1.
Primeros datos antes de la tragedia de Armero
Carlos Orlando Pardo

El 11 de noviembre, Colombia escuchaba a las candidatas al reinado nacional de la belleza dando sus impresiones sobre aquellos sucesos lamentables de la muerte de tantos magistrados y el anuncio de la llegada de Gro Harlem, presidente de la Comisión Mundial del Medio Ambiente de Ginebra a un Congreso Internacional sobre planificación. Los bibliófilos se emocionaban con la primera biografía sobre Jean Paul Sartre y las muchachas organizaban el viaje para ver a Joan Manuel Serrat cantando como nunca, se decía. Con decretos de Estado de Sitio reorganizaban la Corte Suprema de Justicia, un columnista comentaba la anatomía de una masacre y alguien recordaba la muerte del Papa León I quien se había enfrentado nada menos que al duro de Atila. El 11 las iglesias estaban llenas de abogados rindiendo homenaje póstumo a los muertos del Palacio de Justicia y se registraban quince guerrilleros caídos en los combates en el Cauca. La trigésima reina de la belleza sería coronada aquella noche en transmisión a 118 millones de telespectadores y la esposa y los dos hijos del combatiente Andrés Almarales, sepultaban sus restos. La telenovela de Fernando Soto Aparicio, "Camino cerrado" y filmada al norte del Tolima, sitios de la tragedia que esperaban muy pocos, empezaba a la una de la tarde con música bambuquera de Pedro J. Ramos, enseguida, la película "Camino a la victoria" era vista en las casas mientras algunos se preocupaban por el juicio a 400 miembros de la mafia en Italia. En cifra considerada horrorosa, quince cadáveres estaban sin identificar de los 115 referenciados en la toma del Palacio de Justicia.

Las primeras páginas publicaron, el 12 de noviembre, un mensaje de Reagan a Belisario Betancur Presidente de Colombia, expresando dolor, y las previsiones meteorológicas en acto de rutina anunciaban lluvia y bruma en Manizales e Ibagué. "Camino cerrado" seguía su desarrollo y comenzaba el juicio a los militares argentinos. Grandes titulares daban la expectativa del encuentro de "Súper gladiadores políticos" y el sitio del desastre sólo fue mencionado cuando en Cartagena, realizando inventario de otros días, dijeron cómo, en 1965, Edna Margarita Ruth Lucena, nacida en Armero, la llamada Ciudad Blanca de Colombia, había alcanzado la corona por primera y última vez para el Tolima. Algunos armeritas acordaban homenaje a Agustín Lara a quien siempre relacionaron con María Félix, en conmemoración de los 15 años de su fallecimiento y en México muchos llevarían flores al poeta cuyas canciones le habían dado la vuelta al mundo. Un aviso de un cuarto de página rezaba: "Yo perdí todo" y debajo agregaba, en 23 días sin inyecciones, sin ejercicios, sin pastillas y sin hambre", y luego daban el nombre de algún centro de estética. Ese doce, faltando 49 días para acabar el año, expertos es Hitler evocaban que en 1938, él había dictado la ley de eliminación a los judíos y que en 1942, ocurría el devastador bombardeo nazi a Stalingrado. Una monja leyó con interés que un 12 de noviembre, en 1621, había nacido Sor Juana Inés de la Cruz. Y el 13, el ingeniero Nelson Ospina, amigo irreductible de la escuela cabalística, pregonaba por los cafetines de Ibagué, al estilo del personaje de García Márquez en "Presagio", que algo malo iba a ocurrir en este pueblo. Estamos ante la resurreción mágica del 13, decía preocupado. La cifra la resultaba de sumar el 6  y el 7, fecha del mes de los muertos, noviembre, cuando se había masacrado a los magistrados de la República en los hechos luctuosos de la toma del Palacio de Justicia. La cifra resultaba sumando el 8 y el 5 del año 85 que corría. Y como si jugara dijo serio: "Polvo somos y en polvo nos habremos de convertir. Estamos en el 13 de noviembre" que nadie calculaba plenamente fuera a ser otro miércoles de ceniza. En la misma fecha se supo del hundimiento de una nave colombiana portando marihuana a manos de un guardacostas norteamericano. Mencionaban los diarios un gran éxodo indígena por los combates guerrilleros en el Cauca.

Sin agua se mantenía Tunja desde tres días atrás en el 80% de la población, Caldas invitaba a las reinas a la feria de Manizales y el aviso de una editorial decía: "Voluntad no necesita presentación pero sus nuevos lanzamientos sí". El horóscopo, por otra parte,  hablaba que los nacidos en la fecha son versátiles y pueden tener éxito en casi todo lo que se propongan. A los escorpión les salía que "un problema lo puede afectar temporalmente perturbándolo a nivel mental" y a los Virgos que "una compañía inesperada aparecerá esta noche".
Serrat actuaba en el teatro Colón con temas del escritor Mario Benedetti, el superclásico entre los equipos de fútbol Millos y Cali en la 3a. fecha del octogonal se jugaba en la noche y la única noticia sobre el Tolima, aparecida entre avisos limitados con la corresponsalía de Arnulfo Sánchez López, era la desaparición de un poeta de Ibagué.

2.
Armero vuelve y juega
Carlos Orlando Pardo

El trece de noviembre de 1985 la tierra se estremeció por el estallido del volcán: el cráter Arenas del Nevado del Ruiz expulsó por su boca de dragón la lava y ceniza que producirían una gigantesca avalancha haciendo crecer los ríos, sepultando vivos a cerca de treinta mil colombianos quienes a esa hora se encontraban en lo que fuera la próspera ciudad de Armero.
No era la primera vez que el Nevado del Ruiz dejaba a su paso desolación y ruina en el Norte del Tolima, un departamento localizado justamente en el centro de Colombia.
Con su sabiduría, la naturaleza anunció su despertar en elevadas columnas de ceniza y ruidos macabros. Toda una población esperó la orden de desalojo en el repicar de las campanas de la iglesia o en la sirena de la máquina de bomberos pero sólo les llegó el lodo asesino. En pocas horas, los vómitos y eructos del volcán acabaron con muchos años de historia y trabajo de una parte del país.
Pocos fueron los sobrevivientes, o mejor, los resucitados. Quienes lograron sobreponerse al hecho del desastre no han vuelto a sonreír, tampoco a llorar. Sus quejas siguen estáticas en esos ojos ausentes que parecen reclamar la muerte. Lo perdieron todo: hasta los recuerdos. El Nevado del Ruiz, nuevamente entra a la historia de los grandes desastres de la humanidad, pero hoy ya todo parece un recuerdo deshilachado.
La tragedia de Armero comienza a aparecer tan remota como si ya perteneciera a la leyenda. Sin embargo, el dolor que aún despierta por el abandono que ruge sobre los tantos muertos y sobre los sobrevivientes no cesa con el tiempo. Buena parte de quienes lograron salvarse se encuentran diseminados en varios lugares de Colombia bajo el manto de la derrota y el signo del desánimo. En algunos de los barrios de Ibagué es fácil tropezarse con los damnificados cuyas escenas de la hecatombe no han sido borradas de sus vidas. Son variados los esfuerzos por reunificarlos para compartir siquiera los recuerdos y la pobreza porque a nadie parece preocuparles su destino. Pero todo es inútil en un mundo donde las noticias del día tapan como el lodo las de ayer.
Y de ese Armero de ayer quedan deambulando desprotegidos y en forma marginal unos doce mil habitantes y otro tanto que estaba por fuera al momento de la tragedia. Todos aquellos que resultaron con identificación o carné de Resurgir llegaron casi a veinte mil, provenientes de otros lugares del país y del mismo departamento porque vieron allí la posibilidad de levantar un auxilio, un lote, una casa, servicio médico y algunas nuevas esperanzas. Después de toda la tragedia, la profesión de damnificado se levantó como una bandera deshilachada y en Ibagué se asentaron buena parte de los desheredados en barrios como Simón Bolívar, Nuevo Armero, dentro del cual está San Vicente de Paúl, Antonio María, Villa Vicentina, Jardín Santander, Ciudad Blanca y Ciudad Luz.
Armero Guayabal se erigió como cabecera del antiguo municipio y Lérida, que antes era una población deshabitada, casi fantasmal en la parte urbana, se llenó de pequeñas urbanizaciones que sectores de gobiernos extranjeros donaron en medio de la sensibilidad que produjo la hecatombe. En realidad fueron otros los beneficiados. Del aparato creado por el gobierno para ayudar, a las verdaderas víctimas les quedaron tan sólo las migajas y otros se alimentaron del  banquete presupuestal. No es explicable que tanta ayuda humanitaria y tanto esfuerzo del Estado no hubiese dado las respuestas adecuadas para su gente. La capital del Tolima, verdadera beneficiaria por las leyes que le otorgaron gabelas para su crecimiento, tuvo su cuarto de hora en la creación de empresas para importar y ganarse los aranceles, la rebaja de impuestos y otras facilidades, de lo cual quedaron en forma real pocas, hasta contabilizar un 10% del famoso empuje que apareció al frente como un espejismo. De sus entrañas y de sus historias se produjeron varios libros, documentales, películas, estudios que se deshacen en medio del moho en fatigosos escritorios de profesores universitarios y por encima de eso el rutilante olvido, la indiferencia y apenas la evocación distraída cuando cada año se conmemoran doce meses más de la tragedia.
Ahora conmemoramos el cuarto de siglo y de esos veinticinco años queda por lo menos el ejemplo para que tantos damnificados de las nuevas tragedias que han desgarrado nuestro ánimo no sufran el mismo mal de la indiferencia. De manera usual cuando sucede una desdicha, el escándalo, las noticias, los titulares y la movilización tienen su impacto, pero días después alcanzan el olvido de la atención pública. Sin embargo los afectados continúan ahogándose en los problemas que vienen luego de la ayuda inmediata.

Reeditaré mi libro Los últimos días de Armero que fue el primero en aparecer en el mundo apenas transcurridos treinta días del hecho funesto y sin que se haya cambiado una sola de sus páginas, debe señalarse que los derechos se han cedido por el autor para cumplir algunas pequeñas tareas entre los perjudicados,  aspirando finalmente que continúen tantas almas y organizaciones humanitarias entendiendo que es urgente tender la mano y no creer que se trate de gente extraña sino de la nuestra sometida a la desventura.