LA HISTORIA SECRETA DE LOS DIÁLOGOS DE PAZ EN EL LIBRO DE FRANCISCO TULANDE.

Bajo el tema de los diálogos que sostiene el gobierno con los grupos armados desde hace más de dos décadas, no han sido pocos los libros que bajo diversos enfoques se han publicado hasta el momento. He tenido la ocasión feliz de llegar a algunos y en general escritos por autores tolimenses a cuyo cuidado ha permanecido unas veces el proceso, casos de Chucho Bejarano, Carlos Eduardo Jaramillo y Carlos Lozano, entre otros, pero el que acabo de leer del curtido y excelente periodista que es Francisco Tulande, deja diversas sensaciones no fáciles de aceptar y en medio del asombro por sus descubrimientos, hasta ahora secretos, cuyos episodios van deslizándose para ingresar a los lugares y a las palabras, a las circunstancias y los sucesos que terminaron con los esfuerzos para cumplir el anhelo más sentido del pueblo colombiano como lo es aterrizar por fin en el acariciado sueño de la paz.  Dice André Maurois que la lectura de un buen libro es un diálogo incesante en que el libro habla y el alma contesta. Así pues es el impacto de un volumen periodístico y apasionante que se lee como una novela, seduce por su estructura y deja, tras sus 250 páginas, el amargo sabor de la decepción y de cómo, cuando uno o dos de los sectores se aferra dogmáticamente a sus principios, el final es previsible y amargo, puesto que todos los esfuerzos resultan vanos e inútiles en los sonados diálogos de paz. No exento de humor y con un lenguaje eficaz, la investigación de Francisco Tulande además de ofrecer su veteranía profesional, termina siendo una lección de historia y un volumen necesario para aprender y comprender de mejor manera el detalle de lo que ha ocurrido sucesivamente en Caracas o en México y que proyecta lo que pudiera suceder ahora en Cuba. No significa lo que se conoce una mirada pesimista al proceso sino a una muestra de la repetición de los errores como condenados a que todos la queremos pero ninguno puede concretarla. Al final no quedan sino constancias históricas, documentos y frases que sobreviven como la del guerrillero Alfonso Cano cuando dijo que “las conversaciones se hubieran podido empezar hace cinco mil muertos”, la de expresar, al aparecer los errorres fatales que todo ha sido un error histórico y a creer, como en el caso de los insurgentes, que en forma real representan al pueblo y que sus atentados a los oleoductos es para decir cómo el petróleo pertenece al pueblo o que los secuestros no son secuestros sino detenciones en lo necesario de la guerra. El caso de Caracas donde la paz estuvo de un hilo pero se reventó, está mostrado aquí con los diversos escenarios desde los camerinos de los actores de la tragedia con su vario pinta proyección de  los sinsabores y la esperanza y proyecta de qué manera esa forma de vida en Colombia ha traído más perjuicios que beneficio alguno, sin que logremos salir del túnel de la desesperanza. ¿Cuántos crímenes más nos esperan? ¿Será posible el optimismo y la confianza tras tantos fracasos a lo largo del tiempo? Lo que hoy vemos registrado en las noticias, luego de leer el libro de Tulande, parece una repetición sin que ni el tono ni la letra de la canción asuma modificaciones y donde para el frente subversivo el que desentona es el gobierno y al establecimiento le parece que es al contrario.  Sin embargo existe otro escenario donde el páis también se encuentra dividido como entonces. Entre los partidarios de los diálogos y los enemigos de él. La esperanza no debe perderse porque siempre la salida a la guerra podría ser la más fácil para demostrar autoridad, pero es la más dolorosa sobre todo para las víctimas innumerables del proceso que caen de todos los sectores sociales, económicos y políticos, en particular los del pueblo como el que paga sin dudar los platos rotos. En una larga guerra que ajusta más de medio siglo, no podemos resignarnos a encontrar, como lo declara recientemente el Fiscal general Eduardo Montealegre de suspender los diálogos, puesto que “de hacerlo pareceríamos condenados a cien años de guerra más”. ¿Acaso con ellas no se pierde más de lo que se gana? Lo mejor es tener buena memoria, como lo enseña el libro de Francisco Tulande, para saber dónde ha estado nuestro talón de Aquiles y cómo se han concluido estos desastres que en el mundo nos heredan llanto y desgracia. Estar dispuestos a perder algo de lado y lado y a que la violencia no nos siga ganando ha sido el propósito de este gobierno de Santos que debemos apoyar. Así la imperfección reluzca en algunos casos para terminar aprendiendo, también, como ya se ha dicho, que la paz más injusta es mejor que la guerra más justa.