por su muerte. Queda resaltar el papel cumplido por cada uno de los coordinadores que tuvo, ágiles periodistas vestidos de ética y capacidad profesional, quienes junto al equipo que los acompañara en su tarea dejan todos una huella memorable en un nuevo gran capítulo del periodismo regional. Cumplían una labor sin odios parroquiales y de cara a la gente sin necesidad de esconderse en amañados seudónimos, sin enamorarse de las antipatías que pudiera despertarles alguien a quien le tuvieran animadversión y desde luego sin discriminaciones abominables. Ojalá las directivas del diario El Tiempo cumplan un replanteamiento y regrese el periódico con nuevos bríos porque un medio de renombre es más que necesario.