EL SALÓN TOLIMENSE DE FOTOGRAFÍA
Por: Carlos Orlando Pardo

En medio de los atolladeros que produce la congestión en el tránsito y la actitud prevenida frente a la inseguridad en Ibagué, el maravilloso oasis del Museo de Arte ofrece un paisaje y una alternativa para ingresar al goce. Allí podemos, en una atmósfera fraterna, disfrutar por ejemplo cada año del Salón tolimense de fotografía, que en esta última versión nos lleva al placer de recrearnos en una exposición con cinco grandes artistas de este maravilloso mundo. Así se consolida a lo grande un evento que pertenece ya al inventario de los polos de atracción en esta capital y que con 21 años de persistencia, conforma una costumbre a la cual nos hemos habituado como un rito regocijante digno de ser cumplido ojalá por un más amplio número de habitantes que en ocasiones ignora este camino. El esfuerzo para coordinar diversas entidades que se sumen a esta actividad maravillosa y constructora de identidad es digna de aplaudir, pero sobre todo de ver. Las imágenes nos llevan de la mano hacia un mundo eternizado, gracias al oficio y con él al talento que reflejan artistas diversos con temas disímiles. Esta vez el profesionalismo se advierte en cada obra, pues se trata de artistas verdaderos al estilo de Olga Lucía Jordán, una de las fotógrafas más importantes del país, quien nos deja el testimonio de momentos fulgurantes alrededor de nuestros artistas plásticos con retratos sugerentes de rostros y obras que son testimonio del mundo particular de virtuosos, preciso los que construyen con su obra parte sonora del orgullo nacional para el mundo. Queda uno asombrado y dichoso por verlos ahí, de cuerpo entero, en una exposición que nos enseña y nos recuerda, que por encima de tanta tragedia contamos con colombianos de primera reflejados en una mezcla inteligente entre su imagen y su obra, por supuesto no producto del azar sino con el oficio profesional de más de un cuarto de siglo. Más de 230 imágenes donde con justicia en medio de figuras mayores se encuentran los tolimenses Jorge Elías Triana, Darío Ortiz Robledo, Germán Botero, Carlos Granada, Ana María Rueda y Hernando Carrizosa, impactan por su oficio y el estudio adecuado para disparar en el momento más certero el gatillo de su cámara. Otro es el mundo fantasmal de Luis Fernando Jaramillo, un quindiano universal que nos traslada a los instantes luminosos de las sombras y a figuras rescatadas entre las tinieblas como un subrayador de  incertidumbres que trae a primer plano, el mismo que enfoca Wilson Castañeda, para trasmitirnos en fotografías impresionantes el detalle de fragmentos y rostros de santos y lugares, porciones de esculturas y que hasta ahora son descubiertos por nosotros gracias a su obra. Oscar Chica, por su parte, nos ofrece descanso con su lluvia de orquídeas y Hernando Bazurto, ganador del pasado salón, nos guía por paisajes y zonas que han bebido sus ojos. Lo claro es que esta fantasía que podemos ver y acariciar, constituye parte del esfuerzo obstinado y devoto de Margareth Bonilla, la fundadora de esta circunstancia feliz que agradecemos con todos los sentidos