¿Crece el analfabetismo en el Tolima?
Por: Carlos Orlando Pardo
Este 8 de septiembre, por decisión de la Unesco, se conmemora el día internacional de la alfabetización, lo que ha de servir para reflexionar en nuestro departamento alrededor de un tema mas que neurálgico, si se tiene en cuenta que no saber leer y escribir es caminar a ciegas por el mundo. Pero no sólo eso sino sobre todo indefensos y sometidos a cumplir tareas deleznables, a convertirnos en víctimas fáciles de ser engañados y a vivir sin vivir plenamente. La vida, de muchas maneras, es una cruzada permanente y con esta ignorancia salimos desnudos al campo de batalla. Poco se menciona la sed cuando no la sentimos y esta prioridad educativa permanece al margen de los pronunciamientos oficiales. Las cifras actuales nos conducen a percibir escalofrío, por cuanto en pleno arranque de la segunda década de este siglo XXI, como si permaneciéramos cien años atrás, indican que son unos tres millones de habitantes en Colombia padeciendo el flagelo y nada menos que un millón de jefes de hogar, 65%, hombres. Curioso resulta ver cómo, el 75% de quienes carecen de esta herramienta eficaz es mayor a los cuarenta años. La nueva dirección de las regalías no menciona ninguna inversión y no son pocos los años que se gastarían para liquidarlo. Nuestro buen presidente Santos planteó reducirla un punto de una tasa de 6.7% y el proyecto anunciado de Cero analfabetismo en el país destinó 60 mil millones para alfabetizar a 65 mil iletrados. Las cifras son parte de la pobreza extrema sin que allí se mencionen para aumentar el listado de desgracias.  No se puede ser libre si se es ignorante y aquí está otra clase de esclavitud que es necesario combatir a fondo y sistemáticamente, como alguna vez lo hicimos en el Tolima al declararle la guerra al analfabetismo. Si bien es cierto toca a los sectores rurales por razones que cualquiera deduce, allí sobrepasa el 14%, en los cascos urbanos y la tasa de informalidad laboral de la población analfabeta es de casi el 90%, cuando la nacional se tasa girando el 63%. Esta conmemoración del bicentenario y de los 150 años de nuestro departamento, debería impulsarnos a proponer la urgencia y la emergencia de cumplirlo, donde todos y cada uno de quienes sabemos hacerlo, se comprometiera al menos con dos semejantes. Los tolimenses podemos dar un buen ejemplo. Fue en 1978 en el gobierno de Miguel Merino Gordillo cuando desempeñándome como Secretario de Educación, fundamos y dirigimos, junto a Luis Eduardo Chamorro, la Campaña masiva de Alfabetización en nuestro territorio, la que a lo largo de tres años logró erradicar este flagelo en 138 mil ciudadanos y que sirvió de base para que el presidente Julio César Turbay Ayala la decretara como Campaña Nacional de Alfabetización Simón Bolívar. Tras analizar lo grave de la situación en Colombia y luego de convocar en Ibagué a todos los secretarios de educación del país, con la presencia del Ministro de Educación, entonces otro coterráneo ilustre como lo fuera Guillermo Angulo Gómez, la tarea tomó camino y más adelante el presidente Belisario Betancourt la continuó con el nombre de Camina. Luego quedó en una buena intención engabetada en los escritorios de los burócratas abúlicos y los de la vista gorda abundaron como si cerrando los ojos desaparecieran. Ya algunos estudiosos citan un documento de interés donde las Naciones Unidas han declarado la alfabetización como libertad, la que se cierra supuestamente el año entrante. Si en nuestra tierra existen más de 300 mil personas en ese estado lamentable no sólo porque abandonaron la primaria y escasamente garrapatean, este es un lunar grande, mucho más cuando escasos son quienes logran terminar una carrera universitaria como para darnos una muestra de la quiebra del sistema aplicado. Otros hablan de 160 mil porque los datos oficiales son contradictorios, pero lo claro es que en pleno avance de la tecnología, en cuyo campo también existe el analfabetismo, estamos en barrena. Hemos crecido en población y servicios mediante importantes esfuerzos de todos los gobiernos, pero nuestros índices finales de más del 14% son lamentables. Este es un gran obstáculo para el desarrollo, un problema social de envergadura y una desolada panorámica en la que todos directa o indirectamente somos responsables.