DIEZ AÑOS SIN GREGORIO RUDAS
Por: Carlos Orlando Pardo
Durante toda esta década que lleva de muerto Gregorio Rudas, aún nos queda su presencia recurrente en las conversaciones y tertulias porque encarnaba a un personaje bien particular. No era de aquellos seres que pudieran pasar inadvertidos sino que cumplía su protagonismo gracias a una inteligencia poco común. Desde sus tiempos de estudiante ya ejercía liderazgo y empezó a vincularse a la política donde cumplió una tarea sobresaliente en el plano ideológico y estratégico. Lo evocamos ahora no tanto por lo que hoy hace diez años supiéramos de pronto lo que estremeció a quienes lo conocieron y a quienes fuimos sus amigos cercanos, sino por lo que fue toda su vida hasta los instantes desafortunados de su trágico final, el de su esposa Patricia y el de su hijo Sergio. Nunca fue amigo de preguntar el por qué sino el para qué de las cosas, amante de contradecir y de jamás tragar entero, al fin y al cabo de la sangre y de la escuela de su primo Alfonso Palacio Rudas, el famosos Cofrade. Su paso destacado por el sector privado y público nunca fue en vano, y fue así que  logró sacar avante, con apoyo del parlamentario Germán Huertas, la benéfica Ley de fomento avícola, un fondo parafiscal que financia actividades de protección a la agricultura que hoy es vigente y benefició, y beneficia, sin duda,  a los colombianos de este renglón de la economía, preciso por el lapso en que fuera Presidente de la Federación Nacional de Avicultores de Colombia (FENAVI), desde 1993 a 1994. Con esta ley y con el hecho de haber logrado que las autoridades competentes sometieran al régimen de licencia previa las importaciones de trozos de pollo, medida ésta con la cual se le rompió el cuello a la apertura económica, Rudas consiguió que se dieran por parte del Estado firmes pasos en defensa del sector. La avicultura ocupa hoy el segundo renglón, después de la ganadería (leche y carne), en la formación del producto interno bruto agropecuario del país, lo cual indica la dimensión de su tarea. Llegar a culminar esfuerzos trascendentes en materia económica no viene de repente ni es producto de la improvisación. Lo conseguido fue el resultado de una existencia dedicada de modo casi enfermizo al estudio y a la adquisición de experiencia sobre renglones vitales de la vida nacional. De sus metas cumplidas no le entusiasmaba haber sido Senador de la República o Viceministro de Justicia, pero sí su actividad como representante de Colombia, durante cuatro años, en la primera Junta Directiva de Sofasa, haberse desempeñado como vicepresidente administrativo y financiero del Instituto de Fomento Industrial (IFI), o como gerente de una empresa siderúrgica. Acaso ese deseo permanente de investigar e ir hacia adelante le vino de su padre, un capitán de barco que navegaba por el río Magdalena, Nazario Rudas, un hombre que sabía anclar siempre en puerto seguro. Y de Adelaida, su madre, nacida cerca al río, en Ambalema, le vino el deleite de avanzar contra la corriente. El capitán y Adelaida tuvieron seis hijos, cinco de ellos nacidos en puertos: Honda, Ambalema y Girardot. Quien había nacido en Ambalema el 15 de julio de 1935 y murió el 27 de julio de 2001, tuvo una infancia que transcurrió entre las calles coloniales, el calor y la brisa proveniente del río. En Ibagué, a donde se traslada siendo todavía niño, conoce el pavimento y los carros particulares que entonces no pasaban de una docena, pero también la alegría del estudio cuando inicia su primaria en las aulas de los Hermanos Maristas. Pero es en San Simón, colegio en el que cursa todo su bachillerato, en donde vino a formarse el carácter de un hombre que desde joven llamaría la atención de personalidades como Carlos Lleras Restrepo y Darío Echandía. Allí se destacó como líder y el asunto le gustó tanto que ya iba a dejar sus entusiasmos por esta carrera. En San Simón, colegio reconocido entonces como el núcleo más importante de la cultura en la región, encabezó la actividad del centro Manuel Antonio Bonilla,   fundado por Teodosio Varela, hijo del afamado dirigente comunista Juan de la Cruz. Vuelve, pues, a ejercer el liderazgo dirigiendo y publicando el periódicoRenovación, órgano de difusión de la academia. Su destino inmediato fue la universidad Externado de Colombia, en Bogotá donde estudió Derecho y desde el primer año es nombrado miembro del Consejo Estudiantil, del cual llegó a ser poco después su presidente. A la política, que ya había anidado en su ánimo, regresó con mayor ahínco al dedicarse a combatir la dictadura militar. Siguió en ello un estilo atípico dentro de los miembros de sucesivas generaciones. Tras su paso por la Presidencia de la Corporación Colombiana Automotriz, Gregorio Rudas fue designado Gobernador del Tolima. Por varias razones rechazó inicialmente el cargo, pero la insistencia meliflua del presidente Turbay Ayala terminó por convencerlo: “Acépteme la gobernación - le dijo - que vale la pena ser presidente de Colombia para tener un gobernador como usted”. Inició el proceso de terminar con los estancos como intermediarios entre la licorera departamental y los consumidores, medida tildada de atrevida pero que arrojó resultados positivos. La adquisición de maquinaria para obras públicas mediante endeudamiento externo, la dinámica continuación de la campaña de alfabetización en el Tolima, iniciada por el gobernador Miguel Merino Gordillo y su secretario de educación que entonces era este cronista, la fundación de bibliotecas público-escolares en buena parte de los municipios del Tolima, la edición de libros de autores tolimenses y el saneamiento de las finanzas departamentales, fueron algunas de sus más trascendentes obras. Fuera del dolor que causó su partida final, a sus amigos nos correspondió su rica biblioteca y el placer de haber compartido con una inteligencia singular, sólo rota en la última noche.