OSCAR BARRETO ES CULPABLE

Todos los gobernadores han sido 86 desde 1885 a 2010. Por más de medio siglo de vida política en el departamento comprendido entre 1958 y el día de hoy  -exactamente 53 años-, se observa el esplendor y la decadencia, el subdesarrollo y el progreso, los enfrentamientos y la reconciliación, pero en lo fundamental un tiempo de violencia con diversas modalidades. Podrá verse cómo, el resumen, muestra una época donde florece la fortaleza de los partidos políticos tradicionales, abunda su atomización y finalmente generan en mucho su crepúsculo, así como advierte el renacer de nuevas opciones políticas y ante todo la renovación de jefaturas. La perspectiva genera la visión de la existencia en el pretérito de sobresalientes jefes conservadores y liberales con una representación vital que desprende para el departamento la posición de ser un fortín nacional, hasta el nacimiento de nuevos partidos que con diferentes motes forman finalmente una diversa configuración, e inclusive el surgimiento de figuras que independientemente de sus partidos se convierten en paradigmáticas y brillan con luz propia gracias al talante de sus actividades, conservando, en medio de tanta crisis y no pocos ataques, un prestigio entre la comunidad. Dentro de este marco, existen quienes a través de las palabras muestran ríos de miel y leche, pero ninguna obra que les otorgue autoridad. Durante los últimos años, buena parte de los gobernadores que ha tenido el Tolima, salvo algunos excepcionales casos, pero ante todo el ejemplar de Pacho Peñaloza, hace más de quince años, han cruzado por esta dignidad casi sin romper ni manchar el atraso y se dedican a sobrevivir en medio de lamentos por las deudas dejadas por su antecesor, gobernando con el lente retrovisor y empantanándose en su incapacidad. Ahí están casos rampantes como el de Jorge García Orjuela, el que sin rubor alguno se atreve a presentar de nuevo su nombre para alcanzar  el mandato como si por aquí tuviéramos tan mala memoria y nos hubiera tapado la peste del olvido. Subrayo aquí, ahora que caen voces discordantes de variados sitios, como realmente meritoria la obra que cada día dinamiza Oscar Barreto Quiroga, por quien no voté, pero cuya acción ejemplar se siente particularmente en la provincia donde pocos de sus antecesores viajaron, salvo para hacer promesas y entregarlas envueltas en el papel sedoso de la demagogia. Si la Biblia afirma que por las obras los conoceréis, Barreto se hace digno de ser señalado como uno de los culpables contemporáneos de una pelea sin tregua contra el atraso, de una guerra al subdesarrollo rampante que nos habita y de una acción sin descanso a favor de los humildes de nuestra tierra. Qué bueno sentirse gobernado por un mandatario de su temple y su talla y que se atreve sin temores y sin pedir permiso a romper con el olvido inmerecido de la gente de nuestras más lejanas comarcas, a permanecer indiferente ante el halago de los cocteles a los que no asiste y de los clubes que ignora porque su pelea es a campo abierto, al pie de los problemas, al lado de los conflictos y siempre con una solución. El balance final no será catastrófico como lo anuncian los profetas de desastres, sino digno de pasar a la historia del Tolima como un capítulo en verdad luminoso.