En la foto de izquierda a
derecha los hermanos Carlos Orlando y Jorge Eliécer Pardo, Eutiquio Leal,
Augusto Trujillo y Mario Arbeléz, en la presentación de Bomba de tiempo, libro
de relatos de Eutiquio Leal publicado por Pijao Editores en 1974. El escenario
es la hoy desaparecida biblioteca municipal fundada por Mario Arbeláez en la
carrera segunda con trece en Ibagué.
EL
ADIOS DE MARIO ARBELÁEZ MARTÌNEZ
Para estos días nada debe
decirles a los jóvenes este nombre, pero ahora que acaba de decir adios,
definitivamente, he recordado con admiración y cariño las más de dos décadas
que fue protagonista del activismo cultural en Ibagué. El panóptico de esta
ciudad, por ejemplo, llegó a elevarse tras muchas diligencias y tropiezos como
patrimonio cultural del país gracias a sus gestiones, apoyadas desde Bogotá por
el entonces ministro de Justicia Alberto Santofimio Botero, en cuyos cuadros
políticos militó toda su vida. Desde los tiempos en que fuera funcionario del
Banco de la República y luego varias veces director de cultura en el municipio
y en el departamento, no cesó su ilusión de convertir a la ciudad en que nació
como un centro grato para lo formativo espiritualmente desde la música, el
teatro, los títeres y la literatura. Tuvimos muchas polémicas a lo largo de
años desde las páginas del inolvidable diario El Cronista donde fue columnista
permanente, pero establecimos al final una amistad hasta cuando partió a Bogotá
donde dirigió la extensión cultural del distrito con no poco éxito. Aquí fundó
la biblioteca municipal en la carrera segunda donde hubo un escenario continuo
para actividades y fue cofundafor del cine arte y de la casa popular de la
cultura dirigida por el teatrero Antonio Camacho Rugeles. Impulsó como ninguno
el apoyo y la difusión de nuestros músicos y formó como intérprete un
espectacular dúo con Helena Stefan que aún evocamos entusiasmados, integrándose
al famoso conjunto Chispazo al que pertenecieron Luis Eduardo Vargas Rocha,
Pedro J Ramos, Pacheque, Pedro Rincón y los hermanos Alfonso y Adolfo Viña
Calderón, entre otros. Igualmente proyectó el primer gran encuentro de rock que
fue motivo de escándalo para provincianos y pacatos, patrocinó conciertos con jóvenes
figuras como el hoy consagrado cantautor Jairo Bocanegra y escribió
disquisiciones alrededor de filósofos y autores clásicos y contemporáneos, sin
que le fuera ajena la poesía y hasta la imitación gloriosa al inmortal Agustin
Lara. Devoto e impulsor de la obra hoy olvidada de la gran Luz Stella y amante
de todo lo que tuviera que ver con su terruño, Mario Arbeláez Martínez cumplió
una tarea trascendente para ofrecer parte de los escalones de lo que hoy es
culturalmente la ciudad. Dejé de verlo durante muchos años hasta cuando supe
que había regresado a Ibagué prometiéndonos un encuentro que nunca se cumplió,
salvo algunos intercambios por teléfono y el recibir, con motivo de la publicación
de mi Manual de Historia del Tolima, un poema homenaje que conservo con cariño.
Sin duda alguna fue un artista de la vida y tuvo la discreción de no
querer convertirse en protagonista de nada sino en un soldado disciplinado de
sus sueños. Seguramente se encontrará con el tío conejo, un excelente
titiretero que fuera su amigo, con tantos músicos y escritores que conocimos
como sus camaradas y ante todo con la certidumbre del deber cumplido. Le
decimos adiós con la tristeza que despierta el despedir a tantos amigos con los
que compartimos y el orgullo de haber presenciado su tarea devota por una
Ibagué dispuesta para lo humanístico.