EL CINISMO IZA LA BANDERA

El cinismo se ha convertido en uno de los mayores males de la sociedad, como bien lo señala la periodista y escritora mexicana Alma Guillermo Prieto. Lo vemos en las declaraciones cotidianas que a los medios ofrecen columnistas, funcionarios, asalariados, asesores y políticos, donde con pasmoso impudor señalan la paja en el ojo ajeno y declarándose dueños de la moral acusan a otros de las enfermedades que padecen. Son la encarnación exacta de lobos vestidos de ovejas  y distraen folclóricamente a los escuchas y lectores con temas de menor cuantía frente a las reglas de juego en el caso de las próximas elecciones. Nada mejor que el escándalo mediático para pretender tapar la luz del sol cubriéndose la cara y rasgarse las vestiduras como falsos profetas en búsqueda de adeptos, usualmente ingenuos y manipulados de lado y lado. La falta de formación e información que sufren las víctimas, los intereses inmediatos, los cálculos a largo plazo, el sometimiento público con altos niveles de abyección y su muestra de lealtad incondicional a sus futuros amos, conforman un agrio salpicón que se convierte en su bebida diaria preferida. Se comportan como un rebaño de corderos obedientes y una manada de vacunos que marchan en silencio al matadero. Pobre espectáculo este de los tiempos preelectorales que no nos dejan entrever nada bueno al futuro de la ciudad donde el abono es el sentimiento de venganza, la atmósfera de vendetta en película de pistoleros y el triunfalismo anticipado de una vanidad vergonzante. Los grandes temas de fondo con una problemática que ha hecho crisis por el cinismo mismo de algunos gobernantes, su actitud cantinflesca, su ridículo izado y su actitud de rapiña con el presupuesto, ofrecen igualmente un espectáculo que deprime bajo la bandera de la justicia a media asta y la complicidad galopante sin remedio. Que cada quien seleccione al que quiera pero que en medio de este desolador basurero se elija a quien por encima de las generalidades-, porque son especialistas en ideas generales, ahonde más en las soluciones que en el inventario de males que conocemos porque los sufrimos a diario. Pero ojo a quienes prometen ríos de leche y miel y cargan a sus espaldas una tropa de halagadores profesionales diciéndoles en coro que encarnan la historia y terminen siendo parte de la historia universal de la infamia de la que hablaba Borges. Ya veremos qué quiere la gente el día de la quema cuando se verá el humo y las incógnitas quedarán despejadas. Ya lo veremos y ojalá no sea lo peor, puesto que vamos a ser asistentes a una tierra de no futuro como si presenciáramos una de las escenas del Apocalipsis.