EL REGRESO DE MARGOSK
Carlos Orlando Pardo
Al ibaguereño Oscar Ramírez Quintero lo conocen en el estrecho marco de sus relaciones familiares y amistosas, pero al ya famoso y consagrado pintor y escultor Margosk se le brindan honores y respetos en la tierra mexicana. Allí  llegó hace treinta y siete años quedándose audazmente con una pequeña filmadora y dos mudas de ropa, preciso desde cuando una buena tarde rompió el pasaje de retorno. Lo urdió a partir de 1974 en un viaje que hicimos junto a Lola de Acosta, el desaparecido novelista Humberto Tafur, Jorge Eliécer Barbosa Ospina y mi primera esposa. Durante esos dilatados años ha logrado construir un merecido prestigio que lo respaldan muchas obras públicas y monumentales inauguradas por el mismo presidente azteca y dos premios nacionales de grabado, cuyas obras donará al museo de arte del Tolima. Llegó a Ibagué luego de largos veinte años de ausencia. Su esperado regreso no fue a la alegría imaginada de una vuelta amable a su tierra natal, sino a la tristeza de tener que enterrar a su madre, Margoth, en cuyo homenaje se puso el nombre artístico junto al de Oscar para combinar el profundo amor que le tenía. Vino sólo hace veinte y duró entonces apenas dos días embriagándose del Ibagué donde comenzara su carrera y no tuvo ocasión de tropezarse con sus murales  en San Simón, el del sindicato de trabajadores y el enorme fresco que reposa en el concejo municipal de Chaparral.
En la sala de velación lo examinamos tras un intenso abrazo con la figura de un veterano que ha peleado muchas guerras y la contextura de un trabajador que produce obras gigantescas. Su última obra escultórica monumental fue inaugurada en Coatlinchan, México, en mayo de 2009, una réplica de Tláloc que mide siete metros y pesa unas 75 toneladas, representando una deidad que regresaba, pues 43 años antes, en 1964, el monolito del dios de la lluvia y el trueno fue sacado del poblado y llevado a la ciudad de México con la intervención del Ejército. Durante más de un año hubo expectación en Coatlinchan, cuyos habitantes siguieron de cerca el trabajo del escultor Oscar Ramírez Quintero.
Margosk visitó al poeta Víctor Hugo Triana que se encuentra retirado de la vida pública por el avance de su enfermedad  incurable del llamado mal de Corea, herencia de familia, repasando con él los tiempos en que el también locutor y periodista lo estimulaba en su tarea artística para que jamás dejara de alimentar sus sueños.  Y lo hizo al pie de la letra para convertirse, como hasta hoy, en una figura destacada dentro de un país con más de 112 millones de habitantes. Regresará en los próximos meses a entregarle una obra escultórica colosal a Ibagué con la invitación del Museo de Arte del Tolima y a devolverle al corazón el paisaje y los amigos de entonces.