El último viaje de Sarita Montiel
Fue a los hombres y mujeres de mi generación a quienes correspondió gozar la figura, las canciones y las películas melodramáticas de la seductora diva española. La noticia de su muerte en Madrid a los 85 años nos hizo detener un instante el corazón porque despertó en nosotros la alegría y la nostalgia desde los tiempos de la adolescencia. Pertenecía al inventario selecto de afectos permanentes y por lo menos en mi caso no dejaba pasar un canal donde se repitieran sus películas, una manera de refrescar la época y las viejas emociones de las mujeres inalcanzables pero que nos enamoraron. Fueron siete décadas ininterrumpidas y luminosas de trabajo y tuve la ocasión privilegiada y feliz de verla en su show en un famoso teatro en Barcelona. Las filas eran numerosas y al ingresar a su espectáculo, una monumental foto suya con García Márquez cruzándole el brazo por la espalda junto a una frase elogiosa, era la entrada.  Durante dos horas la vimos cantar con trajes diferentes cada vez sin que se hubiera alterado su voz ni su gracia, mucho menos el cuerpo espectacular que vimos en sus películas. Aquel momento inolvidable para mi fue hace treinta años y el tiempo pasó pero no mi afecto por ella, cautivado por su belleza y su talento. Era un orgullo verla actuando al lado de Gary Cooper, Burt Lancaster y Charles Bronson en Veracruz, una cinta de vaqueros hecha en Hollywood y ambientada en el México del siglo XIX; en El último Cuplé cantando Fumando espero o La violetera.  No fue ajena a actuar al lado de figuras legendarias como James Dean. Fernando Rey o Raf Vallone y se casó a menudo con hombres más jóvenes sin que para la época tuviese algún rubor, al igual que lo hiciera María Félix. Esta leyenda del cine español y mexicano cuya ciudadanía adoptó, dicen los periódicos que tuvo dos hijos adoptados y su filmografía nos remite a cuarenta películas. No es fácil permanecer tanto tiempo entre la aureola de la fama y el prestigio, pero ella lo logró por encima de centenares de figuras que llegaron y se perdieron entre el vericueto del olvido. La amo aún desde la memoria del corazón y ofrezco una flor sobre su tumba en homenaje al placer despertado durante tantos años.