El largo metraje que
de Jaime Barrios acaba de estrenarse en los teatros del país, es ante todo una
contrapropuesta al cine que se estila en los tiempos actuales, tan lleno de
rápidos y furiosos y toda la parafernalia técnica y de efectos especiales de las
producciones de Hollywood. Desde el título mismo, Paisaje indeleble, nos
enfrentamos a un mundo poético que permanece a lo largo del filme,
definitivamente habitado de simbolismo. Por esto mismo no es una cinta que
pudiéramos llamar comercial, puesto que camina en contravía a este universo del
mercado. Ahí es donde radica una de sus muchas virtudes, sumándose la
vigorosidad de los diálogos, breves, intensos y auténticos, lejos del
maquillaje, lo mismo que la perfección de la música del maestro César Zambrano
y el alto profesionalismo de la fotografía. La historia es hermosa pero triste
como de alguna manera resulta la vida para tantos y que es producto tan
atractivo para los directores de cine en América Latina.
¿Qué encuentra un
hombre cuando decide regresar después de algunos años a la provincia de su
infancia? De aquellos parajes antes bellos ahora existe la desolación dejada
como herencia por las explotaciones inclementes a la tierra, gracias a
una fábrica que la destruye cuando antes prometieron el progreso. Queda el
abandono en medio de la soledad y la nostalgia y el mundo maravilloso de
entonces arrasado. Ahí radica el conflicto que igualmente se muestra desde la
interioridad del protagonista a base de fragmentaciones reflejando la
melancolía.
La película de Jaime
Barrios insiste en una fórmula de cámara lenta que se estiló en el cine europeo
hacia los años setenta, hace casi medio siglo. Antonioni, Luis Malle, Bergman,
entre otros, parecen sus maestros y en América del sur algunos clásicos producidos
en Cuba, Bolivia, Chile y Colombia misma. ¿Vale la pena insistir en este
estilo? Es el gusto personal del director y guionista, un joven formado en
Francia y Cuba, cuyo documental sobre el maestro Ricardo Angulo, pintor ya
fallecido, empieza a dar las muestras de su tendencia y de su estilo.
Nos parece en
ocasiones inútil alargar tanto las escenas que no terminan causando el impacto
esperado por el director, sino que por el contrario exasperan infecundas. No
quiere esto decir que la película Paisaje indeleble no tenga plena validez y se
convierta en una joya extraña pero joya. Por tratarse además del primer
largometraje plenamente producido en el Tolima y por tolimenses en este tiempo,
sin tener en cuenta muchas otras, encontramos una apuesta y un riesgo que valía
la pena correr, precisamente en el momento donde el cine en la región toma en
los últimos años un auge digno de aplaudir. Barrios se enfrentó valeroso a un
desafío de no poca monta y lo logró. Solo queda invitar a la gente para que
acuda a verla porque es la mejor manera de estimular el talento de los
nuestros. Salimos del estreno satisfechos porque no es un cine fácil sino en
mucho intelectual, simbólico y poético, otra apuesta para el espectador al que
no le gusta el facilismo. Inclusive por el final abierto, ahí deben participar
para completarlo. Pienso repetirla como una manera de abrazar otra vez a su
director y guionista.