EVELIO ROSERO: PREMIO NACIONAL DE NOVELA 2014 
Conocí a Evelio Rosero hace 33 años desde cuando su juventud era similar a la nuestra al publicar el pequeño libro inicial. Una tarde llegó al apartamento de mi hermano Jorge Eliécer, en Bogotá, acompañado de Juan Carlos Moyano y el almanaque de la pared marcaba el año de 1981. Llevaban el entusiasmo de su primera publicación que nos fue entregada entre timideces y expectativa, mientras nosotros ojeábamos los textos y nos dedicamos a conversar celebrando con algunos tragos. Fue la primera de largas entrevistas a lo largo de las décadas siguientes en donde cada uno siguió su vida de escritor. Con el tiempo, el par de muchachos comenzaron a aparecer de manera continua en los medios y se transformaron en parte esencial del inventario de la nueva literatura colombiana que valía la pena. Rosero ya tenía en su haber premios nacionales de cuento como el del Quindío en 1979, se ganaría al año siguiente ya en libro en este género el iberoamericano Netzahualcóyoltl en 1982 y el internacional de novela breve La Marcelina con Papá en santo y sabio. Por aquel entonces del encuentro, Evelio llevaba El eterno monólogo de Llo, un poema novelado, su primer libro y despues coincidimos poco tropezándonos en un avión rumbo a encuentros de escritores, en una librería o en alguna fiesta de amigos comunes. 
 Dos años después ya se vino con un libro grande surgiendo como novelista en 1986 al publicar Juliana nos mira que reconstruía su adolescencia y a los dos años El incendiado consolidándose en el mundo literario. Es solo la persistencia terca en el trabajo lo que nos puede llevar a estos estadios y en donde el azar, como él mismo lo bautiza, ofrece la circunstancia feliz de una lotería literaria al coronar premios de importancia. Vendrían otros libros como Los almuerzos y Los ejércitos, premio Tusquets de novela, llevado incluso al teatro por Juan Carlos Moyano y La carroza de Bolívar que acaba de condecorarse con el Premio Nacional de Novela 2014. La calidad de su obra lo condujo igualmente a ser traducido a más de 20 lenguas y a recibir otras distinciones internacionales como el prestigioso Independent Foreign Fiction Prize en el Reino Unido y el Premio Internacional ALOA en Dinamarca. Sin embargo, ha sido el cuento corto una de sus devociones y una pasión irreductible que lo seduce de manera continua y que significa, sin duda, la muestra de una exigencia consigo mismo para lograr como lo hace, simplemente la maestría. Comenzó como todos publicando cuentos en El Tiempo y El Espectador, pero circuló mucho por el tema de la infancia llevada a la literatura infantil cuestionando siempre la violencia, convirtiéndose por ejemplo con El aprendiz de mago y otros cuentos de miedo, en un representante sobresaliente del género. Nuestras charlas iban con nuestra experiencia de vida en Barcelona o en su caso también en Paris, sin dejar por fuera los aprendizajes en provincia que tanto marcaron sus primeras obras. En su último viaje a Ibagué a la Feria de Libreros Independientes que tuvo tanto éxito y a él como invitado especial, hace algunas semanas, pudimos compartir largas y hermosas horas junto a Benhur y Héctor Sánchez, quedándonos con su última aparición bibliográfica, 34 cuentos cortos y un gatopájaro,  título que la joven editorial “destiempo” entregó a los lectores colombianos en abril de este año 2014. Se trata de un pequeño pero hermoso texto editorial de 114 páginas que muestra el poder de la síntesis, el lenguaje eficaz y poético y un mundo insólito y original con historias sorprendentes. El universo con el que se tropieza el lector, constituye una antología con relatos publicados entre 1978 y 1981 y que aparecieron en diversas revistas y periódicos de Bogotá, algunos de los cuales fueron incluidos en antologías de cuento corto latinoamericano, así como en selecciones de cuento internacional publicados en Francia y Alemania.  Dejamos entonces un brindis literario para el amigo que por encima de lo mediático ha seguido una carrera por encima de toda pretensión, salvo la de hacer bien su oficio.