UNA HISTORIA DE LA EDUCACIÓN DESDE LA VISIÓN DE LOS MAESTROS COLOMBIANOS.
Dos reconocidos investigadores sociales que individualmente o en equipo han dejado huella perdurable de su obra, se unieron en una tarea de no pocos años para testimoniar en cuatro volúmenes cómo en la situación de los maestros del país. Se trata de Elsa Castañeda Bernal y Rodrigo Parra Sandoval, quienes muestran aquí una asombrosa radiografía del oficio docente a partir de testimonios recogidos por ellos a lo largo y ancho de la república. No es por lo tanto una visión acomodaticia de burócratas que pontifican desde sus escritorios, sino el de las voces directas de quienes ejercen el oficio entre nuestras selvas o en los pueblos de las negritudes o las comunidades indígenas, en poblaciones remotas y olvidadas de la mano de Dios y del gobierno, además de padecer las incontingencias del rampante y luminoso atraso, casi como arrancados de una novela del realismo mágico. Bogotá con sus sectores marginados, el caribe o el pacífico, entre otros, se sintetizan en cuatro tomos. No dejan de conmover estas declaraciones despertando muchas veces la brillantez en los ojos y el deseo de maldecir frente a la desmesura de sus problemas sin solución alguna, sino la de elevar a categoría de héroes a tanto profesor recursivo y dedicado al estilo de auténticos patriotas. La difícil tarea del maestro ha venido perdiendo importancia ante los ojos de la sociedad y se le mira si no con desdén con algo de desprecio, puesto que echan sobre sus hombros el peso de una responsabilidad que pertenece a todos y no a uno solo. No faltan quienes les disparan en la cara que gracias a ellos comen y tienen trabajo o que sus hijos ni rinden ni estudian por su cuenta, al tiempo que los acusan de comunistas si organizan a las comunidades para reclamar sus derechos.
Los países más desarrollados del mundo se miden por el nivel de su educación y allí no han dudado en mantener a sus maestros dignamente remunerados, en custodiar que las escuelas o instituciones tengan física y materialmente comodidades, en la existencia de tecnología a la altura de este siglo y en la protección del entorno con métodos donde todos los actores del proceso se involucren. Los testimonios encontrados en los libros de Parra y Castañeda reflejan lo contrario y cada quien parece una isla en abandono. No puede entonces esperarse mucho de una situación como esta, puesto que las soluciones de fondo vienen apenas empaquetadas en los discursos oficiales. Si bien es cierto el esfuerzo económico ha sido más que positivo, las soluciones de fondo no se ven con salida. El panorama es entonces de tragedia. No es sino recorrer los testimonios y las circunstancias para sentir qué han vivido, cómo viven y cómo trabajan estos educadores y percibir la minucia de un drama que no conmueve a nadie, puesto que ni las cámaras de televisión ni lo micrófonos de la radio ni el flash de las fotografías ni las noticias ni las crónicas dejan un resquicio de detenerse en estos desplazamientos o estas miserias. Lo logra por fortuna el estudio reseñado y que no ojearán los políticos ni los funcionarios responsables de la educación porque están sumidos en sus rutinas para conseguir o preservar el gobierno, alcanzar a definir contratos como el de la compra de pupitres, de laboratorios, de lotes y de alimentos, entre otros, contentándose con vivir en la mesa opulenta mientras a los demás les quedan las migajas. Bien vale la pena que en las facultades de educación y carreras como sociología o política, en los sindicatos mismos, se estudiaran estos testimonios y de allí salieran propuestas para contribuir al mejoramiento de la educación y los maestros. El tema no únicamente debe circunscribirse a lo salarial.  Y no existe la disculpa de cómo llegar a estos libros por el precio, puesto que se consiguen gratuitos para descargar por internet y la dirección la encuentran en la Universidad de Ibagué que hizo la lujosa y merecida publicación también en físico.