CURIOSIDADES DE IBAGUÉ EN SUS 460 AÑOS
Ibagué tiene, para el 14 de octubre, 167.900 días de fundada. Durante todos esos días y todas esas noches muchos la han cantado y contado porque lo que hoy disfrutamos no se hizo de un momento a otro, ni ha sido producto de un milagro. Es el esfuerzo de varias generaciones. Los primeros en describirla fueron los cronistas coloniales. Fray Pedro Simón dijo que Ibagué era “una región apacible y serena en un valle ameno y deleitoso, toda la vida una primavera”. Juan Lozano y Lozano señaló que en esta ciudad se siente “un aire de música en la noche, un rosal que se desborda sobre la cara de bambúes, una ventana que se entrecierra suavemente”. Tierra buena, solar abierto al mundo, según Manuel Antonio Bonilla. Camilo Pérez la ennoblece al expresar que en Ibagué fue la ciudad donde Dios cantó un bambuco. Víctor Hugo Triana sostiene que el único acto noble e importante de López de Galarza fue haber fundado esta ciudad. El conde de Gabriac, que en efecto sí existió y dejó varios libros, la llamó ciudad musical. Otros la han bautizado como Ciudad de paso. Lo claro es que Ibagué ha tenido muchos nombres en 460 años y cada uno de ellos, salvo el de musical, tuvo su momento de esplendor y finalmente de olvido. Ciudad cuartel, la llamaron los españoles porque fue fundada más como puesto militar de avanzada para construir un nuevo camino hacia el occidente del país, más conocido como el camino del Quindío. Para los Pijaos fue Ciudad asalto, porque hace 404 años, el 19 de julio de 1606, tras anteriores acometimientos de importancia, los Pijaos asaltaron la población, quemaron las tres iglesias que había y sesenta casas. Debió haberse llamado ciudad milagro, como Armenia. Ciudad nostalgia, según Policarpo Varón. Pueblo con maquillaje de ciudad, según Gregorio Rudas. Vieja mi querida vieja, Ciudad madre, declara Emilio Rico..yo que madre no tenía. Ciudad de forasteros, dijo alguien en los años veinte por tanto inmigrante. Ciudad de Aires, la bautizó un publicista cuando nació la aerolínea. La ciudad del arroz, la llamó Fidel Castro. La capital de la envidia, de acuerdo a un titular de 7 días. La ciudad donde está el coro más grande del mundo, dijo Germán Santamaría. Ciudad goterera, porque con el desastre de Armero la beneficiada fue Ibagué con la ley de excepciones. Otros burlándose la llaman Ciudad de clubes: casa club, club de caza y pesca, club de suscriptores del Tiempo, club deportes Tolima, club de empleados, club de la cooperativa de maestros, club de San Simón, hubo hasta club del clan, club urbano, club de leones, club kiwanis, club rotario y   club de admiradores de Pedro Infante. Sin embargo, por encima de estas circunstancias, Ibagué ha sido muchas veces cantada. Ibagué tuvo 350 años de soledad antes de que surgiera un escritor de la tierra. Todos los que la refirieron primero son autores de otra parte. Al fin y al cabo hace sólo 277 años se fundó la primera escuela pública cuyo profesor fue José Henríquez de Orduña, luego alcalde de segunda vara. Y han transcurrido 445 años desde que se fundó el convento de Santo Domingo donde se enseñaba religión y luego fue abandonado por 160 años. Hace 209, si partimos de 1801, Ibagué fue diezmada por la viruela que dejó sin vida a las dos terceras partes de la población, un año después de que pasara por aquí el sabio Humboldt y se alojara en una casa ubicada en el hoy parque Murillo Toro donde una hermana del sabio Caldas. Tres años después de la hecatombe por la viruela se aplicaría la primera vacuna en el país, como para que en 1824, cuando cruza Simón Bolívar por Ibagué, todo lo demás fuera un mal recuerdo. Pero no quedaron atrás porque en 1827, hace 183 años, la localidad sufrió un devastador terremoto que igualmente redujo a escombros  gran parte de lo construido hasta ese momento, frenando el  desarrollo urbanístico de la incipiente población. Desde cuando en 1822 decretara el vicepresidente Santander la fundación del colegio San Simón, han transcurrido 188 años, transformando su antigua gloria y orgullo en posición de poca  monta por su puesto a nivel nacional y por el desalojo de sus múltiples y grandes propiedades que fueron vendidas sin pena ni gloria. Aquella Ibagué fue censada en 1870, hace 140 años, y la ciudad contaba con más de diez mil habitantes. Ya casi al finalizar el siglo, en 1895, muere en medio de la pobreza el más grande escritor romántico de América Latina, Jorge Isaacs, y durante los 115 años de su muerte aún se levanta como un monumento a la desidia la reconstrucción de su casa que podría ser un gran museo. Lo que permanece intacto son sus 1285 metros sobre el nivel del mar, sus 1498 kilómetros cuadrados y los 450 de zona plana. La plaza de Bolívar, el corazón de la ciudad que tuvo los más diversos empleos, es hoy un bello símbolo y pocos recuerdan que allí estuvo el mercado semanal, que fue abastecedora de agua de los tinajeros y las empleadas domésticas que iban a la pila y donde se celebraron ferias pecuarias, retretas musicales, carnavales populares y manifestaciones públicas de gran envergadura. Allí con una hermosa catedral, evocamos cómo en 1900 con Ismael Perdomo como primer obispo de apenas 31 años, nuestra ciudad accede a la jerarquía de diócesis. Tenemos muchos problemas pero en  fin, somos felices de tener ciudad y no como los habitantes de Armero que hace ya 25 años la perdieron para siempre.