Tres años después de su muerte, este ibaguereño que nació en 1931,
vuelve a estar de moda. Sus fotografías desplegadas en el reportaje a Mercedes
Barcha, a quien algunos llaman la Gaba por ser la esposa de nuestro premio
Nobel, resurgen como un testimonio parlante de su maestría. Su nombre
como el de tantos otros tolimenses destacados se ignora en esta tierra y sería
un honor y un justo reconocimiento que nuestro Museo de Arte convocara su
concurso nacional bajo su nombre. Lo conocí hace cuatro décadas presentado por
Germán Santamaría y desde entonces cumplí gustoso el seguimiento a su trabajo
que duró hasta poco antes de su muerte debido a una enfermedad pulmonar cuando
tenía 78 años. Perteneció a esa generación que brillara en la década de los
años 50 y que tuvo entre otros a Fernando Botero, Alejandro Obregón, Enrique
Grau y Edgar Negret, precisamente los artistas que formaron parte de su primer
libro Seis artistas contemporáneos colombianos y que publicó en
colaboración con Marta Traba en 1963.
Dice la revista Bocas del diario El Tiempo que dejó un vacío difícil
de llenar y que fue, junto a Leo Matiz, el fotógrafo más representativo del
país en el siglo pasado. Nos recuerdan allí cómo sus trabajos se publicaron en
las revistas Life y Time y las principales medios de Colombia, enfrentando su
lente a las grandes personalidades de su tiempo, tales como Rogelio Salmona,
Julio Mario Santo Domingo y varios expresidentes, sin que faltaran en su galería
escritores como Gabriel García Márquez. Satisfactorio es recorrer sus obras
como Pérsides, sobre Cartagena, Alejandro Obregón al lado de su pintura
Violencia, su serie de Fernando Botero, La última cena o Camilo Torres, el
extraño jinete y los estudios cumplidos para El ahogado más hermoso del mundo
de García Márquez en 1995. Varios son los libros que sobre su trabajo se
han cumplido, entre ellos la maravillosa recopilación de sus fotografías entre
1957 y 2009, hecha por el Museo de Arte Moderno de Bogotá, un año después de su
muerte en homenaje póstumo. Se fue temprano de Colombia cuando apenas
cumplía 23 años a estudiar en Estados Unidos, dedicándose con pasión a su
estudio en Westport en Connecticut en la escuela de fotografía y era un honor
que libros y revistas tuvieran sus trabajos en toda América Latina y Estados
Unidos. Es inolvidable su sesión Encuentro con Hernán Díaz, la que semanalmente
aparecía en la revista Cromos y las que surgieron para Credencial, Semana y
Diners. No faltaron sus exposiciones permanentes, sus recopilaciones, sus
retratos y libros con cada uno, sin que en la tierra de su nacimiento y sus
primeros años de estudio se haya hecho nada para recordarlo. Triste destino el
nuestro dedicado a exaltar figuroncitos de cartón desechable y de
circunstancia, sin otro mérito que el de ser burócratas ocasionales o políticos
de quinta. El subdesarrollo es primero mental por desconocimiento, el que nos
lleva a veces a ver gente con mucho dinero y posición, pero de estrato mental
uno.