CARLOS ORLANDO PARDO RODRIGUEZ
DECLARACIÓN DE FE A UNA MAESTRÍA
40 años de la Fundación Pijao

Por: FERNANDO AYALA POVEDA
Amado padre en la literatura, amigo del buen ejemplo y buen hijo del consejo sabio: Hoy vives en el reposo fugaz como el buen guerrero. Yo quiero, debo y puedo espiritualmente decir en tres minutos, pronunciar con la lengua de los hombres trescientas palabras. Los hombres buenos, nobles y de verdad de verdad pero de verdad que yo quiera en este mundo, se encarnan en tu voz porque has extendido tus manos de buen hermano para los escritores de Colombia. Es impensable este país sin tu labor y tu yunta. Has abierto surcos, sembrado árboles colosales y desafiado tormentas junto con Jorge y Pablo Pardo. La cultura colombiana sería de verdad una tradición pobre, un territorio esclavo del analfabetismo, un país sin poesía y novela, sin historia y sin proceso creativo. Qué gran autor eres. Si me preguntaras como lo hizo el emperador a Virgilio: “Si no fuera rey, quién sería yo?” Qué respuesta difícil. Pero la respuesta de Virgilio fue exacta: “Serías panadero, porque les das pan a la humanidad. También eres rey porque pan le has propiciado a los lectores, del Tolima Grande; pan de palabra, memoria y de vida a tantos caminantes que leen tus libros a la orilla de los caminos donde el Pijao duerme. No has arado en el desierto. Maestro mío y de todos, pedagogo, narrador, el mejor cuentista corto del mundo, compositor de tantos cielos donde fuimos tan felices Germán Vargas Cantillo, Eduardo Pachón Padilla, Héctor Sánchez, Carlos Perozzo, Gustavo Álvarez Gardeazábal, y miles de miles en este elogio humilde donde ninguno falta. No sólo te has ocupado de los escritores sin casa, sin rumbo, sin lápiz, sino de los que se fueron y vendrán. Cómo te respetamos. Nuestro valiente capitán de la frente en alto, nuestro escritor del humor creador, amante de las anécdotas desconcertantes y la risa en espiral, corazón planetario de la familia Pardo, confidente de su pueblo, narrador oral del Líbano, cronista con música de Rodrigo Silva, jovial hasta reír en colores de las flores de tu casa o en tragedia griega, eres tú de muchos modos. Como no eres retórico, sino visceral y tu dolor por tu país es una herida que duele, entonces, los niños, los jóvenes, los menos adelantados, los que tejen el algodón y comen el arroz del sabor de Rayuela, te brindamos nuestro sudor porque eso fue, ha sido y será, lo que nos enseñaste a trabajar. No tenemos poder, riqueza, sólo sudor para trabajar las artes, con fe, sin desmayar. Eres un hombre libro, la biblioteca universal que forman las páginas de los innumerables tolimenses, músicos, historiadores, economistas, periodistas, constitucionalistas. La historia te acompaña y tu habla son las lenguas del viento y la escritura de la piedra. Que hoy te acompañen cuarenta años más los perfumes del Combeima, tu Jacky amada, tus hijos que escalan cimas. Eso es todo y es el principio de este primer de mayo donde marcho tras los pasos de José Eustasio Rivera en Casanare.