Simón de la Pava Salazar
A los 97 años se detuvo para siempre el corazón del prestigioso intelectual tolimense Simón de la Pava Salazar. Conformó parte de una familia de profesionales destacados y a lo largo de su fructífera existencia dejó una huella memorable en el campo del derecho, la historia, la literatura  y la academia. Se trataba de un conversador exquisito cuyas famosas tertulias con poetas, compositores y novelistas se volvieron tradicionales y añoradas y donde era fácil deducir, por su conocimiento de la historia, la política, el derecho y la región, una inteligencia privilegiada. Había nacido en Cajamarca en 1917 y fue egresado ilustre del colegio de San Simón y de la Universidad Libre en derecho y ciencias sociales. En el ejercicio de su carrera se desempeñó como juez de instrucción criminal, penal, del circuito, del trabajo y civil del circuito. Su dimensión internacionalista y el peso de su formación  intelectual lo condujo a ser designado como miembro de la Confederación de Abogados del Pacto Andino y como presidente del Colegio Nacional de abogados, miembro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia y de la Academia de Historia del Tolima. Pero no se trató de figuraciones directivas sino de su erudición, la que dejó por fortuna en numerosos artículos y ensayos en revistas nacionales, además de las múltiples columnas escritas en varios periódicos de Ibagué. Durante 34 años ejerció como consultor del Banco Central Hipotecario y como siempre fue un maestro, se desempeñó como profesor de humanidades en Coruniversitaria.  Siendo partícipe en varios congresos nacionales e internacionales. Publicó la novela Este es mi testimonio, en 1991; la investigación histórica El camino del Quindío, en el año 2000 y dejó inéditos varios libros, entre ellos Apuntes de filosofía del derecho.
Comentaron la novela de Simón de la Pava con entusiasmo figuras como Horacio Gómez Aristizábal, Eduardo Jaramillo Zuleta, Eduardo Santa, David Bushnell, Antonio Chalita Sfair y Guillermo García, y en mi libro Novelistas del Tolima Siglo XX dedico varias páginas al análisis de la extensa Este es mi testimonio, en cuyas 622 páginas logra un gran fresco de la vida campesina y su medio bucólico, describe los pormenores de una pequeña urbe en proceso de crecimiento, relata esencialmente los detalles que rodearon el crimen de un médico y su amplio proceso investigativo donde se tiende un manto de dudas sobre los acontecimientos y sus participantes, señala con dureza a quienes ejercen e interpretan equivocada o viciadamente la justicia y deja el periplo de una saga familiar. La novela con una alta dosis autobiográfica como nos lo confesara el autor, tiene el alcance del testimonio para saber en qué mundo vamos a navegar, no tanto como se saborea desde un comienzo, cercano a la literatura, sino esencialmente a la vida entre el esplendor y la decadencia, los sueños y las pesadillas, y en fin, lo que significan lo bueno, lo malo y lo feo con sus contradicciones, que al final de cuentas es de lo que está verdaderamente construida una obra.
Deja esta partida un gran pesar en nuestros corazones y en buena parte de la sociedad ibaguereña, la que enluta no sólo a su querida familia sino a todo el Tolima y en particular a su mundo académico. Se llenarían muchas páginas con su anecdotario como bolerista y tantas otras cosas que hizo el inolvidable amigo, pero por ahora encendemos una antorcha en el alma que brillará para los rebeldes en lo cual fue un militante.