Música de parcas de Omar Alejandro González Villamarín
La región en particular tiene una orfandad notoria en
la falta de nuevos narradores aunque no de poetas, sobre todo en una larga
última década que parecía estar reclamando otros nombres. Es aquí donde bien
vale la pena reseñar el libro iniciático de Omar Alejandro González Villamarín,
un joven escritor que apenas sobrepasa los 30 años y dirige el taller literario
de la Universidad del Tolima. El licenciado en Lengua castellana que ahora
cursa su magister en literatura, ya venía empujando su nombre al ganar concursos
de cuento y poesía, escribir notas críticas en revistas y periódicos o agitar
debates sobre su tema en el seno de su institución.
Música de parcas es entonces un libro de cuentos
de diversa extensión que ofrece un trabajo ricamente imaginativo con
apalancamiento en un bien manejado lenguaje literario, dominio de la técnica,
conocimiento del oficio, economía de palabras y temas novedosos, sin que deje
de advertirse un juego de re-creación bajo textos de maestros del género. Se
advierte aquí un oficio en la tarea lejos de la improvisación y que deja al
final el grato vestigio de cómo enfrentamos a un futuro escritor de gran
aliento y que sin duda hará ruido en los años venideros. La brevedad es muestra
de conciencia, mucho más cuando se ilumina y se devela todo un universo bajo la
presión de la dificultad de lo conciso. No es fácil aunque pareciera y
allí reside parte de su magia.
Lo asuntos nos remiten al encanto de la captura
sensible del tránsito del momento en algunas horas quietas, el ilusorio
entresijo del juego de espejos, finales sorpresivos, el goce de lo
aparentemente insignificante y el relámpago iluminador sobre la fugacidad
de la existencia. Todo parece pasar sin que pasara nada y sucede de todo en la
intimidad de aquellos personajes. Paneado este mundo se olfatean las continuas
reflexiones, la búsqueda del ser y del amor, del conocimiento y la aventura en
detalles que sólo a un escritor le es dado examinar, al igual que están
impregnados de cierta dosis existencialista, algo de nostalgia y un sabor de
muerte. Parecieran en apariencia sondeos de lo que pudieran ser textos más
amplios, borradores de un ejercicio, gimnasias verbales, inquietudes
filosóficas y religiosas, encuentro con la entelequia y ante todo la captura de
lo cotidiano bajo mundos monótonos alterados por una mirada, un encuentro
fortuito, la revelación imprevista de cosas de familia e inclusive la atrayente
y expectante historia de un crimen bajo una historia insólita.
En el certero e inteligente prólogo que le escribe otro
escritor reciente como Carlos Arturo Gamboa, es fácil develar cuáles son y
enumeradas con argumentos académicos, algunas de las virtudes de este libro.
Llegamos como lectores a identificarnos en la importancia de resaltar ¨la
reflexión constante sobre el oficio de la escritura, la confrontación entre
mundos oníricos, irreales y reales…¨, al tiempo que con la coincidencia feliz
de que aquí se advierte un camino esperanzador.
Vale la pena detenerse en un libro que como Música
de parcas nos deja deleitar de lo puramente literario, precisamente en un
país donde la anécdota con cualquier lenguaje se convierte cínicamente en obra
y hasta con el mote de exitoso. Con razón Omar Alejandro González obtuvo
distinciones con su trabajo y las seguirá ganando con la mejor de ellas que es
dejar lectores satisfechos y no desencantados.